Cine, diamantes y un inspector: notas sobre «La Pantera Rosa» (1963), una comedia de Blake Edwards
Fue el oklahomés Blake Edwards –que puede colocarse, sin temor, junto a personalidades de la talla de Capra, Preminger o Cukor, con su facilidad para el drama, el thriller o la comedia- uno de los más versátiles directores del siglo pasado, cuya variabilidad se erige como testimonio de su ilustre carrera como realizador de estudio […]
«Aguas profundas» (2022) o la jerga de los caracoles
Vaya por delante que jamás pensé en escribir sobre el británico Adrian Lyne o cualquiera de sus películas. No lo hice con Atracción fatal (Fatal attraction, 1987), aquel célebre, moralizante producto de la era Reagan, cuya calidad cinematográfica no pongo en duda, pero sí su reflexión sobre la promiscuidad marital, que hoy apenas resistiría el […]
La última aventura de Bronco Billy
Que no busque el espectador, sin embargo, heroísmo alguno en Cry Macho. No hay nada de esto en la película, ni siquiera una pizca de maniqueísmo: los aspectos del cine de acción son tan superficiales que resultan irrelevantes, pues se trata, como advertíamos, de una película en la que el gran enfrentamiento está protagonizado por un gallo. En cambio, el guion, adaptado por el libretista de Gran Torino, Nick Schenk, a partir de una novela escrita por N. Richard Nash en los setenta, y claramente moldeado por Eastwood, toma la otra gran idea que inspiró Sin perdón, Space Cowboys (2000), Million Dollar Baby (2004) o Gran Torino, y se centra en ella excluyendo prácticamente todo lo demás: la agridulce humildad de reconocer que uno ha llegado a la recta final, y la noción de que, independientemente de lo que quede en el depósito, está a punto de quedarse sin carretera.
Sobre un western bélico de John Wayne en la turbia selva de los sesenta
Lo cierto es que, en realidad, hay muy pocas diferencias entre Boinas Verdes y gran parte de los western de Wayne a los que nadie niega su calidad: acción, buen pulso y una dirección acrobática. Dado que trata de los primeros años de la participación de Estados Unidos, y que se rodó durante la guerra, la maniquea definición de Wayne sobre la bondad de la intervención americana y la malevolencia del Vietcong resulta algo incómoda al lado de la inversión de roles de las películas posteriores de Vietnam, cuando era de rigor pintar a Estados Unidos como una especie de estado criminal y a los soldados que regresaban de la contienda como simples asesinos perturbados.
En todas partes está la maldad bajo el sol
En la obra de Christie, por tanto, es la presencia del mal la que señala el asesinato. El asesinato, como cualquier otro crimen, representa la transgresión contra un ser humano, pero, sobre todo, personifica el avance del mal contra una sociedad que desea mantener el mal a raya. Por último, hay una asunción paradójica de lo que es real. Por un lado, incluso cuando se acepta tácitamente la noción del mal, se prohíbe en el género cualquier aportación de fuerzas espirituales que amplíe el ámbito de la acción más allá del plano terrenal; la batalla entre el bien y el mal tiene lugar en el plano social, es decir, en el plano material de la existencia humana y a través de las acciones de los protagonistas. Al mismo tiempo, la presunción de que el acto de asesinato debe ser castigado se ve contrarrestada de tal manera por la forma aséptica en que se presenta el acto que el efecto se acerca a una negación de la materialidad del delito. Así, en la clásica novela policíaca inglesa, tanto el autor como el lector juegan ya con nuestra identificación cotidiana del mundo real con el material. Naturalmente, es la víctima la que sufre la agresión física, pero el crimen por el que se pide que pague el asesino parece ser el no material, cometido contra la norma.