Gabriel Velázquez nos tiene acostumbrados a tratar muchos temas en sus películas, la diversidad visual y narrativa hace de su cine una nueva aventura en cada propuesta.
Pero si hay algo en común en sus temáticas, y es que todos los personajes buscan su propia identidad, ya sea por medio de la música, por los cambios de ciudad, por el trabajo o por su entorno. Ahora regresa con Subterranean tras habernos regalado Zaniki, todo un canto a la libertad musical y de vida.
Ahora junto con Manuel García presenta Subterranean, una de las propuestas de su mano más colorida visualmente, con la música como otro personaje más, y toda una road movie en busca de los sueños, ya que, aunque la mayor parte de la cinta se centra en el periodo donde los protagonistas están en Los Ángeles, nos muestra ese proceso de dejarlo todo y mirar hacia metas más complacientes para ellos.
Vivir en Madrid y con un buen trabajo no era lo suficientemente atractivo para sus vidas. Pablo y Marieta deciden con 45 años, que esa vida de supuesta estabilidad lo sería exterior porque interiormente no lo sentían así, y deciden dar un vuelco de 180 grados y se lanzan a lo lograr su sueño americano: vivir de la música.
Ahora sobreviven en Los Ángeles, transitando entre su furgoneta y casa de amigos, su sueño de ser estrellas del rock es lo que quiere y lo que persiguen. El síndrome Peter Pan es buena definición para ellos, no quieren dejar de ser jóvenes, se resisten a abandonar esa etapa donde la ilusión está por encima de todo, y siguen al pie del cañón con el ansia de llegar a triunfar en cualquier momento.
Hay diferentes enfoques durante todo el metraje, la relación personal, y la vida laboral. Puede que en estas vidas que llevan Pablo y Marieta ambas no se puedan separar, o que ellos mismos no separen, aunque a toda costa busquen la independencia de los roles sociales acaban avocados a estar inmersos en ellos, aunque no sea lo que practiquen en primera instancia, quieren una vida loca, joven y sin freno.
Las luces y las sombras están siempre reflejadas en ellos, en sus escenarios, esos colores vitales que son los que destacan la faceta artística y toda la energía que desprenden, y luego sin dejar el colorido pasan a la fase más gris, donde la realidad se agolpa a base de situaciones que llevan al espectador a interpretar lo que buscan bajo el prisma de los sueños, pero con las cicatrices y matices agridulces de las piedras en el camino que se encuentran.
70 minutos en Subterranean que se desenvuelven con soltura, con una cámara que encuentra a los personajes en las situaciones más dispares, histriónicas al mismo tiempo que naturales. Los diálogos son pura cámara oculta y en movimiento, no hay trampa ni cartón, en ellos, porque la fluidez y nitidez de verdad que desprenden no da margen a ser improvisados, todo lo contrario, vividos desde el interior de la persona.
Quedarse solo en la historia docurock de esta pareja no sería lo lógico tras ver el documental. La película busca mostrar la trastienda y el trasfondo de un escenario como son los sueños dentro del mundo de la música y la noche.
Subterranean, tras haber pasado por la pasada edición del Festival de Gijón en la Selección oficial a competición (Sección «Albar»), el viernes 14 estará en Cineteca teniendo coloquio posterior a la proyección con los directores.