«El antisemitismo es tan insensato y reprobable como la acción sangrienta y, sobre todo, incruenta del cristianismo contra los gentiles» [Anmerkungen II, 77][1]HEIDEGGER, Martin. 2015. Anmerkungen I-V (Schwarze Hefte 1942–1948) (GA 97). Frankfurt am Main: Vittorio Klostermann, p. 159, «la atrocidad de las cámaras de gas […] crímenes públicamente denunciables» [Anmerkungen I, 151][2]Ibíd., p. 99 o «la locura criminal de Hitler» [Anmerkungen V, 21][3]Ibíd., p. 444 son tres enunciados, referidos a un célebre período histórico que, en general, no deberían atraer la atención de nadie, toda vez que entrañan mensajes comúnmente aceptados en pleno siglo XXI.
No deberían llamar la atención de nadie, decía, salvo porque no se trata de un emisor cualquiera, sino que es Martin Heidegger quien los escribe, en el cuarto volumen de sus Cuadernos Negros, titulado Anmerkungen (Anotaciones), redactado entre los años 1942 y 1948, y la historia del caso Heidegger es, por desgracia, harto conocida. Emmanuel Faye, Víctor Farías, Peter Trawny, Donatella di Cesare y algunos otros han intentado hacer pasar por serios y objetivos una serie de libelos a través de los que, desconociendo por completo la ingente labor del pensar heideggeriano, pretenden por todos los medios, bajo la acusación de nacionalsocialismo y antisemitismo, socavar el pensamiento de uno de los filósofos fundamentales de la historia del pensamiento.
Al caso Heidegger le sigue otro episodio como es la publicación de los tres primeros volúmenes de los mencionados Cuadernos, en realidad un puñado de notas y aforismos no siempre felices, trabajo ingente que le confía Friedrich-Wilhelm von Herrmann, profesor emérito en Friburgo y último asistente personal de Heidegger, a Peter Trawny. Arrepentido, lo que von Herrmann denuncia un tiempo después, tras haber roto toda relación con Trawny, es que éste ha aprovechado la edición de los Cuadernos para, además de realizar una serie de pueriles observaciones al final de dicha edición, en forma de epílogo –algo que había prohibido Heidegger para su obra-, se ha lucrado con conferencias, artículos e incluso un libro, en los que analiza el supuesto nazismo ontológico de Heidegger. Como era de esperar, a Trawny se le han sumado algunos pocos intelectuales que conocen la jerga heideggeriana (y no sus ideas), junto a un puñado de periodistas, azarosos exegetas, que sólo repiten las tesis –o así- de Trawny y los demás. A saber: que, desde ahora, sólo se puede leer a Heidegger a partir de la perspectiva de sus ideas nacionalsocialistas acerca del judaísmo.
La única contrarrespuesta posible –y de esa forma lo decidieron, por su parte y cada uno a su manera, Derrida, Gadamer, Fédier, Badiou, France-Labord, von Herrmann o Alfieri- es poner en marcha la maquinaria de la verdad, refutando cada una de las invenciones que ofrecen, además, tan nulísima erudición. Que esa maquinaria echase a andar sólo era posible evitando transgredir los principios básicos a los que debe atenerse toda obra filosófica. Por tanto, los trabajos y esfuerzos de los antedichos deben ser entendidos, ante todo, como una réplica. Se trataba de demostrar, punto por punto y observando escrupulosamente las estrictas reglas de la crítica, que los escandalosos juicios acerca de Heidegger se reducen en realidad a un tejido de aproximaciones, errores y tergiversaciones conscientes cuyo resorte último es el tipo de incomprensión que provoca toda malicia compulsiva. Dado, además, el apoyo de los medios de comunicación a una acusación tan extrema, era fundamental que se hiciera esta aclaración, quedando pues lo esencial: exponer la importancia del trabajo del pensamiento que Heidegger legó a la filosofía. Porque este pensamiento, con independencia de lo que especulen sus críticos, es muy probablemente uno de los pocos capaces de permitirnos enfrentarnos a un nihilismo terrible cuyo auge está lejos de haber terminado con el colapso del nazismo en 1945.
Sin duda, a lo largo de la historia se producen acontecimientos que expresan eficazmente el espíritu de una época. Algunos son de naturaleza política y económica. Otras se refieren a cuestiones culturales y filosóficas. Lo que gira en torno a la publicación de los Cuadernos negros de Heidegger es uno de esos acontecimientos y la reacción que ha provocado la publicación de los cuatro primeros volúmenes de los Cuadernos en Alemania permite comprender mucho mejor el presente de la industria cultural que el propio pensamiento de Heidegger. Estos Cuadernos son realmente muy complejos, tanto en su contenido como en su estilo. Su comprensión requiere un conocimiento profundo del pensamiento heideggeriano, especialmente de una de sus obras más difíciles, Aportes a la filosofía[4]HEIDEGGER, Martin. 1989. Beiträge zur Philosophie (Vom Ereignis) (GA 65). Frankfurt am Main: Vittorio Klostermann. Esta fue la razón que indujo a Heidegger a pedir la publicación de los Cuadernos sólo después de la publicación de todos los demás volúmenes.
Por el contrario, ha sucedido que la complejidad y la dureza de estos textos no sólo ha sido simplemente borrada, o no tanto, por ejemplificaciones periodísticas, sino por verdaderas invenciones y falsificaciones. La verdad a la que se refiere el título del libro de los señores von Herrmann y Alfieri no tiene nada que ver con la corrección de sus argumentos, sino con el deseo de liberar el pensamiento heideggeriano de las graves distorsiones que intentan cubrir sus contenidos, sean cuales sean, tratando de preservar así la filosofía del espectáculo mediático. El método seguido por von Herrmann y Alfieri para conseguir este resultado es muy claro y filológicamente correcto: «para cada colección de las Cuadernos Negros se propondrá una serie de pasajes selectos, expuestos en columnas donde frente a la traducción se reproduce el texto alemán y se evidencia en negrita los términos clave que poco a poco serán analizados»[5]HERRMANN, Friedrich-Wilhelm von y Francesco ALFIERI. 2019. Martin Heidegger. La verdad sobre los Cuadernos negros. Granada: Comares, p. 27 (en adelante, todas las citas irán consignadas entre paréntesis).. El lector dispone así de una herramienta fundamental, esto es, el texto original alemán, que se sitúa siempre en su contexto, enriquecido por una serie de comparaciones con pasajes similares, explicados en su conexión con los volúmenes publicados por Heidegger, es decir, con su obra filosófica.
Hagámonos entonces las preguntas necesarias como, por ejemplo, ¿de qué tratan los Cuadernos? Responderemos: los temas son numerosos y diversos. ¿Cómo se habla de ellos? En un estilo esencial –notas más o menos desarrolladas- y a menudo muy polémico. Habría que empezar por ofrecer algunas muestras, como las relativas a Nietzsche, de quien Heidegger afirma no haberse dado cuenta de que: «su derrocamiento del platonismo, es decir, el planteamiento de la vida como la realidad fundamental exclusiva –un planteamiento que también vuelve obsoleta la discernibilidad entre el más acá y el más allá-, en el fondo tenía que obrar en sentido contrario a su más íntimo objetivo del hombre superior y logrado (los grandes ejemplares), pues con aquel planteamiento queda legitimada por sí misma la masificación de lo viviente y de su apremio a vivir. Pero el reconocimiento de tal masificación como terreno y resistencia para el individuo no es más que una apariencia, porque acto seguido los propios individuos únicamente pueden saber de sí como meros encargados de la vida, y por tanto en beneficio de las masas y de su prosperidad y dicha. Lo único que le queda a su voluntad propia es el eco de la vida y de su incremento, y todo viviente en cuanto tal anunciará su reivindicación del derecho a vivir, y la creciente reivindicación incrementará la vida» (Reflexiones IX, § 81 [104-105])[6]HEIDEGGER, Martin. 2017. Reflexiones VII-XI. Cuadernos Negros (1938-1939). Madrid: Trotta, p. 211.
O, por ejemplo, a la Universidad, reducida cada vez más a un negocio –he aquí un ejemplo de profecía heideggeriana que se cumple- también porque «un cuerpo docente que elude el esfuerzo del verdadero pensar y de la larga meditación no debe asombrarse si la revista y el cine, si meros listados y curvas, se encumbran convirtiéndose en los medios predilectos de formación y si la devastación del espíritu se toma como el espíritu mismo» (Reflexiones XIV [93])[7]HEIDEGGER, Martin. 2019. Reflexiones XII-XV. Cuadernos Negros (1939-1941). Madrid: Trotta, p. 196.
No escasean tampoco las escritas contra el americanismo, frente al que Heidegger defiende el Russentum, el carácter ruso: «es la manifestación historiográficamente constatable del forzoso final penoso de la modernidad en la devastación. Con lo inequívoco que tienen la brutalidad y el empecinamiento, el mundo ruso tiene, al mismo tiempo, unas fuentes arraigadas en su tierra, la cual se ha prescrito a sí misma una univocidad universal. Frente a ello, el americanismo es un amontonamiento de todo, un amontonamiento que siempre significa, al mismo tiempo, un desarraigo de lo amontonado […] Ahora se evidencia la nulidad metafísica de su historia. Sólo tratan de salvar esta nulidad y, con ello, contribuyen por su parte a la devastación». (Reflexiones XV [8-10])[8]Ibíd., pp. 222-223. O, sin duda, el catolicismo, verdadero y constante objetivo polémico de los Cuadernos Negros, también y sobre todo por su poder político durante el período nacionalsocialista: «combatir el catolicismo como ese centro que ha transformado pasándose a la espiritual y lo político, junto con todo el firme entramado interior de su organización reforzadamente eclesiástica, es una exigencia fundamental» (Reflexiones y Señas III, § 184 [122-123])[9]HEIDEGGER, Martin. 2015. Reflexiones II-VI. Cuadernos Negros (1931-1938). Madrid: Trotta, p. 15.
De esto no hay nada en la polémica periodística, a la que han cedido algunos académicos. Una controversia que se centra exclusivamente en «catorce pasajes textuales que se refieren a los judíos o al judaísmo mundial en los volúmenes 95, 96 y 97 de las obras completas» y que «constituyen apenas tres páginas en formato A4, frente a las 1.250 páginas englobadas en estos volúmenes» (XVIII). Hay dos elementos más serios y significativos en esta polémica. La primera es que ha sido llevada a cabo sobre todo por publicistas que no han leído los Cuadernos, sino que se han limitado a reiterar lo dicho por su editor, Trawny, y por quien, en Italia, ha retomado la tesis, Donatella Di Cesare.
El segundo elemento de importancia es que la traducción de algunos términos clave del texto heideggeriano ha sido distorsionada y orientada ideológicamente hacia el primer y último objetivo de la propia polémica: demostrar que Heidegger era antisemita. Dos ejemplos lo demuestran claramente: por un lado, en el texto italiano, la traducción de la periodista Alessandra Iadicicco de Judentum como judaísmo en lugar de carácter judío, exactamente tal como hace para las otras expresiones nacionales del mismo jaez –Russentum, Slaventum, Chinesentum, Amerikanertum– confirma las «pre-comprensiones nacidas de la discusión instrumental sobre los Cuadernos negros», una toma de partido que «se ubica mucho más allá de las reales intenciones de Heidegger» (163).
Hasta tal punto llega el demérito que la propia traductora explica que se niega a traducir el término como ha hecho con los otros. Pre-comprensión y toma de partido, no hermenéutica. Por el otro, la traducción-interpretación de Di Cesare (en su Heidegger y los judíos: los cuadernos negros) del término Werwüstung como desertificación en lugar del más correcto –en el contexto- devastación se explica por el hecho de que al ser los judíos el pueblo del desierto, la crítica heideggeriana a la desertificación confirmaría el antisemitismo del filósofo (sic). Di Cesare hace una reductio de toda la vía heideggeriana al antisemitismo, confirmada por su afirmación de de que «un solo paso antisemita es suficiente para sentir la necesidad de cuestionar toda la filosofía heideggeriana»[10]DI CESARE, Donatella. 2014. Heidegger e gli ebrei. I «Quaderni neri». Torino: Bollati Boringhieri, p. 440
Entre otros muchos nombres posibles, Lutero, Marx, Frege y hasta Simone Weil fueron marcadamente antisemitas[11]Vid., ROUDINESCO, Elizabeth. 2011. A vueltas con la cuestión judía. Barcelona: Anagrama; LESSING. Théodore. 2011. La haine de soi: Le refus d’être juif. Paris: Pocket; CHENAVIER, Robert. 2021. Simone Weil, une juive antisémite? Éteindre les polémiques. Paris: Gallimard. ¿Es esto suficiente para sentirse obligado a cuestionar la Reforma, el materialismo histórico, la contribución fundamental de Frege a la lógica o las claves paradójicas de lo humano, lo sagrado y la existencia pensadas por Weil? Y, sobre todo, ¿era Heidegger antisemita? Peor aún: ¿era Heidegger un antisemita nacionalsocialista? La respuesta es no, no lo era. Y así lo demuestra, además, la lectura directa de los catorce pasajes en los que el filósofo aborda el tema del judaísmo. El núcleo de la ideología nazi es la forma más radical de racismo, su modalidad biológica. Pues bien, sobre el principio de la raza, Heidegger se expresa en estos términos: «La brutalitas del ser tiene como consecuencia […] que el hombre mismo, en cuanto que ente, se convierta de propio y plenamente en factum brutum, y que fundamente su animalidad con la doctrina de la raza. Por eso, esta doctrina de la vida es la forma más plebeya y ramplona como esa dignidad que la diferencia del ser tiene de que preguntemos por ella se hace pasar –sin barruntarla en lo más mínimo- por algo obvio. El enaltecimiento del hombre mediante la evasión hacia la técnica, la explicación a partir de la raza –la nivelación de todos los fenómenos igualándolos a una forma fundamental de expresión de…, todo eso siempre es correcto y evidente para cualquiera, porque aquí no hay nada que preguntar, puesto que la pregunta por la esencia de la verdad resulta inaccesible de entrada» (Reflexiones XI, § 42 [55-58])[12]HEIDEGGER, Reflexiones VII-XI, Op. Cit., pp. 333-334.Para redondear la campaña –y conscientes, como son, de que en Heidegger no se encuentra ninguna forma de principio racial o biológico-, Trawny y Di Cesare prefieren centrarse en un antisemitismo histórico-ontológico y en un antisemitismo metafísico, basado en la acusación de que el carácter judío (Judentum) es sin mundo. El error aquí es evidente y proviene de no tener en cuenta el uso que Heidegger hace de la expresión Weltlosigkeit en su obra. De hecho, en los Cuadernos, sólo encontramos un rastro del término sin mundo (Weltlosigkeit) en este pasaje. Quizá sorprenda a sus censores, pero la ausencia de mundo en Heidegger no es exclusiva del personaje judío (Judentum) sino, más bien, del hombre comprometido por la era moderna cuya comprensión del mundo se filtra a través del pensamiento calculador. En efecto, el término Weltlosigkeit se encuentra también en las Conferencias de Friburgo pronunciadas en el semestre de invierno de 1929/30, Los conceptos fundamentales de la metafísica, en las que se examina largamente una tripartición en la que la piedra es sin mundo, el animal es pobre en mundo y el hombre es formador de mundo[13]HEIDEGGER, Martin. 1983. Die Grundbegriffe der Metaphysik. Welt – Endlichkeit – Einsamkeit (WS 1929/30) (GA 29-30). Frankfurt am Main: Vittorio Klostermann, p. 274.
Heidegger se pronuncia claramente sobre el antisemitismo, que considera insensato y reprobable (Anmerkungen II [77])[14]HEIDEGGER, Anmerkungen I-V…, Op. Cit., p. 159. Más allá incluso de esta declaración explícita, el hecho central es que «no hay rastro de que Heidegger atribuya una esencia metafísica al judío» (200). El análisis realizado por Leonardo Messinese confirma el hecho de que «por parte de Heidegger no emerge la atribución al pueblo judío en cuanto tal de un papel negativo en la historia del ser, sino más bien su equiparación a otros pueblos y a otras formaciones políticas y culturales» (333).
Existe, para no faltar a la verdad, una frase en los Cuadernos que sí posee tintes antisemitas, tan sólo una: «el judaísmo mundial, espoleado por los emigrantes a quienes se ha permitido salir de Alemania, resulta esquivo en todas partes y, a causa de todo el despliegue de poder, no necesita participar nunca en acciones bélicas. Lo único que nos queda frente a eso es sacrificar la mejor sangre de los mejores de nuestro propio pueblo» (Reflexiones XV [17])[15]HEIDEGGER, Reflexiones XII-XV, Op. Cit., p. 226. En su libro, von Herrmann la explica como una crítica al hecho de que, mientras en la Primera Guerra Mundial, los ciudadanos judíos alemanes participaron en el conflicto, en la Segunda Guerra Mundial no se les permitió hacerlo. Aparte de esta explicación, que no me parece demasiado convincente, todo hay que decirlo, el resto de textos siguen siendo absolutamente fundamentales para comprender las tesis expresadas en los Cuadernos y documentan la crítica de Heidegger al nacionalsocialismo y a Hitler, a la que se opone el sentido y la función de la filosofía.
Para Heidegger, el nacionalsocialismo es una expresión de la hybris, de lo gigantesco, de la desproporción calculadora que impregna la modernidad.
Esto es, de una práctica del mundo que habla de la sangre y del suelo, pero que luego lleva a cabo «una urbanización y una destrucción de la aldea y de la granja en proporciones tales que no hace mucho tiempo nadie podía prever» (Reflexiones XI, § 1 [1-5])[16]HEIDEGGER, Reflexiones VII-XI, Op. Cit., pp. 304-305. O su explicitación del nacionalsocialismo como «un principio barbárico» (Reflexiones y señas III, § 206 [136])[17]HEIDEGGER, Reflexiones II-VI, Op. Cit., p. 158, que «queda fuera de ámbito del saber esencial. Eso no impide que semejante ajetreo trate de proporcionarse un prestigio público con una bibliografía desmesurada y alborotadora y… depredadora» (Reflexiones XI, § 55 [77-78])[18]HEIDEGGER, Reflexiones VII-XI, Op. Cit., p. 345.
A esta desmesura, a «la sorda brutalidad del Tercer Reich» (Anmerkungen I [126])[19]HEIDEGGER, Anmerkungen I-V…, Op. Cit., p. 82, a la «maldad [Unwesen] irresponsable [umhertobte] con la que Hitler arrasó en Europa» (Anmerkungen III [46-47])[20]Ibíd., p. 250, Heidegger opone el trabajo filosófico, su radicalidad, su medida, su necesaria libertad. Si uno no es filósofo, podría considerar que tal intento es inútil, pero es lo que los filósofos, incluido Heidegger, han practicado siempre, porque sin libertad no hay filosofía ni humanidad. También a la luz de esto, Heidegger admite que su adhesión inicial al nacionalsocialismo fue un error nacido de haber considerado, entre 1930 y 1934, que «el nacionalsocialismo era la posibilidad de una transición a un nuevo comienzo […] Con ello se estaba conociendo mal y se estaba infravalorando este movimiento […] cómo me había confundido antes en lo relativo al carácter y a la fuerza histórica esencial del nacionalsocialismo»(Reflexiones XI, § 53 [76])[21]HEIDEGGER, Reflexiones VII-XI, Op. Cit., pp. 343-344. En general, como escribe Gadamer en una carta de 1987 dirigida a von Herrmann, a raíz del caso Farías: «los errores y debilidades de Heidegger no son presumiblemente ni distintos ni peores que los que cualquier otro ser humano en circunstancias comprometidas se halla en riesgo de cometer» (306).
La confirmación existencial –no teórica, pero en todo caso importante- de la ajenidad de Heidegger al antisemitismo son sus relaciones siempre proactivas con colegas y amigos judíos. En 1928 escribió a su esposa Elfriede que los mejores de sus alumnos eran judíos, es decir, los que más tarde serían conocidos: Jonas, Löwith, Arendt. La delicada y dolorosa cuestión de sus relaciones con Husserl también debe ser aclarada en cuanto a la forma en que se desarrolló, con debilidades y flaquezas en su relación con Husserl. La breve contribución biográfica del hijo de Heidegger, Hermann, ofrece un resumen:
«Hasta 1933, Edmund Husserl fue el amigo paterno de Martin Heidegger […] Esta amistad concluyó por voluntad del matrimonio Husserl. En efecto, se habían dado cuenta de que Martin Heidegger no encauzaba sus indagaciones en la estela trazada por Husserl con su fenomenología, dado que estaba recorriendo otras vías de pensamiento. Junto con otros docentes, Edmund Husserl había sido alejado ya de la Universidad de Friburgo antes incluso de que Martin Heidegger fuera nombrado rector. Justo después de dicho nombramiento, éste consiguió interceder ante el Ministerio de Cultura de Baden para que Husserl y otros tres docentes judíos pudiesen volver a la Facultad de Filosofía, cosa que sucedió por decreto del 18 de abril de 1933. Los libros de Husserl se quedaron en la Facultad. No se puede acallar el hecho de que el rector Heidegger prohibiese en Friburgo la quema de libros programada por los nacionalsocialistas» (339).
Ha llegado el momento, pues, de comprender lo que parece ser el verdadero núcleo teórico de toda la cuestión, y que consiste en que la oposición de Heidegger al principio judeocristiano entendido como principio monoteísta de la Identidad, frente al cual propone y defiende una ontología de la Diferencia: «Sobre la doctrina de los dioses. Jehová es ese dios que ha afirmado ser el dios elegido y no tolerar otros dioses junto a él. Muy pocos entienden que incluso este dios debe contarse necesariamente entre los dioses; ¿cómo, si no, podría ser elegido? De ahí surgió el dios único, fuera del cual (praeter quem) no hay otro. ¿Qué es un dios que se eleva por encima de los demás como el elegido? En cualquier caso, nunca es el dios por antonomasia, suponiendo que lo así concebido pueda ser alguna vez divino» (Anmerkungen IV [62])[22]HEIDEGGER, Anmerkungen I-V…, Op. Cit., p. 369.
Por tanto, puede decirse que Heidegger no es antisemita, sino que es sencillamente pagano. Todo esto no tiene nada que ver con el nacionalsocialismo y el siglo XX, sino que es una opción ontológica a favor de lo Múltiple y en contra de lo Uno. La misma opción –declinada en contextos muy diferentes, bien es verdad- de La Boétie o Voltaire. En efecto, «los dioses más lejanos se sonríen de este paroxismo» (Reflexiones XI, § 40 [53])[23]Ibíd., p. 331. El escándalo, pues, «no son los catorce pasajes de las Reflexiones en cuestión: el escándalo es tan solo el modo –falsificador, difamatorio, profundamente falso- de relacionarse con ellos» (12).
Es un escándalo comprensible ante las necesidades humanas, demasiado humanas, de carrera y visibilidad de algunos académicos, pero no menos grave en su distorsión hermenéutica. Este libro fundamental de von Herrmann y Alfieri opone a estas actitudes la riqueza de la documentación textual y el rigor de la hermenéutica basada en ella. Tienen razón Badiou y Finkielkraut, como recuerda Claudia Gualdana, en su precisa –por cierto que también periodística, en el mejor de los sentidos- reconstrucción de los acontecimientos mediáticos que en Italia acompañaron la publicación de los cuatro primeros volúmenes de los Cuadernos Negros.
Badiou escribe: «En 2015 tengo previsto publicar mi seminario de 1987 sobre Heidegger. Quizás escriba un pequeño prefacio sobre la tenaz conspiración de la hermenéutica moral. Más allá del caso Heidegger […] es absolutamente importante hacer admitir en todas partes que uno puede ser o haber sido anticomunista, estalinista, filósofo, antisemita, hostil a las mujeres, feminista, monárquico, demócrata, militarista, nacionalista, resistente, nazi o mussoliniano, homosexual, sexualmente conformista, internacionalista, colonialista, igualitario, aristocrático […], y seguir siendo un filósofo de la mayor importancia. Los exámenes de moralidad, de democracia media, de bondad ideológica, de no criminalidad, de incomprensibilidad absoluta –pureza ideológica, en definitiva, término que estos buenos apóstoles inquisitoriales hacen pasar como propio de quienes deben ser purgados, cuando ellos son su encarnación más perfecta- son intolerables. No deben ser tolerados. ¡Abajo los pequeños maestros de la purificación de la filosofía!» (428). Y el muy judío Finkielkraut declara en el Congreso de 2015, celebrado en torno a los Cuadernos Negros en la Biblioteca Nacional de París, que «le horrorizaba este anti-heideggerianismo» (7).
Así que, allende su infinita contribución al pensamiento filosófico –algo que los periodistas y académicos parecen ignorar, quizá porque no han leído al pensador[24]Por cierto que incluso ciertos filósofos críticos con Heidegger como Derrida, Lacoue-Labarthe, Nancy o Lyotard han sabido ver en él, al menos, a un pensador de suma importancia.- tendríamos que destacar en Heidegger una extrañísima, paradójica cualidad, que haría sonrojar al Übermensch nietszcheano: nada menos que haber devenido, parece ser, un antisemita cuyas principales amantes y amigas íntimas son judías (Hannah Arendt, Elisabeth Blochmann, Lily Szilasi…), cuya amistad con la viuda de Husserl se restaura años después por decisión del propio Heidegger o, si se quiere, su admiración, jamás ocultada, por Celan.
Así como también un antisemita que intervino, al menos, en tres casos a favor de colegas judíos de otras facultades, como los profesores von Hevesy, Pringsheim y Fraenkel, ya mencionado, así como también apoyó a tres de sus estudiantes, Kristeller, Brock y Weiss, con cartas y recomendaciones para que pudiesen trasladarse a universidades en el extranjero. Esto último, además, confirmado sin género de duda por Hans Jonas en sus Memorias, donde explica cómo Kristeller, tiempo después, le dijo al propio Jonas que no tenía nada en contra de Heidegger, toda vez que este le había preparado el camino cuando se expatrió y le ayudó a encontrar trabajo con nada parcas recomendaciones personales[25]JONAS, Hans. 2005. Memorias. Madrid: Losada, p. 131. Por último, un antisemita extraño, en suma, amigo íntimo de algunos intelectuales nada proclives, en principio, a simpatizar con el nacionalsocialismo, como el neurólogo Viktor Frankl, cuyo despacho estuvo adornado hasta el final, entre otras cosas, con una fotografía de Heidegger y él.
En fin, no creo que sea necesario decir mucho más sobre esta cuestión, habida cuenta de lo nítido de los hechos. Ruego al lector que disculpe, por un instante, mi vehemencia con respecto a la cuestión Heidegger. Sólo creo que debemos seguir pensando, poetizando como él, en ese complejísimo camino, lleno de recovecos serpenteantes, con la esperanza de que, gracias a esa publicación de von Herrmann y Alfieri, y los esfuerzos de unos y otros, se despejen las insidiosas nubes que pesan, todavía, sobre Heidegger. Bastarán las palabras de Philippe Sollers, que hago mías, para alcanzar el final de esta reflexión con respecto al libro que aquí comentamos:: «Esta edición crítica y científica de los Cuadernos de Heidegger debería, en mi opinión, barrer todas las represiones interesadas en oscurecer su obra, pero no hay que contar con ello porque la pasión del no-pensamiento es demasiado común»[26]SOLLERS, Philippe. 2018. «La mauvaise littérature est profondément sourde, d’où l’enthousiasme qu’elle suscite dans la surdité générale du marketing», en Putsch (Mars 2018). Disponible en: < https://putsch.media/20180305/interviews/interviews-societe/philippe-sollers-la-mauvaise-litterature-est-profondement-sourde-dou-lenthousiasme-quelle-suscite-dans-la-surdite-generale-du-marketing/>. [Fecha de consulta: el 17 de octubre de 2021].
Título: Martin Heidegger. La verdad sobre los cuadernos negros |
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Referencias
↑1 | HEIDEGGER, Martin. 2015. Anmerkungen I-V (Schwarze Hefte 1942–1948) (GA 97). Frankfurt am Main: Vittorio Klostermann, p. 159 |
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↑2 | Ibíd., p. 99 |
↑3 | Ibíd., p. 444 |
↑4 | HEIDEGGER, Martin. 1989. Beiträge zur Philosophie (Vom Ereignis) (GA 65). Frankfurt am Main: Vittorio Klostermann |
↑5 | HERRMANN, Friedrich-Wilhelm von y Francesco ALFIERI. 2019. Martin Heidegger. La verdad sobre los Cuadernos negros. Granada: Comares, p. 27 (en adelante, todas las citas irán consignadas entre paréntesis). |
↑6 | HEIDEGGER, Martin. 2017. Reflexiones VII-XI. Cuadernos Negros (1938-1939). Madrid: Trotta, p. 211 |
↑7 | HEIDEGGER, Martin. 2019. Reflexiones XII-XV. Cuadernos Negros (1939-1941). Madrid: Trotta, p. 196 |
↑8 | Ibíd., pp. 222-223 |
↑9 | HEIDEGGER, Martin. 2015. Reflexiones II-VI. Cuadernos Negros (1931-1938). Madrid: Trotta, p. 15 |
↑10 | DI CESARE, Donatella. 2014. Heidegger e gli ebrei. I «Quaderni neri». Torino: Bollati Boringhieri, p. 440 |
↑11 | Vid., ROUDINESCO, Elizabeth. 2011. A vueltas con la cuestión judía. Barcelona: Anagrama; LESSING. Théodore. 2011. La haine de soi: Le refus d’être juif. Paris: Pocket; CHENAVIER, Robert. 2021. Simone Weil, une juive antisémite? Éteindre les polémiques. Paris: Gallimard |
↑12 | HEIDEGGER, Reflexiones VII-XI, Op. Cit., pp. 333-334 |
↑13 | HEIDEGGER, Martin. 1983. Die Grundbegriffe der Metaphysik. Welt – Endlichkeit – Einsamkeit (WS 1929/30) (GA 29-30). Frankfurt am Main: Vittorio Klostermann, p. 274 |
↑14 | HEIDEGGER, Anmerkungen I-V…, Op. Cit., p. 159 |
↑15 | HEIDEGGER, Reflexiones XII-XV, Op. Cit., p. 226 |
↑16 | HEIDEGGER, Reflexiones VII-XI, Op. Cit., pp. 304-305 |
↑17 | HEIDEGGER, Reflexiones II-VI, Op. Cit., p. 158 |
↑18 | HEIDEGGER, Reflexiones VII-XI, Op. Cit., p. 345 |
↑19 | HEIDEGGER, Anmerkungen I-V…, Op. Cit., p. 82 |
↑20 | Ibíd., p. 250 |
↑21 | HEIDEGGER, Reflexiones VII-XI, Op. Cit., pp. 343-344 |
↑22 | HEIDEGGER, Anmerkungen I-V…, Op. Cit., p. 369 |
↑23 | Ibíd., p. 331 |
↑24 | Por cierto que incluso ciertos filósofos críticos con Heidegger como Derrida, Lacoue-Labarthe, Nancy o Lyotard han sabido ver en él, al menos, a un pensador de suma importancia. |
↑25 | JONAS, Hans. 2005. Memorias. Madrid: Losada, p. 131 |
↑26 | SOLLERS, Philippe. 2018. «La mauvaise littérature est profondément sourde, d’où l’enthousiasme qu’elle suscite dans la surdité générale du marketing», en Putsch (Mars 2018). Disponible en: < https://putsch.media/20180305/interviews/interviews-societe/philippe-sollers-la-mauvaise-litterature-est-profondement-sourde-dou-lenthousiasme-quelle-suscite-dans-la-surdite-generale-du-marketing/>. [Fecha de consulta: el 17 de octubre de 2021] |