El despacho se encuentra en penumbra y neblinoso a causa del tabaco, pero no necesito luz para pensar. Oigo un coche detenerse en el callejón, juraría que un Studebaker. Al rato otro más, y de este no se escucha sonido de puertas. Es raro tanto movimiento, me huele a la secreta.
Miro a la entrada convencido de que alguien viene a verme. En el cristal se lee: rotagitsevnI etavirP retraC nosaJ. Finalmente el ritmo de los tacones me da la razón como un mensaje cifrado, y la claridad se pierde tras una figura que se recorta redondeada y sensual. Llama, gruño y entra. Se acerca y en lo umbrío de la sala creo ver que es muy hermosa. Apostaría por ello. «Problemas. Una belleza en apuros con la poli detrás solo puede meterme en un lío. Y ya estoy un poco cansado de complicaciones».
Sin decir nada se sienta en mi mesa. Me levanto y me acerco a ella. La llama del cigarro ilumina el mundo de carmín antes de que agonice rodando por el suelo. El beso es apasionado; se le cae la pitillera de las manos. Me sirve como primer pago. Ella anota otro nombre en la lista de su corazón: yo acepto el caso.