Pobres criaturas (Poor Things, 2023), la nueva película de Yorgos Lanthimos, ha sido considera por Carlos Boyero, el crítico “más respetado” de España: un “asco”, una “tortura insufrible” y una “idiotez inacabable”, mientras dice de Oppenheimer ser un “espectáculo inteligente y deslumbrante”. De esta última, al parecer, no le sobran los minutos.
Gracias Nolan por traernos de nuevo otra historia sobre la epicidad del hombre. En las diez anteriores no nos había quedado claro.
Analicemos las partes. Mientras Robert Oppenheimer es aclamado, no solo por el público, sino por quienes han decidido contar su historia, enalteciendo el heroísmo de haber construido un arma de destrucción masiva (para llevar a cabo un puto exterminio, ¿o a esto no lo llamáis holocausto?), Bella Baxter es la “retrasada” que llena la prensa de titulares clickbait: “una Frankenstein feminista”. Porque ella no podía ser simplemente Bella Baxter, sino la reinterpretación de su referente masculino. No podía ser una novia cadáver timbartoniana, con la que, por cierto, tiene mucho más que ver. Tenía que ser Frankenstein.
Tiene gracia que sea precisamente el término retrasada lo que defina al personaje de Emma Stone. Para decir o hacer la que esta película ha venido a contar primero hay que ser retrasada. De esta forma solo su infantilismo y su deficiencia, podrían justificar sus actos. Porque una mujer en su “sano juicio” (que alguien de verdad me explique algún día esta frase), o en su “plena madurez”, respetaría los convencionalismos de la alta sociedad. “El saber estar”, qué importante es. En este sentido, Forrest Gump sea mejor retrasado, porque al menos respeta los convencionalismos sociales. Retrasado pero dentro de la norma.
Bella Baxter, en cambio, como ya es costumbre en el director, uno que por cierto le ofrece un papel protagonista a las mujeres y sus preocupaciones (al contrario de lo que hace Nolan), forma parte de una distopía que Lanthimos inventa para experimentar con la concepción del mundo tal y como lo conocemos. Algo que ha hecho con todas y cada una de sus películas, de Canino, a Langosta o Alps, y no con esta en concreto. Lo que Lanthimos nos muestra puede llegar a parecernos extremo. Pero solo porque desafía lo que hemos aprehendido, lo juzgamos porque lo podemos comparar.
Con este película, busca incomodar, escocer, provocarle el vómito a Boyero, para nuestro deleite, evidenciar que mientras el “hombre” (conceptualizado como sexual, pudiente y heroico, interpretado, en este caso, por el personaje que encarna Mark Ruffalo), alardea de haberse follado a más de 100 mujeres y se nos presenta como un apasionado conquistador, Bella Baxter es la mojigata que debe ser retrasada para que su actitud frente al sexo no incomode a nadie. Trata de imaginar a una mujer que confiese haberse follado a más de 100 hombres y dime ahora si te parece una apasionada conquistadora.
El director aprovecha también la ocasión para tocar otros temas «que incomodan» como el suicidio. De nuevo, necesariamente, para forzar una ruptura con el mundo tal y como lo conocemos. ¿Quién soy yo para devolverle la vida a quien ya no quiere vivirla? ¿Para condenarla a un sanatorio?, dice Godwin Baxter, Wiliem Dafoe, creador de Bella y médico poco convencional. Con esta afirmación, el guionista, Tony McNamara (también conocido por dar vida a Catalina la Grande en The Great), ofrece redención al suicida, al contrario de lo que ha hecho siempre la Iglesia (recordemos que la Iglesia niega el acceso de lo suicidas al Reino de los cielos, pues va en contra de la voluntad de Dios).
Por ello, Bella Baxter es una criatura creada para deconstruir, para manifestar el mal que lleva a su personaje al suicidio: una sociedad que reprime sus impulsos sexuales, que la posee y obliga a cumplir con el propósito divino, ser madre. Sin embargo, es aún más interesante la película cuando descubres que su personaje ni es ejemplar, ni pretende serlo. Lanthimos, y su guionista, saben bien y no lo pretenden ocultar, que no por ser mujer, su comportamiento debe ser mejor. Sin embargo, no se le juzga de la misma manera.
Así que, en verdad, Pobres criaturas los pobres de espíritu, porque ellos son los que se someten a la voluntad de Dios. Mientras, las suicidas, las «ninfómanas», las «prostitutas» y las mujeres sin hijos, brindamos en el infierno con un gin tonic, y le decimos adiós al Reino de los cielos.