Parece que no era el mejor día para salir, no tenía ganas de hablar, andar y ni siquiera de un soplo de aire en la cara, como era habitual en ella. No quiso ni asomarse a la ventana para ver el tiempo que hacía. Se entretuvo en casa, con la rutina; pese a haber madrugado, quedaba mucha tarea por hacer, y eso agobió más a María.
Tenía que haber salido a coger energía, se dijo a sí misma. Aunque indecisa, decidió coger su abrigo gris, sus zapatillas de paseo, sus gafas de sol y sus llaves. Cuando llegó a lo que era su meta de cada día y se iba a volver a casa, levantó la cabeza, quitó sus gafas de sol, que realmente no habían hecho falta porque no había levantado la cabeza en todo el paseo, vio como el sol estaba oculto. Hoy parecía que tampoco él quería salir.