«Why don’t you ride the pink one?» (¿Por qué no te montas en el rosa?), le espeta Gagin (Robert Montgomery) a una muchacha mexicana que no sabe qué caballito del carrusel escoger para montarse. La pregunta, como tal, puede parecer extraña, colocada en un noir clásico de la década de los 40. También la idea de un antiguo carrusel en el centro de una película de este género parece de alguna manera fuera de lugar. En el oscuro mundo de la delincuencia, la corrupción y la angustia típicamente asociados con estos films, se diría casi producto de la ensoñación o la magia. Pero es que Ride the pink horse (Persecución en la noche, 1947) es un noir muy peculiar, una «hero’s quest» que se sale de los márgenes tipificados a tal efecto. Dado que, además, es a finales de los 40 cuando surge este tipo de cine negro no urbano, cuyos protagonistas -habitualmente veteranos de guerra- se situarían en un escenario que los aliena pero que, a su vez, crearía el espacio necesario para reformular al antihéroe convencional y criticar así los valores sociales y domésticos al uso. Ride the Pink Horse ejemplifica esta pugna en forma de pequeña y típica ciudad del suroeste en la que entrechocan las culturas, las clases y la etnicidad.
En este sobresaliente canto al héroe solitario en tierra hostil, Robert Montgomery -inmenso actor y no menos ejemplar director- desarrolla aquí toda una poética del individualismo, aunque no sea la primera en su carrera. Recuérdese, si no, el exacerbado ejemplo de la versión que hiciera, un año atrás, de Lady in the lake (La dama del lago, 1946), donde la voz en off del detective privado Philip Marlowe se convertía en la cámara subjetiva del propio Montgomery al que apenas sí veíamos en pantalla. Pero Ride the pink horse es distinta y lo es porque mezcla, con absoluto ingenio y «savoir faire», el mundo de lo Real y lo onírico, lo mágico y los senderos básicos por los que transita, desde siempre, el thriller y el noir.
Esta fábula, que se desarrolla, mayoritariamente, durante la noche en un pueblecito mexicano, fronterizo con Norteamérica (que sirve, por cierto, al mítico guionista Ben Hecht para elaborar todo un retrato de la diferencia de clases), la protagoniza una caterva de personajes que parecen extraídos, si no ya de un cuento de los hermanos Grimm, al menos sí de una embriagadora leyenda heroica[1]En realidad, está basada en una bellísima novela de Dorothy B. Hughes, igualmente artífice de In a lonely place (llevada a la gran pantalla en 1950, por un Nicholas Ray en estado de gracia).: un tipo de pasado oscuro y descoyuntados ademanes, una hermosísima muchacha mexicana, un villano sordo con gigantismo y maneras de ogro y un feriante bonachón que se gana la vida con un tiovivo. El resto de los personajes carecen de relevancia, aunque ninguno esté de más ni moleste.
Lucky Gagin (Montgomery), el hombre «suertudo», trata de extorsionar al gánster que otrora asesinó a su amigo. En la pequeña ciudad que se viste de gala para las fiestas (idílico escenario que nos recuerda, de forma inevitable, a Bajo el volcán de Lowry y revisada en el Cine por Huston), Pila, una muchacha mexicana (interpretada de forma magistral por Wanda Hendrix, actriz poseedora de una belleza casi irreal), le seguirá por doquiera. Gagin vagabundea por los callejones del lugar y decide -ha sido ideado con antelación, pues las motivaciones de lo que nos es referido, así como parte de la trama, están ya, al comenzar la película, in medias res– evitar que sea la policía quien atrape a los criminales.
Lucha, es herido y finalmente, tras un viacrucis febril[2]Nos parece idóneo el uso de este término, que tomamos prestado de Noël Simsolo y su guía El Cine Negro (publicada por Alianza Editorial en 2007)., restituirá el orden, aunque no le corresponda quedarse en ese lugar. Por el camino, aparecen dos personajes fundamentales en la narrativa: el desgarbado y mamporrero criminal Frank Hugo (que utiliza un aparato para la audición, recordándonos al de Brian Donlevy y que servirá de instrumento de martirio en Agente Especial (Joseph H. Lewis, 1955) o, algo más lejos en el género, al que emplea para sus fechorías Gert Fröbe en James Bond contra Goldfinger (Guy Hamilton, 1964). El otro gran personaje es Pancho, el dueño del tiovivo, al que da vida un colosal Thomas Gomez.
Pero no existen, para estos personajes, ni los maniqueísmos ni el consuelo de las apologías. El comportamiento de los bienhechores y el de los villanos aparece lacrado por la ambigüedad y el pasado, por la turbiedad y los procederes desquiciados. Montgomery deambula y responde como si fuese un muerto en vida, el policía que le sigue a él y al mafioso (siniestro Art Smith) diríase sacado de un tribunal del infame senador McCarthy, el villano es despreciable incluso en su fealdad y el propio Pancho, que salva la vida de Gagin, se asemeja a un vulgar timador desde el principio. Quizás la bella Pila -contra lo que parece, nada inocente- sea el único personaje libre de los estigmas del humano y, por si acaso, puede contrastarse con la otra mujer de la película y amante del gánster, la torva Andrea King. Mas bien diríase ángel en medio de ese Purgatorio dantesco, con su romanticismo encantador y su amor incondicional por el maltrecho y pintoresco Gagin, que no es, ni por asomo, un príncipe de cuento. Todo lo más, un ingenuo avaricioso y vengativo que decide enfrentarse al ogro del lugar.
Lo que sucede en Ride the pink horse lo hace envuelto en un aura de fatalidad y violencia, filmado por una cámara que se expresa mediante movimientos lentos y con la fotogrsfía de Russell Metty como bendita culpable. No por nada,su trabajo en esta película recuerda al que desempeñara, años más tarde, para Orson Welles en Sed de mal (Touch of evil, 1958). Sea como fuere, es al final cuando, en noche oscura con ansias y de amores inflamada -así lo diría el inigualable San Juan de la Cruz- se resuelve tamaña fábula, de turbulenta abstracción y engaño. La figura de Zozobra, el Dios mexicano de la mala suerte, será quemado durante la fiesta, y sin embargo, Lucky, el misterioso recién llegado, el hombre sin identidad, estará rozando la muerte desde que es apuñalado por los mafiosos.
Los héroes no existen y el plan del protagonista nos resulta descabellado y sometido a la más pura improvisación. Empero, las cosas saldrán bien, unidas las fuerzas del día y la noche, en este lugar desolado y olvidado (no andan lejanos los ecos de Buñuel en su etapa mexicana) y hasta la propia Pila, verdadera valiente en toda esta función, desatará la admiración de sus amigas a partir de su blanco, inexistente romance con el norteamericano.
Puede que Gagin no sea, en el fondo, tan antihéroe.
Ficha técnica
Referencias
↑1 | En realidad, está basada en una bellísima novela de Dorothy B. Hughes, igualmente artífice de In a lonely place (llevada a la gran pantalla en 1950, por un Nicholas Ray en estado de gracia). |
---|---|
↑2 | Nos parece idóneo el uso de este término, que tomamos prestado de Noël Simsolo y su guía El Cine Negro (publicada por Alianza Editorial en 2007). |