*Spoiler alert*
Mrs. America narra la lucha de gigantes del feminismo de la segunda ola estadounidense y el gran muro de contención con el que se topó ese terremoto: la ultraconservadora Phyllis Schlafly. Creo que podríamos decir que visitamos la época a través de algunas de sus principales protagonistas, pero fundamentalmente a través de una interpretación de Cate Branchett soberbia, que encarna ese poder ejecutivo patriarcal de perlas, gesto impoluto, contención y represión. La encarnación (al menos aparente) de todos y cada uno de los mandatos de género. Represora en funciones, señora de bien, señora fetén y archienemiga del feminismo. Comprobamos a lo largo de los capítulos de la miniserie como a ella también le aprieta el zapato, pero como buena cristiana abnegada sufre y aguanta el tipo.
Si bien la miniserie recrea a muchas mujeres fundamentales en la lucha feminista estadounidense como: Shirley Chisholm, Gloria Steinem, Florynce Kennedy, Bella Abzug, Brenda Feigen Fasteau, Betty Friedan… no termina de aproximarnos a todas ellas con la misma profundidad y matices. Lo cierto es que la figura de Schalfly tiene el poder de una villana magnética, que termina por eclipsar gran parte de la narrativa.
De este modo la serie acaba cayendo en ambivalencias difíciles de resolver. Que aparezcan como posiciones igualmente válidas las de un movimiento que lucha por los derechos civiles que las de una señora que llegó a afirmar cosas como que la bomba atómica “era un regalo divino dado a nuestro país por la sabiduría de Dios” o que “el acoso laboral no era un problema para las mujeres virtuosas” es considerablemente perturbador.
Aunque precisamente la propia Blanchett, productora ejecutiva de la serie, manifestaba con respecto a este tema que «no queríamos una inclinación ni a lo liberal ni a lo conservador. Queríamos que esos personajes se sintieran como personas de verdad». Y desde luego lo han conseguido.
Pero parece que a algunas de las protagonistas representadas, no les ha gustado especialmente cómo se ha contado la historia. De hecho la propia Gloria Steinem mencionaba con respecto al planteamiento propuesto en la serie que:
«Es importante preguntar que, aunque unas mujeres pueden llegar a ser un problema para otras, no tienen el poder suficiente como para ser el gran problema. Las mujeres pueden ser adversarias, pero no las peores adversarias».
Más adelante insiste refiriéndose a la ultraconservadora:
“No creo que su campaña en contra cambiara nada. De hecho, ocurrió en el último minuto. Sin embargo, la industria de los seguros se opuso en bloque, porque si dejaban de segregar por sexo, actualizar las pólizas les costaría millones de dólares. La serie hace ver que unas mujeres son el peor enemigo de otras mujeres, un enfoque que nos impide reconocer a quiénes son nuestros verdaderos enemigos. Ese es el problema de este show tan ridículo. No por los actores, sino por el sentido de la historia».
Sin duda la serie puede generar mucho debate y más en un momento político como el actual de reactivación conservadora.
Unos de los aspectos que me parecen más controvertidos es que tras cada episodio se acaba reproduciendo un relato enmarcado en la subjetividad neoliberal: los personajes terminan por ocultar la lucha colectiva. De este modo se ensalza a las protagonistas y se oculta el caldo de cultivo que activó el movimiento feminista de la época y el movimiento antifeminista.
En su libro el feminismo es para todo el mundo, bell hooks, comenta al final del capítulo feminismo global que “nadie pone en duda que las occidentales, en particular las mujeres de Estados Unidos, han hecho una gran contribución a esta lucha y que esta debe continuar. La meta del feminismo global es tender puentes y unir las luchas globales para acabar con el sexismo, la explotación sexista y la opresión”.
Mientras veo el último capítulo de Mrs. America, en tiempos de pandemia y Trump, me pregunto si no estamos tanto ante una historia de vencedoras y vencidas, si no ante una historia sobre cómo las acciones políticas desarrolladas por mujeres, incluso en un momento álgido de politización pueden quedar fácilmente neutralizadas.