Un día a mediodía llega a mi trabajo mi ex-mujer. Me pregunta si puede hablar conmigo, que es urgente. Hace más de un año que no sé nada de ella (la relación no es buena, y no por su culpa). Los dos hijos que tenemos en común son ya mayores y estamos muy orgullosos de ellos.
Nos sentamos frente a frente, primero a la defensiva…pero en cuanto ella empieza a hablar siento que va a ser algo sincero.
Ella se volvió a casar con un buen hombre, de eso hace ya 2 décadas. Ahora, con 60 años, su relación es muy buena. Él era viudo y ella se convirtió en una madre para los dos hijos que tenia de su anterior matrimonio. Se puede afirmar que son una familia feliz.
Mi ex mujer me relata de manera pausada que tienen una casa en el campo donde suelen ir los fines de semana, que ella se queda muchas mañanas tomando el sol mientras su marido y sus hijos van a pescar. Muchos días sus suegros, que tienen una casa colindante, vienen a cenar y casi todos los desperfectos de la casa los arregla su suegro que es un “manitas”.
Hace unos seis meses su suegro empieza a ir todas las mañanas a reparar el techo del porche, ella aprovecha entonces para tumbarse en la hamaca y leer tranquilamente. Su suegro, un hombre cercano a los 80 y vigoroso por el trabajo físico de tantos años, sigue manteniendo un cierto atractivo (da gusto verle trabajar mientras no para de hablar de cosas triviales).
A ella le gusta la charla y verle trabajar, se siente más joven. Una mañana temprano, después de desayunar y antes de que llegue su suegro, mi exmujer se tumba desnuda en el césped a tomar el sol (como hace muchas mañanas). Esta vez y sin saber muy bien por qué, cuando oye la camioneta de su suegro no se levanta. Decide de manera consciente hacerse la dormida y abrir las piernas.
Su suegro aparca en la entrada (como siempre) y comienza su charla jovial de todos los días mientras sube las escaleras. Va a buscarla para saludarla. Su charla se para bruscamente cuando la ve.
Ella siente cómo el pulso se le acelera, se queda muy quieta, (pero … ¿quién duerme así?)
En este punto yo la pregunto. ¿¿¿Por qué me cuentas esto???
Ella me responde que sabe que es extraño que venga hoy aquí después de tanto tiempo (seguramente todavía me odia profundamente). Pero también me suplica si puede continuar.
Tres días más tarde su suegro llama a casa para decir que al día siguiente piensa ir a pintar y que si le parece buena hora las 11 de la mañana. Nada más colgar empieza a pensar cómo convencer a su marido para que mañana se vaya con los chicos al lago, “¿es terrible lo que estoy haciendo?”. -Piensa en voz alta. Como respuesta, mi exmujer hace todo lo contrario e intenta organizar la mañana fuera de casa en plan familiar. Pero su marido le responde que ha reservado para él y los niños unas clases de equitación.
A la mañana siguiente ella no se atreve a bajar al salón. Cuando llega su suegro y le saluda con normalidad, ella responde con voz débil. Él trabaja mientras ella le escucha desde arriba. En ropa interior se tumba en la cama y se masturba sin reparo alguno, esperando que su suegro lo escuche todo. Él para de trabajar y ella se queda en silencio, expectante, oyendo cómo se sienta en la silla del salón y se baja los pantalones…
En ese punto yo me levanto de la mesa y me excuso un momento, salgo fuera y empiezo a jurar en varios idiomas.
Entro y me dispongo a seguir escuchando.
Me pregunta cómo lo supere yo…
Cuando estaba engañándola con su propia hermana durante años, ¿cómo podía soportar el día a día?. ¿Cómo podía siquiera mirarla a la cara?. ¿Cómo podía respirar?
¿Y los niños?… ¿Cómo pude hacerlo?
Toda esta historia es un impresionante capítulo de Horace and Pete’s, la obra maestra de Louis CK.
El capítulo comienza con un impresionante monólogo de Laurie Metcalf de diez minutos de duración en primer plano, ella y la cámara, apabullante. Solamente por estos 40 minutos de capítulo, Metcalf se merecería un Emmy de manera instantánea. No es la primera vez que esta veterana actriz nos regala un monólogo demoledor. Ya en 1983 deslumbró con un parlamento de casi 20 minutos en Balm in Gilead y es una de esas grandes secundarias del cine y teatro americano, pertenecientes a eso que llaman supporting actor’s y que, palabra mucho más apropiada que en español, sirve para definir una profesión que conforma los pilares de cualquier obra audiovisual.
Louis la produce, guioniza, protagoniza y (lo más importante) la vende y distribuye él mismo en su web, a un precio muy bajo. No quería venderla a ninguna cadena para que el espectador llegara virgen al visionado. O simplemente intuyó que la vida comercial de su obra iba a ser muy limitada.
Cada capítulo tiene la duración necesaria, pueden ser 30 minutos o 60, no importa, solo importa el desarrollo dramático y narrativo. Los dos primeros episodios nos presentan a los personajes de manera superficial, casi de refilón. Son personas tristes y derrotadas, aunque aún no sepamos por qué.
A lo largo de la temporada nos implicamos cada vez más en la vida de esta peculiar familia. Por otra parte, la fauna heterodoxa que sirve de clientela, intenta ser representativa de una parte de la sociedad de los EEUU. El bar de Horace parece una réplica exacta de The Iceman Cometh, la película de John Frankenheimer, lugar repleto de perdedores humanistas, sueños rotos, en definitiva: la otra cara del sueño americano.
Una historia dura, valiente y arriesgada que sería impensable por estos lares.
Por esta obra maestra y por Louie, por Baskets, por Better Things…por todos estos prodigios televisivos, duele e indigna aún más los abusos de poder de los que era capaz este hombre calvo, viejuno, gordo y brillante, sobre todo brillante.
A las mujeres que le sufrieron seguramente no les importe ni lo más mínimo lo brillante que pueda llegar a ser.
Viendo ahora de nuevo el capítulo 3 de Horace and Pete y sabiendo de Louie lo que sabemos ahora, este capítulo adquiere un significado ¿involuntario?: un intento de penitencia-justificación-expiación de algo que él ya sabía que hacía mal y aun así lo seguía haciendo.
Ficha técnica |
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