Si los seres humanos nos comunicáramos poéticamente, ¿también necesitaríamos de profesor o de intérprete? Incidiré ahora en los lugares comunes, esos que evitan riesgos, pero no aportan nada a un comentario como este. Minimalista, impresionista, fugaz, íntimo. Así ha ido despojándose de vestiduras el cine de Sang-soo hasta llegar al momento presente; lo que el director considera superfluo, acaparando todas las facetas del proceso creativo, ha sido eliminado quedando lo esencial. Siempre fue íntimo en sus relatos, jugando a la desubicación, o a la reubicación con sus juegos de repetición de situaciones paralelas para proporcionar nuevos ángulos de interpretación o, simplemente, para hacernos dudar de la realidad de lo que veíamos. Ese decapado por el que el cineasta prescinde de lo accesorio y se centra en la esencia de su relato se ha hecho más evidente en los últimos cinco años, al tiempo que lo festivo se escapaba de su control para centrarse en poéticas más tristes, más conscientes de la finitud. Con “La viajera” Sang soo puede que, de un paso más, para alcanzar la esencia del pensamiento hay que situarse en un plano metafórico, pensar en poesía para conseguir conocerse mejor. No es que sea una mejor solución cinematográfica, es que es diferente manteniendo sus notas reconocibles.
Decía Borges en relación a lo que era poesía que, parafraseando a San Agustín en relación al tiempo “Si no me preguntan qué es, lo sé. Si me preguntan qué es, no lo sé. Pienso lo mismo de la poesía”. No sabemos qué piensa Sang-soo de la poesía, pero sí que sabe utilizarla con ese significado. No sabemos explicarla, pero sí sabe plasmarla como en ese final de “La novelista y su película”, una de las escenas más bellas que caben imaginar en el cine reciente. Quizás esta película con Huppert de protagonista se acerque a la idea aristoteliana de la poética cuando señala que “la obra poética no supone narrar las cosas que realmente han sucedido, cuanto contar aquellas cosas que podrían haber sucedido y las cosas que son posibles, según una verosimilitud o una necesidad, por eso la poesía es más filosófica que la historia y tiene un carácter más elevado que ella; ya que la poesía cuenta sobre todo lo general, la historia lo particular”. El juego cinematográfico de Sang-soo con sus personajes alude mucho a ese narrar las cosas que podían haber pasado “si…” y en ese intento de revelar lo que pudo pasar resulta que cada uno termina revelando mejor cuáles son sus frustraciones.


El cine de Sang-soo lleva aproximándose al concepto poético de la imagen durante mucho tiempo, pero es posible que nunca se verbalizara de manera tan evidente como ahora, casi copiando en imágenes el poema de Neruda, “La poesía”, donde el poeta intenta explicar el porqué de su uso y el cuándo de ese sentimiento al escribir:
Y fue a esa edad… Llegó la poesía
a buscarme. No sé, no sé de dónde
salió, de invierno o río.
No sé cómo ni cuándo,
no, no eran voces, no eran
palabras, ni silencio,
pero desde una calle me llamaba,
desde las ramas de la noche,
de pronto entre los otros,
entre fuegos violentos
o regresando solo,
allí estaba sin rostro
y me tocaba.
A esa edad a la que ha llegado Sang-soo y en la que no hace falta decorar la realidad con añadidos redundantes o diálogos irrelevantes, Huppert se nos presenta como una atípica profesora de francés para coreanos que da las clases en inglés, bebe constantemente vino de arroz y su concepto para aprender un idioma necesita de la verdadera expresión de los sentimientos. Uniendo el arte, en este caso la música y la poesía, con las clases intenta obligar a sus alumnas a expresar qué han sentido durante sus interpretaciones. Conseguida la confesión, Huppert redacta pequeñas frases en francés en unas cartulinas que entrega a los alumnos como colofón de las clases. Según la profesora, aprendiendo esas reflexiones sentimentales dominarán cualquier idioma porque no deja de ser la poesía la que domina la lengua.

Obviamente, surge la pregunta: ¿por qué no aprovecha el mismo método ella para aprender coreano? La conclusión es más prosaica, Huppert sí conoce su lugar en el mundo y las preguntas tienen respuesta para ella ¿Qué hace en Corea? ¿A qué se dedica? ¿De qué ha huido? ¿De qué no quiere acordarse? ¿Por qué eliminar la melancolía o el recuerdo y pensar solo en el futuro? No tenemos que saberlo, porque ella sí conoce sus carencias y frustraciones mientras sus interlocutores no, o no quieren asumirlos. Esta bruja, que aparece, desaparece o está, pero no es reconocida (la enigmática escena de la flauta), vive pendiente del detalle, del momento, del poema. Como si su vida se hubiera transformado en un haiku que da respuestas a todo, aunque ese lenguaje pueda resultar entre incomprensible o poco verídico. Escucha y hace hablar a sus interlocutores para colocarlos ante sus fuentes de frustración. No debería ser esa su función, pero lo consigue. Su manera de enseñar francés como forma de ganarse la vida en un país que le es absolutamente desconocido es tan incomprensible como el resultado de intentar explicar lo que es la poesía.


Sang-soo divide su película en dos partes muy definidas y un epílogo que confirma esa sensación de poesía absoluta. Las clases, de las que desaparece de manera inexplicable, y la vivienda en la que convive con un joven coreano en una relación que no sabremos si de amistad, amor incipiente o conveniencia económico-amistosa. Dos partes en las que, incluso no estando presente, es el motor de la reflexión ajena. En la segunda, las carencias de ese “novio” y su madre salen a la luz con Huppert fuera de campo pero, en el fondo, muy provocadas por ella. Un hijo con una madre ausente y una madre que se siente reemplazada por sus fallos del pasado; de nuevo, la bruja provoca la exorcización de las frustraciones ajenas. Todo ello el director lo filma con su estética particular y sin olvidar los rostros de sus personajes, aunque también se pierda con la belleza de una piedra o la tranquila mirada de una mascota que presencia desde lejos alguna de las clases. La esencia, el resumen, la enseñanza, el aspecto positivo quedan para el final, en esa pareja separada por la edad, pero próxima por su afinidad sentimental y poética. No parece que Huppert busque quedarse en ese lugar para siempre, pero su poética del presente le indica que es el mejor lugar que puede encontrar y la mejor compañía.
La viajera. Título internacional: A traveller,s needs. Corea del Sur, 2024. Dirección: Hong Sang-soo. Guion: Hong Sang-soo. Compañía productora: Jeonwonsa Film. Fotografía: Hong Sang-soo. Música: Hong Sang-soo. Intérpretes: Isabelle Huppert, Lee Hye-young, Kwon Hae-hyo, Cho Yun-hee. Duración: 90 minutos