El nuevo filme del noruego Joachin Trier, nos presenta la duda permanente de Julie, una casi treintañera en plena crisis existencial.
Nos encontramos ante una protagonista millenial tardía, parte de una sociedad donde impera la liquidez y en la que la propia adultez – vinculada a un futuro incierto en el aspecto social, económico y medioambiental- es percibida por las generaciones jóvenes como algo difuso, carente de referencias, desconcertante.
En el caso de Julie, estudiar medicina parece una opción sensata, ambiciosa, acorde al éxito de sus buenas notas. El trazo seguro en el que seguir desempeñando el rol de la estudiante perfecta que le sienta tan bien. Sin embargo, de eso se trata, de un rol. Uno con un sentido caduco, solo extensible a la primera etapa de su vida. Ser médica no le llena. No se ve. Es todo demasiado definitivo. Demasiado pronto.
Dejar su puesto de trabajo en un hospital para volver a la universidad supone un paso en la dirección contraria de lo establecido. Al camino marcado. Una búsqueda de sentido por encima de la estabilidad. Del aburrimiento. La posibilidad de otra opción, aunque tampoco sea la definitiva. Y es que el rumbo de Julie está marcado por la insatisfacción. Es errático. Lo quiere todo y no se acaba de comprometer con nada, al menos no de forma permanente. Desea encontrar su lugar en el mundo y al mismo tiempo le aterra hacerlo, pues tendrá que permanecer en él.
También sus relaciones son líquidas. La necesidad de exploración, de conocer, entra en conflicto con la familia, la pareja, lo monótono, lo conocido. Julie necesita hallarse a sí misma antes de tomar decisiones que puedan sentirse como irreversibles. Se nos expone la intelectualización de las emociones – de la mano de su pareja Aksel- frente al deseo de experimentar el mundo de forma empírica que posee la protagonista.
Asimismo la maternidad se plantea como una decisión irreversible. Las dudas de Julie pueden representar el conflicto entre la imposición – lo que debería hacer una persona de su edad- y el auténtico deseo. Julie no sabe por qué decantarse, en un contexto social en el que imposición social (o más bien presión social) si bien todavía viva, se encuentra desplazada por la posibilidad de elegir diferentes formas de adultez entre las que también se encuentra la exclusión de la maternidad.
La narrativa audiovisual es sutil y elegante. La trama sucede entre exteriores, también interiores claros. Hay mucha iluminación lo que favorece a la creación de un ambiente transparente, leve. También la actuación de la protagonista está cargada de levedad, en el mejor sentido de la palabra.
La peor persona del mundo retrata las dudas como algo orgánico, algo natural. Algo que no es correcto ni incorrecto. Que sucede como resultado de permitirse descubrir quien se es. Como parte misma de ser.
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