
Déjenme con las cosas
fundadas en el silencio
Sophia de Mello Breyner Andresen[1]Instante en “Antología poética”. Sophia de Mello Breyner Andresen. Traducción y prólogo de Rodolfo Alonso. Ed. Arquitrave, 2005 (p. 45).
Nos introduce el historiador francés Alain Corbin (Lonlay-l’Abbaye, 1936) en su “Historia del silencio” que, en otros tiempos, los occidentales apreciaban la profundidad y los sabores del silencio. Lo consideraban como la condición del recogimiento, de la escucha de uno mismo, de la meditación, de la plegaria, de la fantasía, de la creación; sobre todo, como el lugar interior del que surge la palabra. Desgranaban las tácticas sociales del silencio. (…) Tras el surgimiento del alma sensible en el siglo XVIII, los hombres, inspirados por el código de lo sublime, apreciaban los mil silencios del desierto y sabían escuchar los de la montaña, los del mar y los del campo[2]“Historia del silencio. Del Renacimiento a nuestros días”. Alain Corbin. Traducción de Jordi Bayod. Ed. Acantilado, 2019 (p. 7)..
Hoy día, aunque alterada la estructura misma del individuo al mantenerse alejado de la escucha, aún quedan quienes son sensibles a las texturas del silencio, como el poeta Luis Ramos de la Torre (Zamora, 1956). Doctor en filosofía, ensayista y cantautor, en su último poemario, Lo que funda el silencio (Ed. Lastura, 2024), no es ajeno a la importancia del (re)aprendizaje de este principio originario del ser frente al incesante flujo de palabras e información que se le impone al individuo que lo vuelve temeroso del silencio, o, lo que es lo mismo, del estar consigo mismo.
Lo que funda el silencio,
lo que espera,
Cunde la incertidumbre.
Nunca las esperanzas
fueron tan álgidas y el miedo tanto.
(p. 35)
Construido desde lo que se sugiere o se omite, el silencio que habita en todo texto poético y la búsqueda de lo que no está pero es suscitado y sugerido por lo que sí está, ya lo sabemos, es una premisa del arte, y en la literatura ocurre cuando el silencio es convocado desde la palabra. No obstante, Lo que funda el silencio posee la virtud benéfica del silencio sobre el cual habla, pues es en sí mismo una creación del silencio al convocar no solo el silencio abierto entre las palabras, sino también al silencio propio que toda la palabra tiene y al silencio calmo de tacere (el siôpan griego, guardar silencio),vinculado principalmente a una voluntad ascética, filosófica, donde el silencio es activo con el propósito de ajustar, o por así decir, de anular las disonancias producidas por todo aquello que rodea al ser humano—y, por ello, imprescindible para la vida—, para finalizar ante el anhelo del silencio contemplativo, de la posibilidad del silere (el sigân griego, callarse respecto de algo, con posible raíz indoeuropea *sei —dejar caer, tirar—) como expresión de serenidad, de no movimiento, parte detenida de lo que no cesa, un abandono del deseo, un silenciarse sin aparente objeto o el cauce del desapego asociado históricamente a una actitud mística. Pocos libros hoy día se identifican tanto con la esencia del tema que están tratando y en el que escribir se convierte en un proceso creativo de escucha puesto que «Necesitas, esperas su verdad, / su aliento, / a pesar del dolor y de la herida» (p. 76) del tiempo.
La apertura de sus reflexiones se enfoca en el ser humano, en su rostro, en el silencio y en el lenguaje con la intención de recordar lo sagrado de la existencia que surge de una conciencia meditativa, y a veces contemplativa para quienes se abre el camarín —según la experiencia mística de Santa Teresa—, como resultado de la necesidad del Ser de buscar la comprensión de la realidad más allá de la ciencia, más allá de las estructuras de la racionalidad, «Célula loca en ristre alzado y cómputo» (p. 35), que no puede desvelar por sí misma el misterio de la vida ni el gran Misterio.
AHÍ está el misterio yendo hacia sí mismo,
reencontrándose,
y el rubor ascendiendo al limbo de los labios;
cunde el deseo, mas no el beso.
(p. 39)
¿Es el silencio una ausencia o una presencia? ¿Un vacío o una plenitud? ¿Un espacio negativo o un espacio positivo? ¿Algo o nada? ¿Metafísico o sustentable? ¿El preludio o el final? A la pregunta ¿qué es el silencio?, la respuesta inmediata suele tener que ver con una ausencia de lenguaje, con callar. Sin embargo, más allá de la reducción a la “falta de”, la negación del hablar o el mutismo, el silencio ha sido siempre una presencia discreta, profunda y el resultado de la conciencia en cuanto la importancia de este para la relación del hombre consigo mismo y, por consiguiente, con la alteridad, la vida y el mundo. El silencio se manifiesta en la temporalidad y, accesible para todos los seres humanos, ya que todos lo podemos sentir y escuchar, nos hace responsablemente iguales. Boecio de Dacia, el filósofo báltico del siglo XIII, lo llamaba la música que no se escucha. Música insonora que ordena lo interno, que hace que todo se mueva, pues si las palabras cambian el mundo, el silencio cambia nuestro interior, y no hay mundo exterior que pueda evolucionar mientras no cambie nuestro interior.
Melodía,
vibración natural.
Bendita simetría entregada sin más.
Música reveladora
¡Tensión, deseo!
(p. 54)
El Silencio no es la ausencia de nada. Es la presencia del todo, afirmaba Rumí. Si como un dios nos rodea por todas partes, ¿acaso no es entonces una presencia omnipresente y necesaria? Realidad que existe independiente del ser humano o del lenguaje, es una presencia en el aire, es el lugar interior del que surge la palabra, la envuelve. La palabra discurre sobre el silencio como un horizonte de sentido más allá de las discontinuidades del discurso o de una posibilidad más del discurso. Por tanto, no es un fenómeno que podamos colocar fuera del lenguaje, pues para que el lenguaje tenga presencia se necesita del silencio, es más, la palabra prescinde con menos facilidad del silencio que este de aquella. Si lenguaje y silencio se entrelazan en la enunciación de la palabra, también puede decirse que todo enunciado nace del silencio interior del individuo, de su dialogo permanente consigo mismo[3]“El silencio”. David Le Breton. Ed. Sequitur, 2006 (p. 7)..
En una cultura logocéntrica occidental como la actual la mayoría considera el silencio como algo negativo. Al entender el lenguaje como una manifestación de la experiencia mental, como pensaba Aristóteles, nos hemos apartado de la presencia metafísica a favor del lenguaje como la información que invade todo pero que, en sí misma, carece de profundidad o significado último. «Vivimos al amparo de su sombra [la palabra], / entregados al verbo, siempre yéndonos» (p. 67). A diferencia de Aristóteles, para el filósofo suizo Max Picard (1888-1965) el lenguaje tiene su propio modo de ser y extiende su ámbito más de lo que somos capaces de usarlo porque si el lenguaje no fuera más que un instrumento para la transmisión de información útil, el silencio sería puro vacío[4]“Dire il silenzio. La filosofia di Max Picard”. Jean-Luc Egger. Ed, Il Margine, 2014 (p. 12)..El silencio nunca es el vacío, ni omisión, ni mutismo, sino el repliegue momentáneo que permite el fluir de los significados de un lenguaje no subordinado a usos o finalidades utilitarias, en el que la palabra conserva su toda fuerza creadora y el silencio es el hálito de lo oculto, callado a la espera de ser desvelado; y es que el silencio, más allá de las limitaciones de nuestro propio lenguaje instrumentalizado, al ser un ámbito lleno de riqueza, una fuente de vida, de interioridad y de conciencia pertenece a la estructura básica del ser humano y, dado que el sujeto no puede constituir al silencio, el ejercicio ontológico es explorar su medio —en el que, de hecho, habitamos—, porque si la Identidad bajtiniana es el hilo narrativo de los recuerdos referenciales experimentados en espacios concretos, donde el sujeto experimenta la historia de su vida, el silencio se presenta como generador de Identidad. Por ende, conscientes de la actual fragmentación del mundo, para reconstruir una continuidad a través del silencio, una realidad tan común como olvidada, se presenta necesario revisar la idea de la funcionalidad del lenguaje para la comunicación, pues el lenguaje no ha de estar al servicio de la comunicación mundana, sino que representa, en conciencia y en comunión con el silencio, una manifestación del Ser mismo, cuya Identidad no se puede reducir a su expresión lingüística.
El silencio traspasa la realidad trascendiendo la lógica, la racionalidad, y nos invita a entrar en el ámbito de lo incomunicable. Hablar a partir de la conciencia que se tiene del silencio, es ya hablar de otro modo: al reconocer sus límites, el lenguaje puede recobrar al mismo tiempo su intensidad. ¿No hay un lenguaje que, por su propia naturaleza, es una suerte de silencio?[5]La metáfora del silencio. “La máscara, la transparencia”. Guillermo Sucre. Ensayos sobre poesía hispanoamericana. Fondo de Cultura Económica, 1985 (p. 293). También disponible en https://edisciplinas.usp.br/pluginfile.php/6400110/mod_resource/content/1/Sucre-Guillermo-La-Mascara-La-Transparencia.pdf (Cap. XXL. Ed. Tierra firme. Última consulta 28/9/2024). En el valor presocrático de Heráclito y Parménides el Lôgos[6]Lôgos, en relación a su raíz verbal légein (hablar, decir, contar, narrar) que, en su sentido primario, está vinculado a la acción de recoger, reunir, unir, y no como se entiende actualmente como “razón”. Es el pensar del Ser en cuanto que pertenece al Ser presocrático. o el pensar del Ser en cuanto que pertenece al Ser, como principio fundamental y originario de la realidad que dan unidad y sentido, es un principio activo a través de la creación que se identifica con el silencio. Es el silencio bienaventurado que está presente en el lenguaje y penetra la realidad; es lo invisible que se hace visible en el Lôgos, ya que el silencio tiene la capacidad de elevarnos más allá de las limitaciones intelectuales hacia nuevos horizontes del sentir y el pensar —sentire[7]Sentire, en su origen etimológico: experimentar una sensación que llega a través de los sentidos y genera una reflexión o acto de decisión que la percepción conlleva o provoca. Es decir, que su sentido primario es tomar una decisión orientado por los sentidos o lo concerniente a un acto total perceptivo-reflexivo.—,donde la palabra, por estar cargada de silencio, es creativa y jamás un mero mecanismo para expresar exclusivamente los razonamientos de la mente. Por este motivo, el verdadero silencio no está necesariamente en la lejanía, sino, con probabilidad, en la intuición de un más allá del lenguaje, en esa zona zaguera de la inteligencia de la que habló Plotino, y en los dominios donde el ego pierde su cimiento. Es entonces cuando el silencio detiene, ordena, crea y disuelve. El silencio es el comienzo de la sabiduría, proclamaba Pitágoras, y es que este elemento universal e intangible, al rebasar el ámbito de lo humano, es asunto de trascendencia metafísica al ser una realidad originaria y objetiva que fundamenta la existencia en su forma de generar voces más profundas. El silencio es, se puede decir, un lenguaje transcognitivo que trasciende «la matemática telúrica del verbo» (p. 90).
El silencio posee una poderosa dimensión comunicativa y una esquiva capacidad para facilitar la entrada al mundo del espíritu, el pensamiento y las artes. Es una forma de conocimiento, la llave que permite introducirse en la complejidad de la conciencia. El lenguaje que surge en el hombre desde el silencio lo eleva por encima de sí mismo y le ofrece la capacidad de escuchar. Escuchar, en consecuencia, no se trata de una afirmación de la voluntad, sino del Ser. Se escucha el silencio para Ser, porque la vida que deja alguna huella está hecha «(…) tras el incendio de luz, lo agraz de otro aire. / Es la flor dándose, / fundando un alza que serena» (p. 62).
Un silencio en el que se entreabren en un instante las flores artemisas y en que el ser humano que tiene contacto con la vida de su espíritu es capaz de escuchar, amar el silencio y asumirlo como el imperativo de su propia existencia. El secreto de esta «sed de luz, / pura germinación de vida» (p. 72), que es el silencio esencial y el refugio inviolable de nuestras almas, no se perderá jamás, pero las palabras que pronunciamos no tienen sentido más que gracias al silencio que las sostienen y en el que se suspenden.
El lenguaje no es una herramienta para dominar la realidad, al contrario, debido al silencio el lenguaje tiene un poder unificador al integrar dos mundos aparentemente opuestos: el visible y el invisible. La realidad es así entendida en su doble manifestación, representando la unidad, la relación entre lo visible y lo invisible que nos aleja del dualismo cartesiano que ha acabado en una ruptura o fragmentación misma de la realidad. Ignorar lo invisible, «LA luz, / la voz serena, / tras la palabra llena de otra voz» (p. 35), es desestimar lo originario, lo auténtico, la verdadera existencia, donde aquello que no se puede decir aunque está presente, es lo que da sentido a lo visible y lo complementa. Cuando el lenguaje ya no viene del silencio, sino que se vuelve un medio para producir ruido, entonces perdemos la capacidad de tener una relación con nosotros mismos, un reconocimiento y una transformación de nuestra propia interioridad. Es decir, el ser humano se vuelve indiferente y las palabras pierden sentido y realidad porque no reflejan compromiso y responsabilidad. «Nada responde a nada / cuando todo habla», versa Hugo Mujica. Por ello, si hablamos de la negatividad del lenguaje, esta no es el silencio, sino precisamente el ruido que nos aparta de nuestro ser. Un ruido que contribuye a aumentar la ruptura interior del hombre consigo mismo y con la realidad circundante.
BABEL y viento,
abismo y abandono.
Extraña es tanta ausencia.
Urgió el sosiego,
tornó en ceniza la palabra.
Y todo dejó de ser luz,
fue cuchillo del aire,
ruido.
Y cómplices y errados,
nos desatendimos
(p. 69)
Un ruido que solo puede ser superado por algo que sea completamente diferente, pues como Orfeo no superó el inframundo volviéndose tan oscuro como el inframundo, sino mediante el sonido brillante y completamente diferente de su canción, el «Lance es el canto» (p. 92).El ruido borra la memoria que teníamos sobre un sentido originario de la realidad; la memoria de una pertenencia espiritual, de una relación que teníamos con lo divino y con el silencio y en el que el lenguaje va perdiendo su cualidad espiritual, y con ello surge la transformación de la palabra, que tenía originariamente un sentido espiritual. ¡Déjame el silencio en tus / profundidades recordar!, requiere Hölderlin en uno de los tres epígrafes clarividentes que abren la obra, y es que la palabra que participa del mundo del silencio nos congrega en un lugar muy diferente de la misma palabra que está alejada de este. Por eso es difícil para quien no guarda silencio comprender a Hölderlin, Goethe, Shakespeare, Mallarmé, Dante o Sófocles con las palabras de hoy.
Se acalla el silencio en poesía al provenir de la palabra, de todas las palabras enviadas para captar otras palabras, lugar donde nada hay que transmitir con ninguna palabra dicha, pues es ruido en verso rimado que solo puede competir con el ruido del mundo exterior donde no hay escucha. La palabra que nace del silencio es una búsqueda y captura de algo que transmitir. «Así le ocurre a la palabra cuando aspira / a no ser solo aire sino culmen» (p.34). En Lo que funda el silencio la palabra que sigue a cada verso produce un poderoso silencio activo y audible, «DONDE la nada se rompe, / ahí, / donde la línea fue horizonte inalcanzable, / curva en su anhelo, abismo» (p. 63). Es no solo una lectura del silencio y para el silencio, que adquiere a la luz de la interpretación ambital del lenguaje toda su hondura, sino que el silencio nos viene al encuentro, se vuelve cada vez más traslúcido hasta que el encuentro parece tornarse inmediato. «EN honor al silencio / ondea el peso de la palabra no dicha, / y en su equilibrio abierto espera» (p. 31), porque aquello que fue movido por la palabra permanece inmóvil en el silencio, como si esperara ser llamado de regreso al mismo para desaparecer en él. «Izarla, / hacerla únicamente/ participar de la sorpresa/ y atender a los vientos que la amparan» (p. 52). La palabra de Luis no solo saca las cosas del silencio, también produce el silencio en el que pueden volver a desaparecer. La palabra surge del silencio, lo expresa y regresa a él.
Ahora bien, el silencio no recae únicamente en el “entre” de las palabras ni tampoco en su trasfondo, sino también en lo indecible o innombrable que hay en la forma que el propio lenguaje refiere a las cosas en el mundo, y es que «DEL verso nunca sale la palabra ilesa. / Siempre queda una mácula, / una herida» (p. 45). El lenguaje es irreductible a un sistema de signos, ya que en él mismo arraiga el silencio. La palabra guarda silencio al mismo tiempo que da cuenta del fundamento inefable de la significatividad al encontrar un punto ciego respecto de ella misma y su naturaleza representacional. Cada objeto tiene en sí un fondo que viene de más lejos que la palabra que designa el objeto. No es posible acceder a ese fondo de otra manera que por medio del silencio. Callamos sobre nosotros mismos cuando vemos un objeto por primera vez. Respondemos con nuestro silencio al estado anterior a la palabra, tal como es en el objeto; rendimos homenaje al objeto mediante nuestro silencio[8]“The world of silence”. Max Picard. Ed. Henry Regnery Company, 1964 (p. 67). Disponible en: https://herbertbaioco.wordpress.com/wp-content/uploads/2017/02/the-world-of-silence-max-picard.pdf (Última consulta 28/9/2024)..
Fenómeno fronterizo en el trasfondo de lo nombrable que no se reduce a ningún tipo de expresión particular del lenguaje sino a la pura alteridad, que precisa un acercamiento a las cosas y a la realidad desde la apertura y la capacidad de escuchar su invitación al ámbito de lo velado por desvelar, dado que el poema no expresa ni atestigua un mundo constituido fuera de él, o independientemente de él, sino que trata de un mundo que él mismo abre y funda, como prologa en su magnífico texto “Honra al silencio del poeta que lo habita” el periodista y escritor Miguel Veyrat, quien entre sus reflexiones trae la voz de escritores, artistas y filósofos para dialogar con el eco de voces repercutido en las edades del hombre al buscarse [que] ha contribuido a crear en cada momento la realidad en que respira y vive.
OFRECERSE en vigilia,
Guarecer
lo sencillo silente que nos cumple,
el fervor por abrirse y dar el paso.
Caminar
en medio de esta soledad rotunda
donde buscar la belleza,
o al menos,
otro silencio cómplice que aclare
lo que quedó en espera tras la lluvia.
Inquieta y fiel estancia es la materia.
(p. 43)
Luis Ramos, comienza por la «SERENA proporción la de la voz / ceñida en ley a la materia, / dada»(p. 54), y va en busca de las palabras con la mirada silente, no al revés, porque Cuando la palabra ha perdido su relación original con el silencio, se convierte en sonido puro y sólo puede tocar la superficie de los objetos; simplemente agrega una etiqueta al objeto[9]Ibíd, (p. 69).:«la retórica de la piel, el habla / silenciosa del tacto dándose, / retando a las cotas del aire» (p. 46).
El poeta, ni visionario ni maldito, aunque sí acostumbrado a habitar el ámbito del silencio, por su canto y en virtud de él abre el espacio de todo acontecer, del acontecimiento como fundamento del Ser en cuanto Ser, porque aquello que por esa apertura esencial aparece y aparece en la luz es, ya siempre, un acontecimiento, es decir, algo que es por y para el hombre, mostrando a este en su más originaria esencia. El poeta se suma así a los ecos de luz al partir de la comprensión de una realidad que va más allá del lenguaje y que, a la vez, lo sustenta y engendra la polisemia con la virtud de que en su escritura no se argumenta la superioridad del silencio sobre la palabra o la realidad, sino que Ramos de la Torre habla del silencio como continuidad y como apertura de la realidad misma —«y todo sigue abierto / entre los límites y el número» (p. 63)— donde la pertinencia filosófica de la polisemia de la palabra, debido a su íntima correlación con el silencio, se produce mediante el acto electivo concreto del lugar donde no existe la identificación con la forma, ya que «Las nubes saben de nosotros, / y se ofrecen con celo en su baile de formas / imitando al silencio» (p. 107).
Luis canta para todos, pero da la impresión de que, traductor del acontecer de la vida del hombre, canta para cada uno, de tal modo que cualquier cosa puede ser designada y en el haz de luz de esa apertura permanente que todo canto supone, como epifanía de lo divino, y en donde en aquello que vive desde el mismo momento en que se abre a la luz que acontece —no otra cosa es el vivir—, lo divino se aparece, pues lo que designamos como lo divino, y su ámbito de aparición, «Ecos de lo sagrado» (p. 31), no es algo que esté más allá de toda comprensión humana o más allá de la vida misma, sino que mora en él, en ese acontecer que ese mismo hombre, y solo él, es capaz de abrir, a pesar de su herida. Cada hombre tiene una lengua. La vida tiene un lenguaje universal. La luz, pura melodía armoniosa del ser, vive en el silencio. El poeta, al cantar lo que la vida le dicta, nos ofrece el poder evocativo que se esconde en el silencio: «Es el instante de la luz / dando cobijo a todo lo innombrable» (p. 65). El poeta zamorano propone una comprensión de la realidad a través del silencio como una dimensión fundamental de la existencia en la que nos invita a profundizar y meditar en su importancia a través de diferentes facetas de este y, sin limitar su manifestación al ámbito de lo humano, nos deja a las puertas del silencio contemplativo, el ámbito del silencio que trasciende la palabra en el éxtasis. «Cuentan que es imposible, pero aún / confías en lo abierto de su mística, / en su misterio» (p. 95).
Las palabras, las imágenes, el texto y el silencio son medios que nos aproximan a lo Absoluto. No obstante, la comunión con lo Inefable, la Conciencia divina, elimina progresivamente todo discurso y termina en el silencio pues, como escribió Pseudo Dionisio Areopagita en su Teología mística, cuanto más alto ascendemos, encontramos menos palabras para poder explicar las visiones de las cosas espirituales. Por ello también ahora, al adentrarnos en las tinieblas que exceden toda inteligencia, no solamente seremos parcos en palabras, sino que nos quedaremos totalmente sin palabras y sin pensar en nada[10]“Dionisio Areopagita. Obras Completas”. Madrid, B.A.C, 2007 (p. 249). Disponible en https://ia800203.us.archive.org/6/items/PseudoDionisioAreopagitaObrasCompletas/Pseudo%20Dionisio%20Areopagita%20Obras%20completas.pdf (Última consulta 28/9/2024)..
SI le dieras más tiempo,
al amparo del aire buscaría,
un injerto de lluvia
para velar contigo lo importante
y respirar sin prisa,
allí,
donde la alegría y la belleza aún crecen,
urgiéndose en bancal.
(p. 104)
La herida del tiempo interpela al poeta de mirada silenciosa a «ABRIR heridas. Urgir grietas. / Escribir» (p. 38).
Hoy parece casi revolucionario recordar la presencia del silencio en todos los aspectos centrales de la existencia y de la realidad para restaurar la consistencia de las cosas y preservar la dignidad del habla para «QUE la palabra dada nunca sea / légamo y yesca entre los labios» (p. 37).Fundamento de la objetividad del mundo, custodio de la sustancialidad de las cosas y las palabras, este es una sensibilidad metafísica al ser capaz de percibir lo eterno en lo temporal, lo absoluto en las cosas, lo infinito en lo finito, lo invisible en lo visible, el silencio —en su conjugación con todas las preposiciones— y el lenguaje. El silencio crea una relación fundamental de complementariedad y continuidad con todo a través del lenguaje, que une al hombre con lo divino, consigo mismo y la vida, tal y como se refleja en la filosofía perenne de los Vedas y las Vedantas, una relación que hay que recuperar para establecer precisamente esta presencia sagrada, discreta, a la que todo ser humano tiene acceso. Quien lo practica lo entiende como una filosofía integral y «Huye del arañazo, / de la estrategia ciega de la soledad. / Fecunda en lo otro» (p. 75). Realidad originaria, positiva, autónomo e invisible, de valor inestimable y fuera de cualquier utilidad, como el amor, la lealtad, la vida o la muerte, el silencio no necesita ser sostenido por otra cosa, sino que es una realidad que tiene su propia esencia. Existe porque es, porque tiene una existencia en sí, que«(…) noche extensa, / no lo dudes, / que en su abrazar a todos nos alcanza» (p. 31), nos interpela y nos exige escuchar, pues representa el contrapeso de este mundo que a veces suena a derrota por la utilidad, por la inmediatez y por la palabra aislada.
Luis Ramos, a través de dos realidades invisibles, como son el silencio y el lenguaje, nos adentra en la comprensión de la persona humana, en su fundamentación antropológica y ética en el mundo en que vivimos; de ahí, tal vez, provenga la importancia de comprender Lo que funda el silencio: Lo inmanente resta como silencio absoluto, por el que, no obstante, toda palabra halla en sí la vibración de su sonido. La palabra es del tiempo, el silencio de la eternidad:
El tiempo se desvanece o persiste,
arde en su fragilidad,
hurga en el aire y trae,
lo que funda el silencio
(p. 109)
Título: Lo que funda el silencio |
---|
|

Referencias
↑1 | Instante en “Antología poética”. Sophia de Mello Breyner Andresen. Traducción y prólogo de Rodolfo Alonso. Ed. Arquitrave, 2005 (p. 45). |
---|---|
↑2 | “Historia del silencio. Del Renacimiento a nuestros días”. Alain Corbin. Traducción de Jordi Bayod. Ed. Acantilado, 2019 (p. 7). |
↑3 | “El silencio”. David Le Breton. Ed. Sequitur, 2006 (p. 7). |
↑4 | “Dire il silenzio. La filosofia di Max Picard”. Jean-Luc Egger. Ed, Il Margine, 2014 (p. 12). |
↑5 | La metáfora del silencio. “La máscara, la transparencia”. Guillermo Sucre. Ensayos sobre poesía hispanoamericana. Fondo de Cultura Económica, 1985 (p. 293). También disponible en https://edisciplinas.usp.br/pluginfile.php/6400110/mod_resource/content/1/Sucre-Guillermo-La-Mascara-La-Transparencia.pdf (Cap. XXL. Ed. Tierra firme. Última consulta 28/9/2024). |
↑6 | Lôgos, en relación a su raíz verbal légein (hablar, decir, contar, narrar) que, en su sentido primario, está vinculado a la acción de recoger, reunir, unir, y no como se entiende actualmente como “razón”. Es el pensar del Ser en cuanto que pertenece al Ser presocrático. |
↑7 | Sentire, en su origen etimológico: experimentar una sensación que llega a través de los sentidos y genera una reflexión o acto de decisión que la percepción conlleva o provoca. Es decir, que su sentido primario es tomar una decisión orientado por los sentidos o lo concerniente a un acto total perceptivo-reflexivo. |
↑8 | “The world of silence”. Max Picard. Ed. Henry Regnery Company, 1964 (p. 67). Disponible en: https://herbertbaioco.wordpress.com/wp-content/uploads/2017/02/the-world-of-silence-max-picard.pdf (Última consulta 28/9/2024). |
↑9 | Ibíd, (p. 69). |
↑10 | “Dionisio Areopagita. Obras Completas”. Madrid, B.A.C, 2007 (p. 249). Disponible en https://ia800203.us.archive.org/6/items/PseudoDionisioAreopagitaObrasCompletas/Pseudo%20Dionisio%20Areopagita%20Obras%20completas.pdf (Última consulta 28/9/2024). |