Ganadora del Premio al Mejor director en el pasado Festival de Sundance, Rogers Eggers ha conseguido un más que notable debut internacional en un género tan explotado como el terror con una cinta capaz de extenderse por las multisalas de todo el mundo y, a su vez, recibir los elogios de la crítica.
La bruja nos sitúa en 1630. Una familia es expulsada de su colonia por discrepancias religiosas con su comunidad. La humilde familia y sus cinco hijos construirán una granja al borde de un bosque donde el mal parece estar presente. Cuando el hijo más joven desaparezca, las acusaciones de brujería y castigo divino irán aumentando dentro de la propia familia, enloquecida por su ferviente creencia religiosa.
A medio camino entre La cinta blanca de Michael Haneke y con claras reminescencias a El bosque de M. Night Shyamalan la cinta de Eggers destaca por su ambientación histórica mientras se resiste a caer en los males del género. Con una dirección de corte clásico, basada en el plano contraplano que desvela el elemento de terror o sorpresa, la cinta se construye con un ritmo creciente que nunca pierde el pulso. Alejándose de la precipitación de muchas cintas de terror, La bruja no se centra en los gritos y la desmesura, confía en sus posibilidades y su historia para crear un ambiente inquietante, segura de que el espectador llegará a sentirlo tarde o temprano. La bruma de un bosque infinito, la fotografía clara y en tonos pastel que realza la belleza natural del lugar y el sabio uso del silencio se encargan de conseguirlo.
En esta película destacan, principalmente, su excelente ambientación y localización paisajística, una inteligentísima explotación de los elementos de la brujería y unos actores que logran situar a la paranoia como protagonista principal del film, por delante de las muertes y la brujería. Debido a que La bruja tiene la cortesía de poner el género al servicio de su propia historia, la película puede interpretarse como una denuncia al extremismo religioso, locura evidente en los protagonistas que infecta la mente de los niños cual virus como lo hacía el nazismo en La cinta blanca. Sin embargo, es en la leve ambigüedad del film, a medio camino entre el género puro y la autoría, en donde reside su inquietud. Quizás con un final demasiado complaciente, La bruja cuenta con un director cuyo dominio del tiempo, seguridad en la fuerza de su historia y dominio de la belleza en la imagen le posicionan como un creador al que seguir en el futuro, cosa que cada vez escasea más en Sundance.
Ficha técnica