“Hasta aquí”, le dijo Wislawa Szymborska (Polonia, 19232012) a su secretario el día que terminó de escribir su último poemario. Esta expresión daría título al libro que reúne 13 poemas hasta ahora inéditos de la autora polaca. Bartleby Editores es el encargado de publicar esta obra póstuma, en edición bilingüe, traducida por los ya habituales de Szymborska; Abel Murcia y Gerardo Beltrán.
Conocí a Wislawa Szymborska en El gran número. Fin y principio y otros poemas (Hiperión, 1997) y lo primero que me llamó la atención fue la discreta contundencia de su poesía. Quizá porque es capaz de diseccionar la condición humana valiéndose de los detalles más simples de la misma. Quizá por la sencillez de sus palabras, raramente esdrújulas. Quizá porque tardé mucho tiempo en escribir bien su nombre. El caso es que se convirtió en una de mis autoras favoritas, como supongo que le pasaría a la mayoría del Jurado que la eligió en 1996 como ganadora del Premio Nobel de Literatura.
Hasta aquí contiene los últimos poemas de una mujer que sabía que se acababa, tal y como parecen confirmar los dos traductores al periodista Javier Rodríguez Marcos en una entrevista incluida al final de esta edición. “La verdad es que en los últimos años cada vez que publicaba un libro teníamos la sensación de que podía ser el último”, afirma A. Murcia. Evidentemente, la vejez no perdona ni a los mejores poetas. Szymborska murió en Cracovia el 1 de febrero de 2012 y lo hizo dejándonos la esencia de su obra en estos últimos 13 poemas que ahora, póstumamente, cierran el ciclo de la que ya es toda una referencia de la poesía polaca. Aunque Wislawa no se acaba aquí, recientemente se publicó una biografía a la que A. Murcia y G. Beltrán quieren hincarle el diente.
Una mano, sentencia Symborska, /Es absolutamente suficiente/ para escribir Mein Kampf/ o Winnie The Pooh./ Por suerte la poesía de la autora polaca está a medio camino entre la obra de Adolf y el cuento del osito. En ello reside su encanto. Pronto abandonó el activismo político, más por desencanto que por voluntad, y se centró en la observación de la realidad que le rodeaba. En la poesía de Wislawa no hay nada más inspirador que las personas, pese a sostener “Sin embargo, mi mayor problema es la palabra “soy”. A menudo ocurre esta aparente contradicción entre la incapacidad para desentrañarse a uno mismo y la lucidez a la hora de hacerlo con los demás. Profundamente crítica con la sociedad en la que le tocó vivir, nunca se valió del comentario ácido o incisivo, sino más bien de la queja sutil. Me veo obligada a transcribir uno de los poemas que aparecen en el libro:
CADENAS
Un día sofocante, la casa de un perro y el perro
[encadenado.
Unos pasos más allá un platito lleno de agua.
Pero la cadena es demasiado corta y el perro no alcanza.
Añadamos a la imagen un detalle más:
nuestras mucho más largas y menos visibles cadenas
gracias a las cuales podemos pasar de largo
[tranquilamente.
O en “Hay quienes”, donde habla de quienes /piensan justo lo debido/ ni un segundo más/ porque tras ese segundo acecha la duda. Para concluir: A veces los envidio;/ afortunadamente se me pasa.
Llegados a este punto no se concibe la poesía polaca sin Wislawa Szymborska. La poesía del siglo XX tampoco. Porque ella sí consiguió invadir Polonia, y además conquistarla con su aparente inocencia (y ahí donde hay hambre/ se acaba la inocencia). Aquí todavía hay hambre y hay sed y hay cadenas. Aquí nos sigue haciendo falta Wislawa Szymborska. Recurramos a un “Hasta aquí” provisional.