A estas alturas de la entrevista, estaba segura de que el puesto era mío. Había estado hablando con los otros candidatos y sabía que era la persona mejor cualificada para desempeñarlo. Por eso cuando escuché la última pregunta, sentí que mis años de universidad, másteres y prácticas en empresas habían sido vilmente pisoteados y no tenían ningún valor para aquel hombre de mejillas sonrosadas.
—¿Tiene usted pensado tener hijos?— inquirió mirándome por encima de sus minúsculas gafas de montura plateada.
Arrastré la silla hacia atrás y me levanté.
—Me imagino que los cuatro hombres de ahí fuera no tendrán que responder a eso.
Y salí con la esperanza de que aquello fuera una escena de película en la que, tras mi brillante respuesta, aquel individuo se diera cuenta de que era una mujer con carácter, con unos principios firmes y unos valores infranqueables, y saliera en mi busca. Ilusa.
[…] «A estas alturas de la entrevista, estaba segura de que el puesto era mío. Había estado hablando con los otros candidatos y sabía que era la persona mejor cualificada para desempeñarlo. Por eso cuando escuché la última pregunta, sentí que mis años de universidad, másteres y prácticas en empresas habían sido vilmente pisoteados y no tenían ningún valor para aquel hombre de mejillas sonrosadas». Continúa en Amanece Metrópolis. […]