Dos interesantes noticias acerca de la guerra en Ucrania; dos noticias que se están repitiendo multitud de veces y que ponen de manifiesto la empatía y solidaridad del ser humano.
1.- «Refugiados unidos en la huida» (El País, 7 de marzo de 2022). «En el albergue del Ayuntamiento de Valencia conviven desde una pareja rusa a familias ucranianas que huyen de la invasión». A continuación algunos párrafos de la noticia.
La responsable de la gestión del albergue, recuerda que acogen desde 2017 a familias llegadas de conflictos. «En este momento tenemos nueve familias ucranianas. Somos la primera acogida, luego se buscan residencias más estables para ellos», comenta.
En el centro conviven familias ucranianas, rusas, bielorrusas, georgianas, además de otras nacionalidades y «la convivencia entre ellos es estupenda». «Se solidarizan, se entienden, son cercanos».
«Estamos acogiendo familias de Ucrania desde hace meses. Ha sido un goteo constante», apunta la coordinadora.
2.- «3.000 kilómetros al volante para socorrer a desconocidos», noticia publicada en el mismo periódico un día después (8 de marzo de 2022). Enrique Arnau, de 71 años, tenía una furgoneta de nueve plazas, que al inicio de la ofensiva rusa en Ucrania, pensó que podía traer a algunos niños y sus madres de Ucrania, y llevarles medicamentos, ropa térmica (las temperaturas están bajo cero estos días en la zona y se avecina una bajada brusca hasta -10º C), medicamentos, material quirúrgico, otros enseres y comida. Buscó a otra persona para que le acompañara y se turnara con él al volante en un recorrido de más de 3.200 kilómetros.
Como señaló Arnau más tarde, el objetivo principal era trasladar a España al mayor número posible de refugiados ucranianos: «se nos ha ido de las manos, porque en un principio veníamos a por nueve. Si vemos la posibilidad de enviarlos por avión, lo haremos. Y si hay unas 50 personas, fletaremos un autobús». ¿Y el dinero? «Ya lo conseguiremos de algún lado», respondió. Todo ocurrió en Getafe
Según el autor de la noticia, «su caso no es tan rara avis como pueda parecer. En una intersección situada a dos kilómetros del cruce fronterizo, justo donde una señal marca la salida del poblado rumano de Siret, se pueden ver coches con matrícula extranjera y personas durmiendo con el asiento reclinado o tomando un café. Algunos no tienen relación alguna ni con Ucrania, ni con la ayuda vehiculada a través de ONG o instituciones. No son cooperantes ni transportistas contratados, sino personas de otras partes de Europa que –tras ver las imagines de la guerra en Ucrania- se han liado la manta a la cabeza de la noche a la mañana», y deciden ir a ayudar a los ucranianos a salir de Ucrania. […] «Cada vez más voluntarios conducen hasta la frontera rumana para acoger a refugiados o llevar medicamentos».
Ciudadanos del mundo
En la especie humana no hay razas. Todos somos Homo sapiens. En cualquier otra especie animal nunca se enfrentan los miembros de una misma raza.
Estas y otras noticias, me han llevado a recordar el proceso de humanización que caracteriza a la especie humana y a afirmar que en la guerra de Ucrania están implicadas una o varias personas muy atrasadas en ese proceso de humanización.
Todas estas personas que están ayudando a otras que son de distinta nacionalidad están actuando como «ciudadanos del mundo», entendiendo por «mundo» al planeta Tierra en que vivimos.
Los principios en que se basa la Organización de Naciones Unidas (ONU) coinciden con los principios de las personas que se consideran «ciudadanos del mundo»; todos iguales hayan nacido en España o en Ucrania. De aquí la Declaración Universal de Derechos Humanos. La Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible, preparadas por la ONU, están pensadas para todas las naciones. Ucrania fue uno de los países en firmar y ratificar un acuerdo en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) para regular las actividades necesarias para la reducción de las emisiones de dióxido de carbono a partir del 2020. De conformidad con las disposiciones del Acuerdo de Paris, Ucrania ha presentado a la secretaria de esa Convención la Estrategia Nacional de Cambo Climático.
Deberíamos ser todos plenamente conscientes de que nos encontramos, por primera vez en la historia de la humanidad, en una situación de extrema gravedad. No se han tenido en cuenta las características del planeta Tierra, un sistema cerrado. Y ello nos puede conducir a la desaparición de la especie humana.
El secretario de Estado para la Agenda 2030, redactada por la ONU, indico en Oviedo que el envío de material de defensa por parte de España a Ucrania «no sirve para nada» y, señaló que ello «puede dificultar una salida diplomática urgente».
Gran parte del pensamiento político de los dos últimos siglos ha dado por supuesto el ideal del nacionalismo y la institución del estado-nación. Ahora, con el advenimiento de la globalización (aldea global) y el incremento de la facilidad de viaje y comunicación (libertad de circulación), aumenta la sensación de que el sistema político basado en el estado-nación se ha quedado obsoleto: los pueblos no son más totalmente independientes entre sí, pues comparten la misma Tierra. Hemos pasado a una suerte de globalización. Diversos pensadores, desde Albert Einstein (físico alemán de origen judío, Premio Nobel de Física, 1879-1955), y Bertrand Russell (filósofo, matemático, Premio Nobel de Literatura, 1872-1970), hasta Jesús Mosterín (filósofo español, 1941-2017) y Martha Nussbaum (filósofa estadounidense. 1947- ), consideran que ya es hora de diseñar una alternativa cosmopolita, más adecuada a las nuevas y futuras circunstancias y que garantice mejor la paz mundial.
Mosterín piensa que no hay razón alguna para recortar las libertades individuales, como la libertad de lengua, de religión, de costumbres o de viajes, en nombre de la nación, la iglesia o el partido. En concreto, sugiere un mundo sin estados nacionales, organizado territorialmente en pequeños cantones autónomos pero no soberanos, sin ejército y sin poder para frenar la libre circulación de personas, ideas y mercancías, complementado por el establecimiento de fuertes organizaciones mundiales.
Otros proponen un «gobierno mundial» regido, tal vez, por la ONU. Otros autores que siguen también la tradición cosmopolita no se centran en la desaparición del estado-nación, sino que ponen más bien el énfasis en la participación ciudadana global y en la reforma de instituciones internacionales. David Held (sociólogo británico, especialista en teoría política y relaciones internacionales), por ejemplo, propone un nuevo convenio global entre los diversos actores políticos para ordenar el fenómeno de la globalización.
Los primeros en identificarse a sí mismos como ciudadanos del mundo fueron los filósofos estoicos. Por ejemplo, Séneca decía: «No he nacido para un solo rincón, mi patria es todo el mundo». Por su parte, Sócrates indicó: «No soy un ateniense, ni un griego, sino un ciudadano del mundo».