A veces el tiempo es una forma algo hetérea de medir distancias. En ocasiones son los cambios materiales aquello que nos permite, con más precisión, descubrir cuál es la historia que ha habido detrás de las cosas. Como si la estela de transformación material fuera el cotejo de un proceso, el reflejo de un paradigma, la constatación de una posibilidad efectuada cuando el resto de alternativas fueron descartadas.
Estas ideas vienen a mi cabeza reflexionando sobre las fotografias de Yves Marchand & Romain Meffre sobre la ciudad de Detroit. Cualquiera de ellas bien podrian servir de escenario para alguna película zombie: casas abandonadas, aulas vacías, cines en ruinas, relojes parados…. Unas fotografias que muestran a mi parecer, el fracaso de un sistema que absorbe todo a su paso, que genera pan para hoy y hambre para mañana. Un modelo de producción que cada vez que genera eso que mal llaman «riqueza», lo hace hipotecando el futuro de las generaciones próximas. Es decir, empobrecimiento bajo la ilusión de progreso.
Ante la difícil situación en la que se encuentra la ciudad, la iniciativa Lemonade Detroit es una muestra de cómo un cambio de actitud puede hacer que se pase de una situación de derrotismo a una más optimista que busque una posible solución al problema. Poder ver ante la mala situación de la ciudad un nuevo horizonte sobre el que construir algo nuevo, reinventar y construir una nueva ciudad. Pasar del hastío a la creación, de la pasividad al empoderamiento, de la levedad del gris a la materialización de posibilidades. Ver ante el horror y la desolación el margen de maniobra
Sin embargo hay algo que me inquieta y es no poder evitar establecer símiles con la situación económica en España: la posibilidad de encontrar realidades similares a la vuelta de unos años en nuestro país. La ciudad del motor es una ciudad fantasma… y el país del ladrillo ¿acabará siéndolo también?
Me gusta esta entrada y hacia dónde la enfocas, que es dejar la queja atrás. Claro que hay solución a la situación actual, pero desde luego no hay que esperar al Estado para cambiar de rumbo. Debe ser cada persona, cada colectivo, generando sus realidades económicas y sociales (empoderamiento), lo que transforme lo que desde el Estado y los distintos gobiernos se han encargado de destruir. No sólo conquistar los espacios públicos, sino la vida propia de cada uno (trabajo). Besets
Gracias Juan por tu comentario, estoy totalmente de acuerdo.
No caí en enfatizar lo que comentas ya que para tomar los espacios públicos hemos previamente de haber despertado de la pasividad y la apatia. Quizás esa es la parte más difícil, poder visualizarnos como ciudadanxs que pueden/deben crear alternativas…
Queda camino (y no poco). Besets i gràcies novament!
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