Cuando eres un “nadie”, la lucha por la supervivencia no admite escrúpulos.
De niño fui a un colegio de “curas”, era uno de esos colegios concertados de barrio obrero que en los 80 se “abrió” a la inclusión de niños y niñas pobres en sus aulas.
Este colegio religioso “obligaba” a su alumnado a usar un determinado tipo de bolígrafo. En mi caso fue el BIC naranja de punta fina. Estos instrumentos de escritura eran significativamente más caros que, por ejemplo, el típico BIC de punta gorda de “toda la vida”. En mi casa el momento de la compra de esos malditos útiles de escritura era un calvario. Se puede decir que el grueso del sueldo de mi padre “fasero” se iba en alimentar a su numerosa prole (éramos 7 vástagos en aquella casa de las Delicias).
Uno de los recuerdos más traumáticos de mi de niñez proviene de una ocasión en la que mi “último” boli BIC naranja se rompió en casa mientras jugaba con él de manera inocente. Estaba solo en casa en ese momento y SABÍA con total seguridad que la reacción de mi madre al enterarse no iba a ser benévola (expresándolo con suavidad). Entré en pánico e intenté arreglarlo de manera torpe. Mis lloros histéricos retumbaban en todo el edificio cuando en ese momento llegó a casa una de mis hermanas mayores. Me encontró en el baño con el rostro bañado en lágrimas y el lavabo teñido de azul oscuro. Me intentó calmar mientras yo insistía:
“¡Mañana me va a pegar dos tortazos
el profesor si no llevo el BIC Naranja!
(En los primeros 80 el castigo físico era algo aceptado con normalidad)
Recompusimos como pudimos el “maldito” boli y al llegar mi madre no le dijimos nada. Nunca supe si se enteró…
¡Un puto Boli!
(Cada vez que veía el estúpido anuncio me entraban sudores fríos)
No entendí hasta muchos años después lo que era el orgullo de clase. En aquellos momentos solo se trataba de supervivencia.
Hoy en día tengo muy claro mi orgullo de clase.
Y también tengo muy claro que por muy bien que me vaya hoy en día o en el futuro, yo nunca seré uno de “ellos”.
Esta afirmación la pronuncia un personaje de la serie y es la idea argumental clave de la maravillosa serie “El encargado”.
En la serie de Mariano Cohn y Gastón Duprat, Eliseo (Guillermo Francella) es El Encargado, un eufemismo burgués del Portero de toda la vida. Eliseo lleva 30 años de conserje y los propietarios, un aciago día, deciden construir una piscina en la azotea, dicha piscina revalorizaría los pisos de los propietarios y les daría un estatus más “cool” en su círculo. El problema surge cuando para construir la piscina necesitan derribar la casa del portero.
En ese momento Eliseo, un “currante” generoso con los de su clase, pero implacable con los demás, comienza a tramar un plan Maquiavélico.
La serie nos muestra a Elíseo como una persona sin demasiados escrúpulos. Su único objetivo es conservar su empleo, y si para lograrlo tiene que chantajear a todos los pijo-progres de «su» edificio lo hará. Si debe hacerse amigo de los niños del edificio para que le ayuden en su «teatro» de marionetas, lo hará. Para conservar el empleo a veces se hacen cosas de dudosa ética. Pero no debemos olvidar que la ética es un invento de los ricos y ociosos. Los primeros filósofos griegos lo eran gracias a su riqueza y esclavos (ya trabajaban otros para ellos).
En este edificio está representada toda la burguesía de Argentina (y de todos los países del primer mundo) con sus roles muy bien definidos. Tenemos a un antiguo torturador con Alzheimer de la dictadura de Videla en prisión domiciliaria que se dedica a amenazar a los incautos que se cruzan en su camino con la siniestra frase:
«Teniente, mande preparar los aviones…»
Tenemos a un mafioso sindicalista al más puro estilo Tony Soprano.
El típico abogado «liberal» que cuando Elíseo le pregunta:
«Y tú, a ¿quién eres leal?»
Al capital Elíseo, siempre al capital. «
Y como líder del » mal» tenemos al presidente del consorcio, el hombre que quiere a toda costa «su pileta» en «su azotea», y la quiere porque puede, como dirían aquí los «fachos» patrios «por mis cojones».
En las ficciones estas “batallas” las suelen ganar los “buenos”. Y eso es lo que sucede esta vez, el bueno de Eliseo mantiene su puesto de trabajo.
Pero en la dura realidad el despido con más de 55 años supone un drama irresoluble.
Título original. El encargado
Año 2022
Duración 30 min.
País Argentina
Dirección. Mariano Cohn(Creador), Gaston Duprat (Creador)