Comentario sobre LEÓN FLORIDO; Francisco: Juan Duns Escoto. El teólogo de la razón medieval. Escolar y Mayo, Madrid, 2015.
A estas alturas de la vida uno no recurriría casi nunca a Karl Marx o a Friedrich Engels como autoridades. Y, desde luego, la afirmación de que «Duns Scoto obligó a la misma teología a predicar el materialismo», que exponen en La sagrada familia,[1]MARX, Karl y ENGELS, Friedrich: La sagrada familia. L’EIna, Barcelona, 1989, p. 145. es falsa y no obstante afortunada, aunque haya que tomarla cum grano salis por la superpoblación de errores que además la acompaña. ¿Qué quiere decir que algo, esto en particular, sea falso y al mismo tiempo afortunado y, en este sentido, bueno? Pues, si nos atenemos al menos al punto de vista medieval, habría que sostener, como Anselmo de Canterbury (o Aosta) en su De veritate que «veritas est rectitudo mente sola perceptibilis.»[2]ANSELMO DE CANTERBURY: De veritate. Sígueme, Salamanca, 2019, p. 74. Así que lo falso sería de suyo algo torcido o desafortunado. Sin embargo, la lógica histórica es más compleja, con mayor sensibilidad al contexto. En absoluto plantea Escoto una ontología materialista. Pero su principio de la univocidad del ser es la matriz de la ontología a secas, frente a las metafísicas dualista o apofática o analógica. Y es obvio que no hay materialismo posible sin una estructura del pensamiento ya ontológica.
Ocurre que, mientras tanto, Duns Escoto ha sido, aunque de manera tardía, beatificado dentro del catolicismo en el año 1993, lo que supone en cierto modo sepultar al filósofo, omitir las dificultades que tuvo que superar su pensamiento. De hecho, el libro de Francisco León Florido no es del todo ajeno a dicho sepelio. Por eso lo más afortunado para desenterrarlo es leer de otra manera, atentos según otra escucha, a este teólogo del siglo XIII. En efecto, León Florido se hace eco de la ruptura entre la tradición filosófica dominicana (Tomás de Aquino) y la franciscana (Duns Escoto), si bien admitiendo que el abismo abierto a veces entre ellos se basa en un malentendido, otro, apuntaríamos nosotros, que a principios del siglo pasado se resuelve con el difuminado de fronteras entre las escuelas filosóficas cristianas, del que no es parvo ejemplo que sean los dominicanos agentes activísimos de su proceso de beatificación.[3]LEÓN FLORIDO, Francisco: Juan Duns Escoto. El teólogo de la razón medieval. Escolar y Mayo, Madrid, 2015, pp. 8-9.
Al menos por lo que se refiere a la formación intelectual del que escribe estas líneas, el error marxiano obtuvo una oportunidad mejor en el esfuerzo de Gilles Deleuze por construir una ontología de la singularidad, pues es el pensador francés quien advierte los motivos de la operación escotista: «La historia de la filosofía determina tres momentos principales en la elaboración de la univocidad del ser (…). En el Opus Oxoniense, el más grande libro de ontología pura, el ser es pensado como unívoco, pero el ser unívoco es pensado a la vez como neutro, neuter, indiferente a lo finito y a lo infinito, a lo singular y a lo universal, a lo creado y a lo increado (…). Y se ve cuál es el enemigo del que se esfuerza por huir, conforme a las exigencias del cristianismo: el panteísmo, en el que caería de no ser neutro el ser común.»[4]DELEUZE, Gilles: Diferencia y repetición. Júcar, Madrid, 1988, pp. 93-94. Y lo que de alguna manera actualiza en Diferencia y repetición sigue vigente en Mil Mesetas, pues pese a las simplificaciones ideológicas de cierta escolástica deleuzeana, lo que nuestro pensador se toma muy en serio es la constitución de una ontología. Ahora bien, si he de abogar por un modelo ideal de literatura escotiana heterodoxa entre nosotros, me inclinaría debido a su exquisita y rara armonía entre la audacia y la solidez académica, por el ya clásico libro de Jorge Pérez de Tudela Velasco, que con el innovador injerto del cálculo transfinito de Georg Cantor supuso un acicate en nuestro caso para seguir muy atentos a los avatares temporales del Doctor Subtilis. Gracias a Duns Escoto, y de ahí que el error marxiano de nuestro punto de partida resulte afortunado, ocurre que, en palabras de José Antonio Merino, uno de los autores más cualificados de esta reterritorialización del filósofo, «la metafísica, ciencia del ente en cuanto ente, puede convertirse por su objeto primero, en una ontología anterior y en una propedéutica a la teología filosófica.»[5]MERINO, José Antonio: Duns Scoto, Introducción a su pensamiento filosófico- teológico. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2007, p. 16. En cambio, la concordancia y el olvido relativo de la competencia entre las dos grandes órdenes mendicantes, que es el que podemos hallar en unas, por otro lado brillantes, revisiones de Tomás de Aquino como las que propone Josep Pieper,[6]PIEPER, Josef: introducción a Tomás de Aquino. Doce lecciones. Rialp, Madrid, 2021. acarrea también la ignorancia acerca de la existencia de dos escolásticas y no sólo una, susceptibles de encarar de manera muy distinta la metafísica. Y si no fuera por monografías como la de León Florido, correríamos el riesgo, a partir de esta desmemoriada concordancia a posteriori, de superponer un malentendido nuevo sobre el más antiguo, pero tal vez más improductivo, pues habríamos convertido al sutilísimo ocasionador de la ontología moderna, lo que no es poca cosa desde una perspectiva filosófica, en un teólogo meramente respetable dentro del campo más restringido, y por completo irrelevante salvo para los creyentes, de la mariología católica.
El libro de León Florido sobre Duns Escoto nos brinda una impagable noticia sobre el complejo contexto en el que tiene su momento histórico la creación escotista. En primer lugar sobre la guerra intestina en torno a la pobreza que se desarrolla entre los distintos sectores del franciscanismo. A fin de cuentas, el primer gran filósofo franciscano, Buenaventura, es al mismo tiempo determinante a la hora de proponer los signos de un modo de vida regido por la parvitas, la vilitas y la asperitas, y persecutor de los espirituales, una suerte de guerrilleros de ese ideal ascético (p. 64). Es verdad que Duns Escoto no juega ningún papel relevante en dicha disputa, muy al contrario de lo que ocurrirá con el que, al menos en lo que concierne a la auctoritas filosófica, será el principal heredero de Escoto, Ockham, y a quien el propio León Florido ha dedicado una brillante monografía, muy atenta a la transformación de la pobreza en una deconstrucción de las relaciones entre el poder confesional y el poder civil.[7]LEÓN FLORIDO, Francisco: Guillermo de Ockham. Filósofo en un tiempo de crisis. Escolar y Mayo, Madrid, 2014.
Muy distinto es el papel jugado por Duns Escoto en la disputa habida entre las diferentes órdenes mendicantes, puesto que se convierte en el principal baluarte teórico contra la potencia del aristotelismo tomista de los dominicos.
Ecos de esa ansiedad por fundamentar la argumentación los podemos aislar aquí y allá en muchos textos escotianos, sean o no debidos a su propia mano, como por ejemplo en la duovigesima conclusio del Tractatus de Primo Principio, en la que se agolpan una cita de la Metafísica, otra de la Física y otra de la Ética (la Nicomaquea) de Aristóteles, y dos citas de la Metafísica de Avicena en muy pocas líneas.[8]DUNS SCOTO: Trattato sul primo principio. Bompiani, Milano, 2019, p. 129. Así se advierte el esfuerzo por fundar la teología exclusivamente en la razón natural. Y si tiene un perfil de mediación intelectual se debe, entre otras cosas, a que, como señala Gérard Sondag en su magistral Duns Scot, su posición no se inscribe tanto en la tradición de la filosofía subjetiva y reflexiva abierta por Agustín, que es la planteada, señalamos nosotros, por Buenaventura y por el reactivo franciscano ante la condena del averroísmo, como en el cogito aristotélico tal y como aflora en el capítulo noveno del libro IX de la Ética a Nicómaco[9]DUNS SCOTO: Trattato sul primo principio. Bompiani, Milano, 2019, p. 129.. Esa capacidad para deslizarse por los intersticios de la disputa sólo estuvo a punto de naufragar en el caso de su defensa de la inmaculada concepción de María, hoy el aspecto principal de su rehabilitación para la ortodoxia, pero que entonces se consideraba que ponía en entredicho la universalidad de la acción redentora de Cristo. En esta controversia, Escoto se ve obligado a recurrir a la omnipotencia de la voluntad divina, según la célebre máxima de Potuit, decuit ergo fecit (pudo, lo juzgó adecuado, luego lo hizo) (p. 154), y que en ese contexto, bien desestabilizado por la disputa entre la potentia absoluta y la potentia ordinata divinas, es lógico que se percibiese como una suerte de debilidad, que le permitió a Jean de Poully afirmar que la defensa escotiana de la inmaculada debet hereticum reputari, hasta el punto de que se emprendiera contra él acciones non argumentis sed aliter (p. 155).
Uno de los más fértiles destinos del pensamiento de Escoto lo hallamos en la obra de Rosmini, es verdad que ella misma parcialmente eclipsada en esta edad de brutal cancelación, aunque en español contamos con la significativa aportación de Jacob Buganza, quien muestra cómo la antropología de Rosmini, centrada en el sentimiento, obtiene el fundamento del intelecto en la idea de ser, lo que le aproxima al univocismo.[10]BUGANZA, Jacob: El dinamismo del ser trinitario en la antropología de Rosmini. Anthropos, Barcelona, 2017. Tengo para mí, no obstante, que la verdadera reanudación doble de la filosofía de Escoto y de Antonio Rosmini, se debe a trabajos como el de Gian Pietro Soliani, quien aísla con minuciosa precisión filológica la intermediación de Bignamini para que Rosmini acceda a Escoto, aparte del influjo esencialista de Suárez.[11]SOLIANI, Gian Pietro. Rosmini e Duns Scoto. Le fonti scotiste dell’ontologia rosminiana. Il poligrafo, Padova, 2012. Repensar a Escoto hoy implica un triple gesto, una triple tensión: a) revisar el malentendido heterodoxo, que es hijo de una deficiente formación intelectual por parte de Marx, b) denunciar las numerosas estrategias para omitir la tradición de una filosofía medieval, y, lo que tal vez resulte más difícil, desactivar ese sepelio de la devoción con el que el catolicismo suele condenar a sus mentes más brillantes. Porque de no hacerlo, lo que quedaría así enterrada es la inquietud que pone en circulación la apertura de fronteras univocista, cuyo himno entusiasta cantaban, y parece que ha pasado tanto tiempo de ello, Deleuze y Guattari: «Un grado, una intensidad es un individuo, Haecceidad, que se compone con otros grados, otras intensidades para formar otro individuo. ¿Se dirá que esta latitud se explica porque el sujeto participa más o menos de la forma accidental? ¿Acaso esos grados de participación no implican en la propia forma una agitación, una vibración que no se reduce a las propiedades del sujeto? (…) En resumen, entre las formas sustanciales y los sujetos determinados, entre los dos, no sólo hay todo un ejercicio de transportes locales demoníacos, también hay un juego natural de haecceidades, grados, intensidades, acontecimientos, accidentes, que componen individuaciones totalmente diferentes de la individuación de los sujetos bien formados que las reciben.»[12]DELEUZE, Gilles y GUATTARI, Félix: Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-Textos, Valencia, 1994, p. 258.
Hay, por último, una especie de reviviscencia, como un hábito insurgente de Escoto, que se halla en las fronteras de la fenomenología husserliana. Es lo que advertimos por ejemplo en la tesis de habilitación de Martin Heidegger, un escrito que va mucho más lejos que el del mero trámite académico, y que, como justamente señala Florent Gaboriau, no puede desvincularse del poderoso influjo de Franz Brentano y de su estudio sobre las categorías en Aristóteles.[13]El comentario de Gaboriau en HEIDEGGER, Martin: Traité des catégories et de la signification chez Duns Scot. Gallimard, Paris, 2019, p. 17. Más sintomático es el hecho de que Edith Stein, cuando decide, después de su giro espiritual y filosófico, replantear un abordaje fenomenológico de la metafísica tomista, en un tratado tan monumental como arduo sobre el ser finito y el ser eterno,[14]STEIN, Edith: Ser finito y ser eterno. Ensayo de una ascensión al sentido del ser. Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2013. no es con Tomás con quien se encuentra a partir de su abordaje desde Husserl, sino con Duns Escoto, como le objetarán los tomistas sin ambages, entre nosotros por ejemplo Michel Esparza,[15]ESPARZA, Michel: El pensamiento de Edith Stein. Eunsa, Pamplona, 1998, p. 206. lo que demuestra que, pese al esfuerzo por devolver a la corriente principal de la tradición católica a Duns Escoto, algo queda, ahora apenas un rumor, una advertencia o una incomodidad, que no termina de sofocar ese malentendido original, acaso porque, en comparación con el de esta devolución a casa, su excéntrica resultase fundamental para el tránsito del mundo medieval a la filosofía moderna.
Título: Juan Duns Escoto: El teólogo de la razón medieval |
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Referencias
↑1 | MARX, Karl y ENGELS, Friedrich: La sagrada familia. L’EIna, Barcelona, 1989, p. 145. |
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↑2 | ANSELMO DE CANTERBURY: De veritate. Sígueme, Salamanca, 2019, p. 74. |
↑3 | LEÓN FLORIDO, Francisco: Juan Duns Escoto. El teólogo de la razón medieval. Escolar y Mayo, Madrid, 2015, pp. 8-9. |
↑4 | DELEUZE, Gilles: Diferencia y repetición. Júcar, Madrid, 1988, pp. 93-94. |
↑5 | MERINO, José Antonio: Duns Scoto, Introducción a su pensamiento filosófico- teológico. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2007, p. 16. |
↑6 | PIEPER, Josef: introducción a Tomás de Aquino. Doce lecciones. Rialp, Madrid, 2021. |
↑7 | LEÓN FLORIDO, Francisco: Guillermo de Ockham. Filósofo en un tiempo de crisis. Escolar y Mayo, Madrid, 2014. |
↑8, ↑9 | DUNS SCOTO: Trattato sul primo principio. Bompiani, Milano, 2019, p. 129. |
↑10 | BUGANZA, Jacob: El dinamismo del ser trinitario en la antropología de Rosmini. Anthropos, Barcelona, 2017. |
↑11 | SOLIANI, Gian Pietro. Rosmini e Duns Scoto. Le fonti scotiste dell’ontologia rosminiana. Il poligrafo, Padova, 2012. |
↑12 | DELEUZE, Gilles y GUATTARI, Félix: Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-Textos, Valencia, 1994, p. 258. |
↑13 | El comentario de Gaboriau en HEIDEGGER, Martin: Traité des catégories et de la signification chez Duns Scot. Gallimard, Paris, 2019, p. 17. |
↑14 | STEIN, Edith: Ser finito y ser eterno. Ensayo de una ascensión al sentido del ser. Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2013. |
↑15 | ESPARZA, Michel: El pensamiento de Edith Stein. Eunsa, Pamplona, 1998, p. 206. |