Cuentan que a Delia le entró una noche la luna llena en su cuarto. Que le pilló desprevenida y no pudo hacer nada por evitarlo. Ni tampoco supo luego cómo echarla. Que la dejó jugar a las comadres con la luna de su armario. Hasta que se cayó en el vaso de agua que tenía sobre la mesilla, y se deshizo como una pastilla efervescente. Que creyendo hacer lo que debía, se la bebió de un trago. Y que es por eso que a todos los niños que sacan a pasear en cochecito, Delia se los quiere comer a besos.
