El problema es que hace tiempo que solo hay una convivencia disfrazada de matrimonio, una relación apacible pero baldía arrastrada durante años. Duermen siempre de espaldas al otro, manteniendo un perpetuo desapego. Durante las comidas permanecen remotos, ignorándose con atroz indiferencia. Mañana, al percatarse de que en una especie de transmutación siamesa sus espaldas se han fusionado, experimentarán un anhelo nostálgico por no poder decirse las cosas mirándose a los ojos.