Sentado cerca de la ventana, tapado con esa mantita de cuadros que tanto calor aportaba a sus días, que no las noches, se enfrentaba a la visión de lo que pasaba delante de él.
Mirada absorta en un abismo que era diario y al mismo tiempo nublado. Pasaba la primavera, verano, otoño e invierno, casi cómo de un día fuera. Ahora el frio invierno hacía que el cristal cortara el contacto con el exterior y ese aire. que hacía que sus mejillas cogieran otro color, no le llegaba.
Sintió un escalofrío que no sabía de dónde venía, volvió el cuello y se vio reflejado otro cristal, diferente, con otro fondo. Un señor con cara pálida y una mantita de cuadros le miraba fijamente y no sabía quién era.