
Una de las mayores incertidumbres en las elecciones generales del pasado domingo era conocer, a ciencia cierta, cómo iba a repercutir en el conjunto del electorado esa ola reaccionaria que recorre a lo largo y ancho Europa los últimos años, fruto de una crisis económica que se ha hecho crónica para las clases medias y bajas, que ha hecho mucho más ricos de los que ya lo eran a los de siempre y que ha sido gestionada de manera nefasta por la política tradicional. La búsqueda de un chivo expiatorio, tal como pasara en otras épocas de trágico recuerdo, el recurso al nacionalismo más rancio como seña de identidad en todos los casos y la cuestión catalana en particular en el de España, había sembrado un mar de dudas en todos o casi todos los que nos interesamos por la cosa política.
El pueblo español ha hablado y, aunque no es de menospreciar esos 24 diputados con los que Vox ha irrumpido en el Congreso de los Diputados, queda bastante lejos de lo que le daban las encuestas y la sensación generalizada llenando recintos ante una multitud enfervorizada al son de los «Novios de la muerte». España ha puesto de manifiesto que es un país menos xenófobo que otros de nuestro entorno, que apuesta por la diversidad, la pluralidad y el respeto mutuo y que quiere que los problemas se resuelvan por la vía de la democracia y el diálogo.
Dicho esto y añadiendo que las encuestas, a pesar de lo de Vox no han errado tanto como en otras ocasiones, lo que pone también de manifiesto que no había tanto voto oculto como muchos pensaban –ni que Tezanos era el Lucifer de la demoscopia-, el PSOE y el bloque de izquierdas han resultado claro ganadores de estas elecciones generales y aunque está por ver el resultado de las posibles coaliciones de gobierno, a primera vista, parece difícil que a pesar de que PSOE y Cs sumen mayoría absoluta y que Albert Rivera emulando a Groucho Marx haya tirado de forma tan reiterativa del «Si no le gustan estos principios, tengo otros», parece poco creíble que con la colérica vehemencia que ha atacado al líder socialista tras su viraje a la derecha, la evidente victoria progresista en las elecciones y lo que la misma noche del domingo manifestaban de manera tan abierta las bases socialistas en Ferraz negando tal posibilidad, que el PSOE busque acomodo con Ciudadanos para formar gobierno.
Por lo que respecta al PP, la pérdida de nada menos 71 escaños –más de la mitad de los que tenía-, sería motivo más que suficiente en cualquier democracia consolidada para provocar la dimisión del líder del partido. Pero a la hora de escribir estas líneas si no se ha producido ya es de suponer espere a ver qué ocurre en las inminentes autonómicas, municipales y europeas del mes de Mayo, aunque a buen seguro, va a dar paso a una situación más que convulsa dentro de su partido tras renunciar a la actitud más moderada del pasado de Rajoy y haber tomado la deriva más reaccionaria del «a por ellos» y el aznarismo más rancio. Es curioso por otra parte y así ha sido, como el propio Casado ha denunciado durante la campaña las fallas del modelo electoral español por cuanto podía perjudicar al PP con la división de la derecha en varias opciones. Algo que, precisamente, mientras no se dio en ese lado del tablero le beneficio de manera más que sensible mientras perjudicaba a la tradicional división de la izquierda en el otro lado, sin que los populares durante todos estos años hicieran caso a ello.
Por lo que respecta a Podemos, el descalabro ha sido algo menor del esperado y probablemente la reaparición en la arena de Pablo Iglesias, el haber entonado su mea culpa por la gestión del partido y, sobre todo, su participación en los debates televisivos de la última semana –en el del lunes muy correcto y en el del martes impecable-, ha recabado un buen puñado de votos que de no haber sido por ello unos hubieran acabado en el PSOE y otros en la abstención.

En resumidas cuentas:
1º. Parece claro que, tal como ha pasado el domingo, a mayor participación el resultado se escora más a la izquierda como ha venido ocurriendo tradicionalmente.
2º. En esta ocasión a las encuestas les ha ido mejor y el PSOE ha ganado con solvencia las elecciones como predijeron aunque deberá llegar acuerdos para gobernar.
3º. Aunque los poderes económicos harán lo posible para ello y la vieja guardia del PSOE algún ruido hará también al respecto, no parece creíble una coalición de gobierno PSOE-Cs.
4º. El PSOE no necesita para gobernar a los independentistas, puede incluso cuajar 175 diputados –a uno solo de la mayoría absoluta-, agrupando al resto de partidos de un similar espectro.
5º. E incluso solo con un acuerdo de legislatura con Podemos y sus habituales aliados, el PSOE sumaría 166 diputados, una mayoría cualificada suficiente que le permitiría gobernar y con la que a buen seguro contaría con el apoyo o la abstención puntual de otros.
6º. Que va a ser difícil que Podemos corra a cargo de algún ministerio, aunque tal como ha sucedido en los últimos 10 meses no parece que ello sea necesario para obligar al PSOE que se consolide en la banda socialdemócrata que debiera hacer honor a sus siglas.
7º. Que VOX ha dado a luz en el Congreso, aunque menos de los previsto pero de manera ciertamente solvente, y veremos a ver de qué manera puede afectar ello a la Cámara, a sus electores recientes y potenciales.
8º. Que los independentistas no van a ser llave de gobierno. Que ERC que se ha desmelenado como primera fuerza en Cataluña, se diría está tomando derroteros menos drásticos que los del JxCat y ello, sin duda, puede beneficiar a la legislatura.
9º. Que de no remediarlo el PP, Ciudadanos aspira claramente en convertirse en su relevo en la derecha de este país. Se ha quedado apenas a solo 9 escaños y poco más de 200.000 votos de estos, dicho de otro modo a un puñado de votos del sorpasso .
10 º. El PP ha perdido casi 3.600.000 votos que han ido a parar casi exclusivamente a Cs y Vox y ha perdido 71 diputados en un desplome solo superado en el actual periodo democrático español por el colapso de la UCD de 1982. Sin duda el partido deberá replantearse su situación y acomodo en nuevo escenario que dista muy mucho del que se había acostumbrado en su parte del tablero político en la que hasta ahora, prácticamente había nadado en solitario. Sus dos compañeros de viaje, Vox a su derecha y Cs –una vez abandonada su etapa centrista-, por su izquierda le han robado la cartera.

Hace solo unos días un buen amigo me decía que había descubierto sorprendido que nuestra vecina Portugal anda «como una moto», con unos datos económicos que, salvando las distancias y en su debido contexto, son de auténtica envidia para cualquiera y más especialmente para España. En Portugal gobierna un Partido Socialista, con el apoyo de otras fuerzas minoritarias de izquierda, que sí que intenta ser fiel a sus siglas y a los principios de la socialdemocracia. Lamentablemente el peso de Portugal en el contexto europeo es muy reducido y apenas si trasciende su modelo de gestión y si lo hace, por razones obvias, se le intenta quitar hierro al asunto en esta Europa atiborrada de neoliberalismo y ahora también cada vez más neocon .
El PSOE tiene en su mano revertir esa situación no solo en España sí no dada la envergadura del país siendo un botón de muestra necesario para el resto de sus vecinos allende de los Pirineos y devolver a los mismos a ese otro modelo de construcción europea que recupero el maltrecho escenario que dejara la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, el más puro sentido común ante los numerosos desafíos de un futuro que ya está ahí.
Atentos.
[…] semana pasada, el compañero Felipe Pozueco, colaborador de este mismo medio, analizaba los resultados estatales. Hoy yo hago lo propio con los de la comunidad en la que vivo, la Comunidad […]
[…] semana pasada, el compañero Felipe Pozueco, colaborador de este mismo medio, analizaba los resultados estatales. Hoy yo hago lo propio con los de la comunidad en la que vivo, la Comunidad […]