¿Qué se entiende por salario mínimo interprofesional? El SMI es la cuantía retributiva mínima que recibe un trabajador referida a la jornada legal de trabajo, sin distinción de sexo o edad del trabajador, sea fijo, eventual o temporero.
En España, durante la última década el SMI ha estado entre 630 euros y 650 euros, pero recientemente, se ha elevado a 900 euros, lo que representa un incremento del 22,3 por ciento respecto al pasado año 2018.
Ante este anuncio, el Banco de España señala que «la subida del salario mínimo de este año, del 22,3% hasta los 900 euros, no ayudará ni a las rentas bajas ni a corregir la desigualdad. […] Sin embargo, alerta de que el incremento puede provocar que pierdan su empleo el 12,7% de los trabajadores con sueldos que antes estaban por debajo de los 900 euros. Este porcentaje supone 125.000 puestos destruidos, el 0,8% de los 16 millones de ocupados a tiempo completo». (El País, 1 de febrero de 2019).
Al mismo tiempo, el BBVA sostiene que «el notable incremento del SMI para 2019 puede condicionar la evolución de la economía y del empleo». Las estimaciones de esta entidad coinciden, en líneas generales, con las indicadas por el Banco de España. (El País, 7 de febrero de 2019).
Algo parecido, indica la agencia de calificación Moody’s, con la salvedad de que, según ella, los posibles efectos perjudiciales de la subida del salario mínimo se verán compensados por un aumento del PIB, debido a que los trabajadores afectados al tener más dinero consumirán más. (El PIB es el parámetro utilizado para medir el crecimiento económico, ídolo del vigente sistema económico que nunca conduce a una mejora de los pobres).
En un trabajo periodístico, «Subidas de salario mínimo ¿Qué sabemos sobre sus efectos?», escrito por Carlos García Serrano, catedrático de Fundamentos del Análisis Económico en la Universidad de Alcalá, y publicado en El País del 29 de diciembre de 2018, escribe: «De acuerdo con la revisión realizada por dos economistas norteamericanos (Neumark y Wascher) hace diez años, el salario mínimo no influye significativamente sobre el nivel de empleo o tiene efectos prácticamente nulos».
«En el caso español, los estudios han encontrado evidencia de un impacto negativo débil del salario mínimo sobre el empleo adolescente (16-19 años), siendo inapreciables efectos para el resto de los trabajadores».
Según este catedrático «a la vista de la evidencia empírica presentada anteriormente, parece que un incremento del salario mínimo podría ser una buena medida dirigida a resolver la desigualdad salarial, sin efectos negativos apreciable sobre el empleo agregado. Esta es la conclusión a la que llega la OCDE en el último de sus informes (Perspectivas de empleo, 2014)».
Según la Ministra de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, «La situación del anterior salario mínimo era socialmente insostenible». «Creo que la subida del salario mínimo a quien va a beneficiar es a esos colectivos: a jóvenes, mujeres y lo que están en una situación vulnerable». (El País, 12 de noviembre de 2018).
No considero zanjada esta discusión si no se menciona el salario de, por ejemplo, de alguno de los directivos de los bancos, ya que hace unos años los ciudadanos tuvimos que rescatarles del “pozo” en que habían caído. Basta con el título de una noticia publicada en El Confidencial del 16 de febrero de 2018: «Ana Botín gana 10,58 millones en 2017 entre salario y pensiones, un 6,9 % más».
Una demostración más de que la desigualdad económica se sitúa en el corazón del sistema capitalista actual. El actual sistema económico concentra la riqueza en cada vez menos manos, generando una progresiva desigualdad entre los ciudadanos. Se necesita urgentemente un nuevo paradigma económico.
En una entrevista al Premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, en la actualidad profesor en Columbia, y, que según el periodista, «junto a Paul Krugman forma, el drem team de los economistas progresistas estadounidenses» (El País, 11 de noviembre de 2018), Stiglitz «aplaude sin ambages la decisión del Gobierno español de aumentar un 22% (en realidad, un 22,3 %) el salario mínimo hasta 900 euros mensuales», un paso, según dice, «largamente esperado».
Stiglitz sostiene que subir el salario mínimo tiene un impacto «insignificante o incluso positivo» sobre el empleo. Para justificar esta opinión, cita que hay un centenar de estudios hechos en EE.UU. «Allí los datos son abrumadores. Y no se refieren a subidas del 22% como en España, sino incluso del 100%, como en Seattle», asegura.
Stiglitz atribuye las críticas a la decisión de Pedro Sánchez a una visión antigua basada en la presunción de que el mercado de trabajo funciona como cualquier otro mercado, definido por la oferta y demanda, idea que este economista considera «una especie de creencia religiosa».
En su libro El malestar en la globalización (2002, Madrid, Santillana Ediciones Generales) Stiglitz indica que «la globalización puede ser una fuerza benéfica y que su potencial es el enriquecimiento de todos», siempre y cuando «nos replanteemos el modo en el que ha sido gestionada». «Somos una comunidad global y para convivir debemos cumplir unas reglas equitativas y justas que atiendan a los pobres como a los poderosos, y reflejen un sentimiento básico de decencia y justicia social» (Contraportada).
Pero sin que los ciudadanos hayan intervenido en la elección, en estos momentos de esa gestión se está encargando una serie de organizaciones internacionales -el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio (OMC), …- que han causado, y siguen causando, un sufrimiento excesivo a muchas personas. Nada de reglas equitativas y justas que atiendan a los pobres como a los poderosos. Stiglitz habla de «políticas ideológicas» que califica de «una especie de creencia religiosa». El credo de esa «especie de creencia religiosa» es «el mercado» que sus líderes califican de «perfecto» y sujeto a la ley de la oferta y la demanda. En el caso concreto de la subida del salario mínimo interprofesional, los creyentes de esa especie de creencia religiosa señalan que una subida de salario (oferta) conduce a una pérdida de empleo (demanda).
«El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha alertado de que los incrementos anunciados del salario mínimo interprofesional (SMI) ponen en peligro las oportunidades de empleo de los menos cualificados y de los jóvenes», y ha considerado «crucial» mantener las reformas laborales acometidas en España. (eldiario.es, 3 de octubre de 2018). Consecuencia: imposible salir de la pobreza.
El vigente sistema económico-social, principalmente después de la crisis financiera de 2008, ha abrazado esa «política ideológica». Política que ha convertido en mercancía toda actividad humana, incluidos los derechos humanos y todos los bienes comunes de la humanidad. Ello nos está conduciendo al precipicio.
En el caso del trabajo humano, esa idea de que es una mercancía sujeto a la ley de la oferta y demanda ¿no les recuerda a la venta de esclavos en la plaza pública? También son mercancía los derechos humanos: con ocasión de la crisis financiera de 2008, el FMI decretó que solo tendrían derecho a la educación y a la sanidad aquellos que tuvieran dinero para pagarla. En cuanto a los bienes comunes, las grandes empresas se están apropiando de todos. Como tantas veces se está diciendo, urge implantar un paradigma económico distinto, una forma de gestión de la globalización verdaderamente humana “que atienda a los pobres como a los poderosos, y refleje un sentimiento básico de decencia y justicia social”. ¿Tendrán razón Jeremy Rifkin en La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo, y Paul Mason, en Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro, al afirmar que ese paradigma ya ha empezado a perfilarse protagonizado por los ciudadanos: economía social o economía social y solidaria o economía colaborativa?.
Fuente: Dos “entradas” al blog Imaginar y crear al futuro, píldoras-para-pensar.blogspot.com