Durante las últimas décadas se está dando un proceso de ruptura con respecto a la tendencia iniciada en el siglo XIX y confirmada en el siglo XX. El eje en el que ha rotado la globalización hasta hace poco tiempo, donde se concentra el poder económico y político, se está trasladando paulatinamente a Asia-Pacífico.
La historia no sólo es el S.XX y XXI
China e India son dos países que en economía han sido hegemónicos históricamente y están volviendo a adquirir ese papel relevante que les caracterizó siglos atrás (click para ampliar).
En 1790 China suponía alrededor del 35% del PIB global y Europa el 27%. El cambio de lo que había sido tendencia prolongada durante muchos años vino de la mano de la Revolución Industrial, además de las conquistas imperialistas. Fue por aquel entonces, 1800 aproximadamente cuando inició lo que se conoce como gran divergencia al no reaccionar China de la forma requerida, debido a diferentes factores (recursos, estabilidad en la agricultura, factores culturales ante la industrialización y las nuevas tecnologías, etc). Uno de los momentos que corroboró ese cambio fueron las Guerras del Opio, en la que salió victoriosa Inglaterra, allá por 1842.
Desde 1850 a 2020 son los años durante los cuales han sido potencias Estados Unidos, Inglaterra y Francia. A este cambio que ha durado casi dos siglos, se le conoce como milagro europeo. Se generó una dinámica a nivel mundial conocida como Centro-Periferia. Las potencias nacidas de la industrialización y del imperialismo ostentaron el Centro y las antiguas colonias, aunque consiguieron independizarse, quedaron marginadas en la Periferia del mundo.
Durante el S.XX todos los datos económicos estaban del lado de los países centrales. Europa Occidental, Estados Unidos, Australia, Canadá, Corea del Sur y Japón llegaron a sumar el 70% de la producción mundial, el 80% del comercio mundial, el 90% de las operaciones financieras y el 80% de los nuevos conocimientos científicos. Son los países que lideraron el mundo sin que nadie les hiciera sombra, al menos hasta finales de los noventa. Conforme el S.XX llegaba a su fin, nuevas economías comenzaron a crecer con fuerza en la Periferia. Esas economías son los conocidos como países emergentes y el despertar de China e India. ¿Es posible que la distribución del poder económico vuelva a lo era habitual antes de la gran divergencia?
Responder a dichas preguntas con rotundidad es entrar en futurología. En cambio, optamos por explicar los puntos que consideramos relevantes en las líneas siguientes y a partir de ahí, al menos, partir de una mejor posición para pensar en diferentes futuros para China y el Orden Mundial.
Los últimos 40 años en China
Cambios, guerras y república
Coincidiendo con la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil China, el país, si observamos el gráfico, empezaba a dar un cambio en la tendencia de la década anterior. Tras estas dos terribles guerras para China se sucedieron años de muchos cambios con el Gran Salto, el Maoísmo, el establecimiento de la República Democrática Popular y la Revolución Cultural. Tras estas convulsas décadas, el proyecto reformista y modernizante de China fue concebido en 1975 por Zhou En Lai. Imposibilitado de aplicarlas por su deteriorada salud y posterior muerte, el proyecto fue asumido en 1978 por Deng Xiaoping (el Pequeño Timonel) que al ejercer su liderazgo en el gobierno y Partido, impone un nuevo curso histórico para China. A partir de entonces, la Revolución Cultural fue considerada y enseñada en las escuelas como algo negativo, por la falta de correspondencia entre teoría y práctica. En cuanto a las sombras de su recorrido político, habría que destacar que fue el responsable de muchas personas, millones, durante el mandato de Mao. Por tanto, no es de extrañar que durante su liderazgo pragmático plagado de reformas estructurales[1]Las reformas estructurales en China y sus efectos. [pdf], aplacase con suma contundencia los movimientos sociales de Tianamen, siendo uno de los últimos grandes puntos negros en la gobernanza de Deng Xiaoping. La política central no podía ser contestada y solo la estabilidad era garante del desarrollo. Como bien resumía el eslogan oficial: enriquézcase, aunque perfectamente podrían haber añadido, «y no haga política».
La concepción de Deng Xiaoping asume una visión histórica que rescata la centralidad de un proyecto modernizador chino para proyectar sus realizaciones hacia el futuro. Deng —impactado por el atraso de China luego de la experiencia traumática de la Revolución Cultural— consideraba que la única vía para que China pudiera acceder a la condición de gran potencia era una política sistemática de modernización, con énfasis en el desarrollo económico, manteniendo no obstante la estructura de control político del Partido Comunista Chino (PCCh). Las reformas debían limitar el tamaño y el poder de la burocracia, posponiendo los criterios ideológicos a las exigencias de un desarrollo más acelerado. El lema de las cuatro modernizaciones (agrícola, industrial, científico-tecnológica y de la defensa nacional) resumía las nuevas aspiraciones del liderato chino[2]El proceso de reformas en China y su política exterior. Manfred Wilhelmy. [pdf].
Llevando a cabo lo comentado, hizo realidad la meta de un país económicamente poderoso, socialmente desarrollado, políticamente más abierto, y militarmente capaz de enfrentar los desafíos impuestos por un sistema internacional anárquico y conflictivo en el S.XXI. Se superaron las guerras, se aplacó la inestabilidad y se dotó de valores e ideales el orgullo nacional chino, orgullo reforzado por ser China una potencia histórica. Es en estos casi 40 años en los que se da el salto del comunismo al consumismo.
Aún con todo lo comentado, para entender la cultura china, de gran riqueza y con muchísimos años de historia, es necesario enfocar la mirada desde una posición diferente a la puramente occidental. De esta forma entenderíamos mejor su modelo de gobierno de estado, es decir, la sino-política, llevándonos a comprender adecuadamente la evolución exitosa de China en el Orden Mundial que hoy conocemos[3]La Política Exterior de la República Popular de China, la llegada de Xi Jinping y sus vínculos en América Latina. Raquel I. León de la Rosa-Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.[pdf].
La primera década del S.XXI
En los primeros diez años del siglo XXI, la estructura económica de China experimentó un cambio obvio y activo, gracias a las políticas estratégicas de la Explotación a Gran Escala del Oeste, la prosperidad de las antiguas bases industriales del Nordeste, el fomento de la vigorización del Centro y la priorización del desarrollo del Este, los índices económicos más importantes del Centro y el Oeste, así como del Nordeste, cuyas economías quedaron a la zaga por largo tiempo, representan un incremento igual o más rápido que el Este.
La entrada de China a la Organización Mundial del Comercio, en 2001, llevó la apertura del país hacia el exterior a un nuevo nivel, con la ampliación de esta política a la industria, agricultura y comercio de servicios, así como la aceleración de la facilitación y liberalización del comercio y la inversión, apunta el documento.
Con los planes quinquenales de la década, se tomaron medidas y diferentes políticas para controlar la población (1.400 millones de personas para 2010), reforzar la cualidad integral de los ciudadanos, mejorar derechos de niños y mujeres, fortalecer la propaganda y educación, se estableció un sistema de innovación científica y tecnológica, se aumentaron las asignaciones para la planificación familiar, se desplegó el papel de las organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil, se ampliaron los y la cooperación internacional, entre otras muchas medidas.
En comparación con el crecimiento económico mundial en este decenio, el de la economía nacional fue cinco puntos porcentuales más altos. En 2005, el PIB de China superó al del Reino Unido y Francia y pasó a ocupar el cuarto puesto del mundo. Poco tiempo después, en 2008, desplazó a Alemania y se convirtió en la tercera economía del mundo.
Economía china en la actualidad
La llave que abrió la puerta del cambio histórico fue la reforma y apertura iniciada con el mandato de Deng Xiaoping, con que modificaron radicalmente la imagen de China. «Cruzar el río sintiendo cada piedra bajo los pies». Así se describe desde sus inicios (1978) el proceso de reforma china, basado en una experimentación constante, analizando los pros y los contras, antes de su descarte o generalización.
Sin embargo, ese desarrollismo chino ha tenido unas graves consecuencias en materia de desigualdades de oportunidades y de riqueza, de contaminación y en episodios reiterados de esclavitud. China, pese a su imagen autoritaria y robusta, es un Estado con unos grandes problemas internos que representan algunas de sus principales fuentes de debilidad y, por ende, parte de los desafíos a enfrentar. Para afrontar estos problemas, China necesita de unas instituciones sostenibles, es decir, flexibles y adaptables a las nuevas necesidades de su sociedad. Pero, un cambio institucional es extremadamente difícil, ya que requiere superar intereses creados al igual que los sistemas de creencias y modelos mentales anticuados —situación que también se vive en occidente a otro nivel—. Las instituciones sostenibles son aquellas que aprenden y se adaptan, superando sus propios sesgos y limitaciones. China requerirá un cambio institucional de esas características, con la misma determinación y practicidad que lleva a cabo otras políticas, para así combatir con más garantías los desafíos futuros del país.
Referencias
↑1 | Las reformas estructurales en China y sus efectos. [pdf] |
---|---|
↑2 | El proceso de reformas en China y su política exterior. Manfred Wilhelmy. [pdf] |
↑3 | La Política Exterior de la República Popular de China, la llegada de Xi Jinping y sus vínculos en América Latina. Raquel I. León de la Rosa-Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.[pdf] |