Bajo el lema “un clásico, un regalo” se inauguraba a principios de julio la trigésimo séptima edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, festival que, como muchos de vosotros sabréis, es todo un referente en las artes escénicas tanto a nivel nacional como internacional.
Almagro, durante el mes de julio sufre una metamorfosis; tal vez es por su casco histórico barroco o porque sus múltiples espacios habilitados (el Corral de Comedias, el Hospital de San Juan, el Teatro Municipal, la Antigua Universidad Renacentista, entre otros) cobran vida o simplemente por el cálido ambiente que emana teatro por todas sus calles. La cuestión es que Almagro se convierte en el escaparate perfecto para la exhibición del teatro del Siglo de Oro, no solo nacional, sino también internacional, – de las 52 compañías que se reúnen 11 son extranjeras y en ellas tienen también lugar obras de autores como Shakespeare, Molière y Corneille-. Por eso y mucho más, Almagro se convierte en un punto de encuentro obligatorio para los aficionados, profesionales y estudiosos del Teatro Clásico.
Sin embargo, no pretendo vender este festival, ni la localidad, ni su comunidad, de eso ya se encarga la “farándula política”. Simplemente, me gustaría contar mi experiencia y lo que para mí fue disfrutar de Almagro unos días.
Almagro fue descubrir que Quevedo, uno de los poetas y prosistas por excelencia del Barroco, en su tiempo libre escribía entremeses como La vieja muñatones o El marión, en los que agudizaba su ingenio, satirizando el concepto de comedia al mismo tiempo que ponía en evidencia la realidad de su tiempo. -Muy típico en él, todo se diga-. Almagro fue comprobar que, de un paso de Lope de Rueda a un entremés de Luis Quiñones de Benavente, la forma de asumir e imaginar el teatro había cambiado ya. Almagro fue entender también cómo en tan solo un siglo, del XVI al XVII, un género puede despegar para convertirse en lo que hoy es. Almagro supone además – y esto fue lo mejor- disfrutar de los teatrillos ambulantes, de los teatros en espacios emblemáticos como la Antigua Universidad donde la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico representó La cortesía de España de Lope de Vega. Una comedia en la que sus protagonistas se debaten entre el dilema del querer y poder, entre el sentido del deber y el deseo, entre su felicidad y la de los otros, siempre bajo el tamiz del miedo, pero a su vez, de la libertad.
Almagro puede ser descubrir que cuatrocientos años no son nada para el ser humano, pues, en esencia, seguimos siendo los mismos, aunque lo exterior parezca diferente. Las pasiones que mueven a don Juan de Alvarado para conquistar a doña Inés en Donde hay agravios no hay celos de Rojas Zorrilla poco distan de las de un enamorado de hoy, el soliloquio de doña Inés reivindicando la igualdad de clases sociales, pese a que su fin fuese poder casarse con el criado del galán, perfectamente podríamos encontrarlo en la próxima manifestación que recorrerá nuestras calles. Incluso con las gracias de Sancho el espectador de 2014 se ríe – y eso que el humor es muy permeable a las modas-. Resumiendo, mismas pasiones, temores, ambiciones e ilusiones… como decía Heráclito “No hay nada nuevo bajo el sol”. Asimismo, esta insólita localidad manchega puede ser la posibilidad de conversar con los actores en la Plaza Mayor o pedirles una foto en caso de que seas tímido. Almagro puede ser intercambiar miradas con los técnicos de luces y sonido o finalmente, descubrir que la comedia de anoche termina como tú querías.
En definitiva, Almagro es un foro de encuentro, comunicación y vivencias sobre teatro y sobre la vida. Almagro ofrece diferentes y variadas propuestas, interesantes eventos culturales del verano, para el verano. No obstante, todo tiene un fin; julio se acaba y junto a él, el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro baja el telón hasta el año que viene.
Recordad: en julio, Almagro.
Dan ganas de pasarse por ese mágico lugar.
Muy interesante, el año que viene intentaré apuntarme.