En palabras de John Wyndham, los trífidos son unas plantas creadas en laboratorios, las semillas de las cuales sirven como aceite para cualquier tipo de uso y a un precio muy bajo. Además, los trífidos pueden caminar, poseen una gran flexibilidad, tienen un veneno poderoso y son carnívoros. Todo esto no les hace superiores al hombre, al menos no antes de la catástrofe, cuando gran parte de los humanos se vuelven ciegos. Entonces estas plantan atacan por sorpresa con un fuerte latigazo venenoso y mortal.
Contexto histórico
A pesar de ser un novela de ciencia-ficción, El día de los trífidos (1951) de John Wyndham es una reflexión sobre su tiempo, una especulación sobre las consecuencias de la guerra fría. Popularizado por Walter Lippman, la guerra fría supuso un período de abierta rivalidad entre las dos grandes potencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, y sus respectivos aliados. El conflicto marcó la clave de las relaciones internacionales y se dio tanto en el ámbito político, económico, como en el propagandístico. Y a pesar de las amenazas militares, nunca hubo una guerra directa entre ambas potencias.
Ésta es la idea que Wyndham expone al principio de la novela: «los EEUU negaron que tuviesen bajo su control ningún satélite destinado a desencadenar ninguna guerra biológica directamente contra los seres humanos (…) nadie comprendió aquello de “directamente”». Además, «la paz persistía simplemente porque a ninguno de los dos bandos no les parecía suficientemente claras sus probabilidades de triunfar». Se nos habla también de satélites y de las amenazas que estos suponían para la población antes de la catástrofe. Sin embargo, esta contextualización de Wyndham parece perder interés conforme avanza la novela, hasta el punto que el lector no entiende porqué esta insistencia en hablarnos sobre política en una historia de ciencia-ficción.
William Mansen (Bill) despierta después de una intervención médica y descubre que gran parte de la población londinense se ha vuelta ciega. Al parecer todas las personas achacan este incidente a la visión de un cometa la noche anterior. Rápidamente se expande el caos por la ciudad y comienza una carrera por la supervivencia: los ciegos buscan a los videntes para sobrevivir; los videntes intentan escapar como sea de la ciudad. La situación parece ser mundial, así que las probabilidades de salir adelante se vuelven difíciles. Por suerte Bill encuentra a Josella, una joven que tras perder su familia y sus pertenencias se convierte en la razón de vida del protagonista. Wyndham sabe perfectamente que toda historia, por muy de ciencia-ficción que sea, necesita una historia de amor. Por supuesto, amor con trífidos, por eso es una novela de ciencia-ficción y no de amor.
Misión científica: cómo eliminar los trífidos
Ya sea de amor y de ciencia-ficción, El día de los trífidos relata el viaje de Bill al encuentro de sí mismo. El viaje es un elemento omnipresente en todas las dimensiones del ser: en su ámbito social, individual, existencial, psicológico y artístico. En referencia a la literatura de viajes y a los viajes en la literatura, podemos subrayar la crónica, la memoria de viajes, la literatura de aventuras y, por supuesto, la ciencia-ficción. La estructura de la representación simbólica del viaje es siempre la misma: el individuo parte del principio de ignorancia y avanza hacia el conocimiento. Por supuesto, desde el siglo XIX, el héroe vive un proceso de desacralización, pero aún queda algo de ese héroe punto de encuentro entre universo y divinidad. Y de todo esto, hay un poco en El día de los trífidos.
Si bien el principio de la novela Bill es precisamente uno de los pocos que ve, es el viaje en búsqueda de Josella y de un mundo mejor para vivir lo que realmente le dará la vista. El viaje es pues un proceso parecido al descrito por Platón en el mito de la caverna. Este viaje, además, se divide en éxodo, saqueo y misión científica.
En referencia al exilio, Bill acepta rápidamente éste como un deber impuesto por el azar más que por el destino. Sin embargo, el lector puede apreciar en algunas líneas una cierta condena divina que recae sobre él y sobre todos los londinenses, tanto si ven como si no. Josella también percibe esta marcha forzada, por eso se sienten unidos desde el primer momento.
Una vez comprendido esto y escuchado el discurso en la Universidad, surge el éxodo, es decir, la expulsión o retirada del paraíso. A pesar de no estar determinado por los dioses, sino por la colisión de un cometa en la estratosfera, ninguno de estos supervivientes ofrecen resistencia a la huida de Londres. Este éxodo marca gran parte de la novela, donde se nos presentan diferentes grupos de personas que intentan de un modo u otro salvar la civilización o crear una nueva sociedad. Así, el grupo de la señorita Durrant expresa «la decadencia, la inmoralidad y la falta de fe provocaron la mayor parte de los males del viejo mundo. Los cínicos y los super-intelectuales no nos gustan». Y a pesar de que esta sociedad es la perpetuación del viejo mundo, sigue siendo una alternativa. Para el señor Beadley la solución es muy diferente: es preciso eliminar los prejuicios porque lo único válido es la salvación de la raza. Resignación o lucha, estas son las dos opciones para Bill, quien se decanta por la última.
Finalmente, el último viaje es claramente una misión científica. El grupo de Beadley se encuentra en una isla donde más o menos han podido controlar los trífidos. Para la perpetuación de la especie humana necesitan eliminar a los trífidos y para ello, necesitan gente que se dedique a estudiar cómo eliminarlos de la faz de la tierra. Este viaje, del que sólo sabemos su principio, es el final del proceso de búsqueda del propio protagonista. Desde pequeño se había interesado por los trífidos, había orientado sus estudios en este ámbito y se había dedicado a ello profesionalmente hasta la llegada del supuesto cometa. El viaje a la isla de Beadley es lo que vuelve a dar sentido a su vida.
El sentido de la ciencia-ficción
Llegados a este punto, subrayamos lo del supuesto cometa. Wyndham quiere aclarar a ese principio tan histórico con el que empezaba su novela. ¿Qué sentido tiene hablar de la política de bloques en una novela de ciencia-ficción? El sentido de especular sobre la sinrazón de su tiempo. En una conversación entre Bill y Josella, éste expone su teoría: quizás por accidente uno de los satélites con armas mortíferas estalló, o quizás un cometa estalló contra uno de estos satélites, y lo que parecía una arma destructiva pero controlada, se convirtió en un arma descontroladamente destructiva. La destrucción no es un designio divino, sino la consecuencia de los actos del ser humano. Homo homini lupus est. Por eso es bueno leer ciencia-ficción, porque en el fondo es la literatura que más hace pensar.