Orfeo ante lo bello
Quisiera empezar a hablar y siento que ya es tarde, que ya no hay tiempo. Porque aquí acaba el tiempo donde no estoy y empieza el tiempo donde vuelvo a estar, donde vuelvo a empezar. Empezar a hablar con estas palabras, en y desde su propio principio, es, en efecto, empezar de nuevo. Entonces, ¿cómo […]
El catasterismo femenino de Walter Benjamin
Comentario a WEISSWEILER, Eva: Dora y Walter Benjamin. Biografía de un matrimonio. Tusquets, Barcelona, 2021. La pregunta sobre cuánto creemos en el poder de las cuerpos celestes para configurar nuestra vida, carecería de algún valor si no nos preguntásemos además cuánto creen los cuerpos celestes en nosotros y en nuestro poder para darles una figura. […]
La vi, Malte, la vi: una enseñanza sobre la mirada (Rilke y la imagen II)
Existe, está claro, una relación entre la aparición como una apertura en lo visible y lo que Rilke llama lo Abierto. En este punto, todo Rilke, y para muestra sirven sus Cuadernos de Malte, es una enseñanza sobre la mirada. Así pues, el pasaje sobre la aparición de Ingeborg no es una abdicación ante un misterio insondable ante el cual uno tendría que caer de rodillas. Al contrario, si Malte hace de la escritura de esta historia una especie de ejercicio espiritual, es en el sentido de la disciplina implacable que se impone a sí mismo para aprender a ver. Aprender a escribir. El Otro no es una instancia trascendental que le dictaría algo, o que le daría a una pintura la última pincelada de algún más allá cuya idea Rilke rechaza.
Cerrar nuestros ojos, renunciar a nuestras bocas: (Rilke y la imagen I)
Más que una evolución cronológica de las concepciones de Rilke sobre el tema, este aprender a ver forma parte de una dialéctica permanente entre el deseo de dominar lo visible y la sumisión a lo que es tan visual como, por lo mismo, inmanejable. ¡Qué difícil será no ejercer la violencia de la mirada! Violencia que consiste en querer apropiarse de impresiones cuya especificidad es precisamente imponerse, impresionar al sujeto sin que éste pueda hacer nada al respecto. El resurgimiento de la imagen que sufre el poeta no se realiza, por tanto, de la manera feliz que había imaginado sobre Rodin, sino que es tan terrible como verlo a él mismo.
Se alzan animales de silencio
El autor sigue con atento pormenor ese camino, esa vía recorrida por el propio Rilke, en la que fue de no poca importancia el encuentro con un músico, con Ferruccio Busoni. Le llega antes que nada con su pensamiento, con sus palabras. Sobre todo cuando Busoni señala que la música es la mediadora entre el tiempo y el no-tiempo, la eternidad. Como que gracias a eso el poeta puede reconocer lo angélico de la música y, por lo tanto, lo que hay de elevado y de abismático en la misma, es decir, de mostración de lo bello y de insinuación de lo horrendo.