Sobre el teatro de sombras balinesas y la filosofía
Comentario a ALBIAC, Gabriel: Diccionario de adioses. Confluencias, Almería, 2020. Dicen que todo empezó así: con el dibujo de unas siluetas espectrales en la roca de un espelunco. De esa gruta que no es lugar alguno, utopía de la insipiente comodidad, sino cifra de todos los lugares. Y la llamaremos ecúmene; mundo soñado del que […]
Dios es divergente (Regresiones I)
Comentario a ẐIẐEK, Slavoj y GUNJEVIĆ, Boris: El dolor de Dios. Inversiones del Apocalipsis. Akal, Madrid, 2013. Dios vuelve, de muchas maneras, a través de diferentes voces. Lo hace hoy en la filosofía, a veces teísta, y otras, casi siempre, atea. Supongo que es importante que vuelva el objeto de la creencia desde la increencia, […]
Palabras desde el desierto: Edmond Jabès, en el treinta aniversario de su muerte
Pero, como el desierto, el lugar de la ausencia, de la ruptura y del silencio. La verdad de Dios está en el silencio. En el Libro. En el desierto. El verso de Jabès está extraído de un libro que, a modo de irónico desvío, titula Poesía completa, como si él hubiera escrito otros, aquí no incluidos, que fueran otra cosa que poesía. Sólo que, a partir de 1963, su raro arte se hace aún más inclasificable, metafísico, desnudo de imágenes y añadidos retóricos que no supongan una directa apelación al pensamiento, y escribirá, desde entonces, un eterno libro del exilio de la memoria.
Retratos literarios: «Piedras», Roger Caillois
La piedra nos arroja al afuera del pleonasmo: la piedra es un ornato a la altura de las palabras. Ante la imposibilidad de interpretar esos signos, quizá este humanismo de Caillois nos conduzca a apilar estas escrituras, a poner piedra sobre piedra en el bosquejo singular que se hace por las propias instancias. Evidentemente, el humanismo de Caillois se confirma con su preocupación por que la poesía sea un intermediario privilegiado del conocimiento y, por tanto, un medio para tener más control sobre la realidad. Eso explica, por ejemplo, que la poesía de Saint-John Perse le fascine, pues manifiesta, no por nada, una comprensión inigualable del universo, siguiendo la síntesis orquestal de la naturaleza y las civilizaciones que realiza.
Un portulano de llanto
Y es un golpe de genio, como el último acorde de una balada triste, un poco loca y perversamente naif, el que elige Christle para cerrar su itinerario. Por si nos ha dado pesadumbre, aunque lo hayamos devorado con los ojos chispeantes y una permanente media sonrisa, a lo que ayuda sobremanera la acogedora edición. Estimulante y depresiva, suministradora del estímulo de la depresión. En esto me recuerda Heather Christle a Cioran, si es que se puede comparar, sin dar un salto mortal, al mejor heredero de los moralistas francesas, con esta inteligente pitonisa, disfrazada de ese muñeco un poco raro y kawaῑ, que nos conmueve en una tarde de lluvia mientras escuchamos canciones de Belle & Sebastian en un tocadiscos.