No diremos nada más sobre la música
Es un hablar siempre inadecuado, vejado por metáforas inservibles, inferiores a su objeto. Es imposible, digo, pensar la música. Y estas líneas serían del todo innecesarias, al sernos devuelto el discurso a la fatalidad de lo inexpresable, de lo inefable, de eso que Fauré llamará el punto intraducible por encima de lo que es, mientras se preguntaba, como nosotros ahora, como nosotros quizás ya nunca, antes de estas palabras, ¿qué es la música?
Una escritura todavía (desde entonces siempre) pendiente
Blanchot reescribió a Kafka, ¿pero sabía la reescritura que realmente rige el texto del cazador? Fue necesario un estudio de los manuscritos que la primera versión francesa no conocía para sacarlo a la luz. Otras ediciones dejan una incoherencia en el final del relato, sin duda siguiendo el ejemplo de las primeras ediciones alemanas: el cazador Gracchus, que le cuenta al alcalde sus largas andanzas, evoca de repente, al final de su discurso, una actividad de escritura que cabe en una frase y se insinúa brevemente en el hilo oral del diálogo.
Fin de fiesta, galop
La crítica del ensueño, de la mistificación es una constante en Kracauer, que en esta obra monumental adquiere lógico protagonismo. Como que lo fantástico, la representación alterada, forman parte consustancial del dispositivo ideológico, sobre todo en una época que vibrará con el nacimiento de la fotografía y también de las imágenes en movimiento. No sólo el relato de Proust se abre con los ocios de un niño de salud frágil y las sombras de la linterna mágica.
Notas sobre Flaubert o un viaje por el Sena
Si uno lee con atención el comienzo de La Educación Sentimental[1]En adelante, citaremos de FLAUBERT, Gustave. 1981. La Educación Sentimental. Madrid: EDAF, pp. 498 [la traducción española que sigo, empero, es la mía propia y no la de Giner de los Ríos], encontrará en él un motivo «flaubertiano», el objeto deseado, soñado por muchos de […]
Los tiempos recobrados
La misiones fracasadas del ángel Clarence No quiero escribir este artículo. Como crítico escandalosamente amateur estoy vacío de ideas, seco, estéril y muy cansado. He pensado en huir sin decir nada, arrastrándome por debajo de las mesas como el Guido Anselmi de Ocho y medio (Federico Fellini, 1963). Desertar de la película para siempre. Total, […]