Una sombra discreta y solitaria
De entre las casi doscientas novelas que el belga Georges Simenon (1903-1989) firmó con su propio nombre, destacan, sin duda, las setenta y cinco protagonizadas por el comisario del 36 de la Quai des Orfèvres, Jules Maigret. Héroe discreto donde los haya, es difícil pensar en otros personajes de ficción que, a lo largo del siglo XX, hayan […]
En todas partes está la maldad bajo el sol
En la obra de Christie, por tanto, es la presencia del mal la que señala el asesinato. El asesinato, como cualquier otro crimen, representa la transgresión contra un ser humano, pero, sobre todo, personifica el avance del mal contra una sociedad que desea mantener el mal a raya. Por último, hay una asunción paradójica de lo que es real. Por un lado, incluso cuando se acepta tácitamente la noción del mal, se prohíbe en el género cualquier aportación de fuerzas espirituales que amplíe el ámbito de la acción más allá del plano terrenal; la batalla entre el bien y el mal tiene lugar en el plano social, es decir, en el plano material de la existencia humana y a través de las acciones de los protagonistas. Al mismo tiempo, la presunción de que el acto de asesinato debe ser castigado se ve contrarrestada de tal manera por la forma aséptica en que se presenta el acto que el efecto se acerca a una negación de la materialidad del delito. Así, en la clásica novela policíaca inglesa, tanto el autor como el lector juegan ya con nuestra identificación cotidiana del mundo real con el material. Naturalmente, es la víctima la que sufre la agresión física, pero el crimen por el que se pide que pague el asesino parece ser el no material, cometido contra la norma.