Mi hijo se ha echado novia y es una sirena. La conoció en el trabajo, es marinero. Cuando la trajo a casa, yo me quedé muy parada. Y ella también. Pero ella porque no tiene piernas. Él la cogió en brazos y la sentó en el sofá. Como es de polipiel, la pobre se resbalaba. Así que la metimos en la bañera para que estuviera más cómoda. Luego nos trasladamos todos al baño con ella y allí hicimos el aperitivo. De piscolabis puse unos gusanitos, de esos de queso, y unas cervezas con mucha espuma. Todo por ella. No se me ocurrió otra cosa. No sabía cómo se lo tomaría si ponía unas almejas, berberechos o algo así. No conozco la relación ni el parentesco que guarda con ellos, por eso preferí no arriesgarme. Es preciosa. Tiene un pelo rubio larguísimo y una cola muy plateada. Todo le brilla y le chorrea. Enseguida se mostró como pez en el agua. Aunque no es mucho de hablar, es más de boquear y de mover la colita. Yo a mi hijo lo veo muy feliz, no le quita ojo. Ni mi marido tampoco. Y es que tiene un pecho precioso; siempre al aire, eso sí. Ahora estoy yo aprendiendo a nadar, porque si un día se casan tendré que hacer de madrina y quiero estar a la altura. Y a la bajura, claro.