Remover el escombro
como la que abre un paquete de macarrones
y pone el agua hervir, y espera para echar la sal
y mira fijamente el agua y la olla y entonces un escalofrío la recorre entera y sabe que ya, que ya está lista para cazar al intruso, atraparlo y seguir como si nada con lo rutinario, con lo cotidiano.
Remover el miedo
como la mañana que contaba los cadáveres del lado derecho de la carretera mientras iba al trabajo y el resto de las acompañantes del coche hablaban de sus hijos, de los cólicos, del cansancio.
Y el nudo en el estómago: un conejillo, un gato, un amasijo de carne, un topo.
Abrazar lo tierno
del cuerpo mórbido que se deshilacha, que se hace agua. Ir hacia el amor que es lo desconocido y lo incierto y es tan terrible como el miedo y es tan necesario como el pan, como la poesía, como tú.