Rosas, lilas, nardos y tulipanes, hojas de magnolio y helecho, ramas de cerezo. Ésta podría ser la composición de un adorno floral elegante, distinguido. Para ello, no es suficiente acumular plantas, sino haber desarrollado sensibilidad y habilidad para combinarlas; estudiando a la persona hacia quién irán dirigidas, el rincón donde reposarán, el toque que aportará carácter a la estancia. En resumen, una pieza pictórica con vida propia, que despliegue un sentido creativo y magnifique la experiencia visual del espectador; como lo son las obras literarias para los lectores.
El arquitecto danés Steen Eiler Rasmussen (1898-1990) da cuenta de esta asociación en su ensayo “Las flores de Karen Blixen: naturaleza y arte en Rungstedlund”, al visitar la casa de quien publicó con el pseudónimo de Isak Dinesen la mayor parte de su legado narrativo. Según atestiguó, sus arreglos eran tan variados y fantásticos como sus cuentos, capaces de atraer la atención y cautivar en un instante. Como una Scheherezade del siglo XX, seduce con la palabra; mantiene despierto al curioso, encadenando elementos y metáforas en sus relatos.
Karen Blixen (1885-1962) nació y murió en Rungsted, Dinamarca. Desde niña se inclinó por la pintura y la escritura. Aunque en 1907 consiguió editar su primer cuento, “Los ermitaños”, abandonó su propósito al no encontrar el mismo respaldo en textos posteriores. Después de un matrimonio infeliz, de vivir en África y ser considerada “la hermana leona” por los nativos, de perder al amor de su vida en un accidente de avión, volvió a la propiedad familiar de Rungstedlund y allí permaneció hasta el final de su vida. Su nostalgia por Kenia y sus vicisitudes en esa tierra la llevaron a escribir una novela que la catapultó a la fama; eclipsando, sin duda, el prolífico itinerario que desarrollaría más adelante. Hablamos de “Memorias de África” (1937), inmortalizada en el cine bajo la dirección de Sydney Pollack en 1985, y las interpretaciones de Meryl Streep y Robert Redford. Años después, entre otros, editó “Cuentos de invierno” (1942), “Anécdotas del destino” (1953) y “Sombras en la hierba” (1960). Algunas de las narraciones contenidas en estos volúmenes fueron adaptadas también al cine, como “El festín de Babette” (Gabriel Axel, 1987). La baronesa fue finalista al Premio Nobel de Literatura en 1962, pero jamás lo supo, pues estos registros se hicieron públicos en 2012.
Nunca, hasta ahora y gracias a la recomendación de alguien que me conoce, me había aventurado a investigar sobre esta autora, a través de alguna de sus obras. En este caso, me refiero a “Siete cuentos góticos” (1934), que reúne algunos títulos como “Las carreteras de Pisa” o “Cena en Elsinore”. En todos ellos percibiremos paralelismos, historias que brotan de historias, sin saber muy bien cuál es el verdadero hilo argumental; textos que resultan pretextos para la narración, porque Blixen domina a la perfección el arte de la fantasía encajada en la realidad de su época. Su contenido es abstracto y, a menudo, extravagante. Resulta difícil asirlo, si buscamos una estructura sólida en su trama. De cualquier modo, la atmósfera gótica se palpa en sus escenarios arquitectónicos, en lo misterioso y sobrenatural; así como, en su estética emocional. Karen Blixen juega también con el romanticismo y el modernismo, ya que los sentimientos de los personajes y su subjetividad son partes inherentes al escrito; del mismo modo, lo es su visión crítica hacia la sociedad y sus valores, aunque la disfrace con situaciones algo inverosímiles y deje que sea el lector quien reflexione y se cuestione al respecto.
En cada una de estas siete sendas podremos hallar el bagaje cultural de la autora y la experiencia asimilada en distintos viajes.
Por supuesto, nada tienen que ver sus descripciones de ciudades y tránsitos con la superficialidad de nuestras visitas en la actualidad. Puede que esté generalizando mucho, pero en el siglo XXI recorremos lugares a golpe de posado, sin tiempo para interiorizar todo cuanto nuestros sentidos y nuestra mente reciben. No sucede así en “La inundación” o en “El poeta”, por poner un ejemplo, pues cada punto o paraje posee su idiosincrasia y es satisfactorio dejarse llevar por la recreación de dichos enclaves. Ninguno se parece a otro y es fácil diferenciar el ambiente, las formas y hábitos de sus gentes, el encanto que cautiva al viajero –que no ha de conformarse con ser turista-. De hecho, cada ruta supone una metamorfosis en sus protagonistas; un itinerario, no sólo físico, sino moral y espiritual. “Busca un camino o invéntalo”[1]BLIXEN, Karen. 1999. Siete Cuentos Góticos. Madrid: Unidad Editorial, p. 93 y no te limites a sumar pasos, parece decirnos la voz narrativa. Profundicemos, aprendamos de aquellos que nos guían, de esos hallazgos fortuitos, porque serán los que perdurarán en nosotros.
No hemos de obviar su inclinación por el recurso oral. La importancia que otorga a la transmisión a viva voz de leyendas y episodios personales es notoria, un rasgo común y repetitivo en todos los cuentos. Las ubicaciones son diversas e, incluso, disparatadas; pero, una vez superado el asombro inicial, el lector se sumerge en los hechos que se relatan. Una posada, un convento, una casa a punto de derrumbarse por la fuerza de las aguas torrenciales… donde cualquiera puede observar que “no se conoce al hombre por la cara, sino por la máscara”[2]Ibíd., p. 197. Antes o después, los personajes se reúnen en torno a una mesa o se sientan junto a un fuego a escuchar durante horas al otro. Prestan atención a la palabra, imaginan sin necesitar un bombardeo de estímulos que instigue su interés. Karen Blixen subraya la trascendencia del lenguaje hablado, la cercanía de los demás a través del gesto y los circunloquios; una tendencia que, quizás, practiquemos poco en las últimas décadas.
Con seguridad, a todo el mundo no le guste el estilo literario de Blixen, por más que haya sido reconocida como la gran dama de las letras danesas; pero sí deberíamos concederle el beneficio de la duda y buscarla más allá de aquella granja en África, al pie de las colinas de Ngong.
Título: Siete Cuentos Góticos |
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