¿Será este el último año de Javier Angulo al frente del festival?
Octubre en Valladolid era sinónimo de cine de “autor” … ¿O no?
La etiqueta de cine de “autor” hace ya varios años que no concuerda con el cine de Seminci. Evidentemente no estamos hablando de cine “comercial” al más puro estilo Hollywood, pero tampoco estamos hablando de Bergman o Dreyer. Probablemente una película de Bergman sería, hoy en día, totalmente incomprendida en Valladolid. Dentro del propio festival algún programador nos ha confesado que no cree en el término cine de “autor”.
Y si Seminci ya no es cine de “autor” …
¿What the FUCK?
Este es un debate estéril que no le importa a nadie, para el resto del mundo Valladolid se vuelve cultureta e intelectual. Las colas del cine agolpan barbas de izquierdas, gafas de tantos libros leídos y vaqueros desgastados con forma de butaca. Los bares conquistan temporalmente aquellas tertulias ya olvidadas, que hoy meriendan con cine portugués y retrospectivas que nadie ve. Esto es octubre en Valladolid. Butacas a la medida de los políticos. El protagonismo cultural en la ciudad de Valladolid, lo tiene sin duda la semana internacional de cine de Valladolid. Un propósito cultural donde sin duda alguna se publicita el respaldo que los organismos políticos oficiales (y otros que no lo son tanto) mantienen con la cultura y ciudadanos, creando una imagen de armonía y complicidad que interesa sea captada por los medios de comunicación. Todos, ciudadanos y políticos unidos con el cine más internacional. Todos de acuerdo en este proyecto. Toda la ciudadanía cinéfila y comprometida. Todos inteligentes y libres durante una semana que pretende ser imagen de lo que somos el resto del año.
Todo muy bonito…y falso. Después de la SEMINCI, el cine de “autor” desaparece de Valladolid. Los políticos de este Ayuntamiento sólo conocen la programación del Calderón, ésa a la que hay que ir de largo y con corbata y a la que acuden todos juntos saludándose como si no se hubieran visto desde hace mucho tiempo. Y da miedo pensar que exista una «fórmula de éxito» dentro del cine llamado de autor. Películas realizadas para responder a la demanda de aquellos espectadores posicionados en la crítica al sistema y en la conciencia de la injusticia social. Fórmula que responde al «nos dan lo que queremos ver» que también funciona con el cine comercial. Y es que el opositor, el rebelde, el pacifista y el pro-derechos humanos también ocupa su lugar dentro del capitalismo y juega de acuerdo a sus reglas, aunque no sea consciente de ello. El gran jefe obliga a expresarle nuestro rechazo para dar sentido al libre mercado, y por ello es necesario crear un lugar donde la autocrítica mitigue las ansias de rebelión y nos creamos la historia del ciudadano libre.
¿Visionar estas películas nos convierte en espectadores-cómplices inconscientes del engaño?
Directores que denuncian la xenofobia, la hambruna, conflictos bélicos o intereses político económicos no provocan más que un debate sociológico de cinéfilos que acallan sus conciencias frente a una taza de café. ¿Por qué no somos conscientes? ¿Por qué no reaccionamos? Si esta otra realidad existe, ¿Por qué no hacemos nada?
La respuesta es clara y da vértigo.
Pero hablemos de cine. O no era de eso de lo que hablábamos…
Imaginen.
De repente te encierran en una habitación con baño y TV, te despiertas y te dan de comer tres veces al día, empiezas a preguntar por qué estás encerrado, qué has hecho para merecer ese encierro. El contacto con otro ser humano es inexistente, nunca hablas con nadie porque la comida te la «dejan» en una bandeja después de «dormirte» con gas. Pasan los años y poco a poco te vuelves loco… Después del primer año sin contacto humano de ninguna clase, te intentas suicidar, pero te duermen con gas y te curan. Solo ves el mundo a través de la omnipresente televisión, que nunca se apaga. Pasan los años y empiezas a pensar en la venganza, en lo que harás cuando salgas, te entrenas todos los días, poco a poco te conviertes en una máquina capaz de resistir cualquier dolor y de provocar a la vez mucho dolor. Pasan 15 años… Y te despiertas en la azotea de un edificio……
Este tremendo argumento es el de una obra maestra titulada Old Boy (2005), film coreano de Park Chan-Wook y fue la primera película que vi de este director. Después vinieron muchas más, todas interesantes, e incluso alguna al nivel de Old Boy (The Handmaiden 2016).
Este año en Seminci podremos disfrutar de su último trabajo Decision to Leave, trabajo que le ha reportado el premio al mejor director en Cannes.
El otro gran nombre de este año es Paul Schrader, y este año nos trae Master Gardener (2022). El director norteamericano encadena dos obras maestras consecutivas, First Reformed (2017) y The Card Counter (2021). Precisamente esta última fue la mejor película del año pasado para el que esto escribe, y además compitió en la pasada edición de la Seminci (de manera incomprensible no se llevó la espiga de oro).
Solo con estos dos títulos esta edición de la Seminci se presenta muy interesante.
La Sección Oficial reúne además a las películas candidatas al Óscar a la mejor película internacional por Irlanda (The Quiet Girl), Islandia (Beautiful Beings), Polonia (EO), Portugal (Alma Viva) y Suecia (Boy from Heaven), y otros cuatro títulos seleccionados para los European Film Awards: “Beautiful Beings”, “Boy from Heaven” “EO” y “The Quiet Girl”.
La Participación española de este año viene de la mano de uno de los cineastas más veteranos y premiados en Seminci; Jaime Chávarri, ganador de la Carabela de Oro en la 19 Seminci por “Los viajes escolares y que esta edición compite en Sección Oficial con La Manzana de Oro. Este título, junto a la película inaugural “No mires a los ojos”, del guionista y director navarro Félix Viscarret, serán los dos largometrajes españoles en competición. El nuevo largometraje de Viscarret inaugurará la 67 edición. No mires a los ojos adapta la novela “Desde la sombra”, de Juan José Millás, y está protagonizada por Paco León, Leonor Watling y Álex Brendemühl, con la colaboración especial de Juan Diego Botto.