Querida yo,
No le compres a papá ese jersey verde que te costará carísimo porque nunca se lo pondrá. Tampoco te agobies cuando no apruebes a la primera el carné de conducir. Ni a la segunda, ni a la tercera. Lo acabarás sacando a la cuarta, paciencia. Solo tienes que acordarte de que no puedes entrar en una rotonda en cuarta y que los peatones no se esquivan. Vete al concierto de tu grupo preferido cuando cumplas los 22, porque será el último. No te preocupes, haber dejado la universidad al final no fue tan mala idea. Te acabarás ganando la vida entre papel y tinta, vendiendo novelas en una librería del centro. No te tiñas de rubio, tienes las cejas demasiado oscuras. De aquel imbécil, olvídate, eso no era amor, nena. El amor lo encontrarás en una tarde de otoño con un café y un bizcocho de chocolate de por medio. Tendrás dos pecosillas, de pelo rizado y ojos de almendra con la sonrisa de mamá. Visita a la tía Julia más a menudo. No sabes cuánto la echarás de menos. ¡Ah! Y ni se te ocurra coger ese cigarrillo. Todavía no hemos podido dejarlo. Y por Dios, cierra la portilla el día de Navidad. Las niñas se pasarán una semana sin comer cuando Gato se escape.
Bueno, tengo que dejarte que acaban de llamar a la puerta. Debe de ser Paula, viene a comer. Sí, Paula, ¿te acuerdas? Con el tiempo, supisteis perdonaros.
P.D: Tendrás que cometer todos los errores que te han traído hasta aquí, porque nunca recibirás esta carta.
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