Mi intención era escribir de otro tema hoy, sin embargo me arden las tripas y he decidido pasar a escribir sobre el asfalto que habitamos y las luchas que paseamos por las calles de las provincias.
Murcia ciudad tiene mucho de marciana, de secarral y huerta, de trópico inquieto. De resistencia y decepción, pero también es azahar, bicis y plazas. Se resiste y te abrasa, pero paseas por sus calles y te reconcilias sin remedio. Habla muchas lenguas y tiene más colores de los que puedes ver en una aséptica urbanización de las afueras. Conoce sus cicatrices, algunas se ven y otras gritan sin remedio. Una noche aparece una pintada: «sobran inmigrantes» y al otro día amanece con un «sobran ignorantes».
Llegué a Murcia en septiembre de 2004 y desde entonces siempre la misma reacción ¿y por qué Murcia?
Detrás de la anécdota hay algo más grande. Todo un sistema de prejuicios contra las ciudades que son calificadas de “provincianas”. Lejos de explicar qué factores hacen que categoricemos así a algunos lugares, creo que sería interesante pararnos a pensar ¿qué sabemos de ellos? Tal vez poco, pero hay cierta superioridad en el gesto que logra reducir determinadas ciudades al chiste y al ridículo. Y es que… ¡qué divertido reírse del acento murciano! Pero ¿qué hace posible que funcione el chiste? ¿Dónde radica la diversión?
El chascarrillo conecta con una idea que tenemos muy interiorizada, el sur. Los sures de nuestra península tienen algo de broma. Y esto es así porque suenan a pobreza y a pueblo. ¿A cuántos kilómetros está el sur de nuestra propia casa? ¿Se trata solo de una cuestión de Kilómetros?
El otro día, en un espectáculo de humor, una actriz imitaba el acento andaluz, no sé muy bien con qué intención. Pensaba que sería andaluza, pero no lo era, lo hacía como parte de la actuación. El acento como acicate del humor, como una forma de reírnos de otrxs. El darwinismo social puesto en nuestra boca, quién habla, cómo y dónde le sitúa esa forma de hablar. No sé qué nos da más miedo, si parecer paletos, serlo o que se nos note que estamos fingiendo no serlo.
A la gente no le suele gustar los acentos de los pueblos pobres.
— Mar Gallego (@margallegoes) 27 de septiembre de 2018
Mar Gallego twitteaba esta reflexión y creo que daba en el centro de la diana. Tanto ella como el proyecto como vaya yo y lo encuentre están denunciando la andaluzofobia y poniendo en valor los feminismos andaluzes. En el manifiesto que puedes encontrar en su página web puntualizan:
El espíritu de este manifiesto está centrado en la clase obrera andaluza. Somos conscientes de que andaluza también es la tiranía cortijera y otras. Somos conscientes de todo lo que tenemos que trabajarnos como pueblo. Somos conscientes del propio clasismo que hay en nuestra tierra. Sin embargo, eso no quita que podamos sentir orgullo de tantas cosas maravillosas que tiene nuestra cultura. No quiere decir que no tengamos nada que enseñar al resto.
Tenemos mucho en común con las compas andaluzas. Estaría genial aprovechar todo este trabajo para empezar a trabajar(nos) la murcianofobia. Por que como feministas esto nos atraviesa doblemente. La Región de Murcia no solo encabeza las cifras de pobreza, la situación de lxs trabajadorxs (en su mayoría migrantes) en el campo y los almacenes es inhumana y las condiciones laborales con las que se encuentran muchxs trabajadorxs rozan la esclavitud. Esta situación cuenta con el beneplácito de empresarios y gobierno regional. Si el feudo del PP sigue casi intacto es porque los grandes caciques de la región siguen satisfechos. Unos caciques que están más preocupados por sacar panza que por transformar esta región.
Además, la comunidad también se encuentra a la cabeza en denuncias por violencia machista. En mitad de este panorama el ayuntamiento, también murciano, de Archena anuncia la celebración del día del hombre. Y como guinda del pastel, una ley de familia que pretende establecer que el modelo de familia es único: su familia tradicional. Dentro de esa ley se concreta la eliminación del derecho de las mujeres al acceso público y gratuito a la interrupción voluntaria del embarazo derivándolas a grupos antidecisión y a clínicas privadas.
Las historias de las resistencias en las ciudades y pueblos de provincias no tienen nada de épica, ni de florituras. Murcia es algo más que un feudo conservador, es territorio hostil para las mujeres y personas no binarias. Muchas luchan diariamente para crear una región más diversa y justa. Mientras el status quo continúa ileso, de ahí la necesidad de crear otra lógica murciana. Ver con orgullo lo que somos, con nuestras contradicciones y con nuestros aciertos. Romper la ecuación: Murcia igual a conservadurismo rancio. Que sí, que está ahí, pero que la Región de Murcia no es solamente eso.
La murcianofobia se construye porque lo que termina llamando la atención de nuestra región es la normalización de lo más casposo, que de tan casposo, termina siendo ridículo. Y, por eso, la broma termina funcionando, pero, al no haber cuestionamiento crítico, la servidumbre persiste. Rompamos la ecuación, Murcia no funciona siempre así, huyamos de la historia única, hay muchas murcias bajo y sobre la huerta y el asfalto. Las vecinas de Santiago el Mayor son buen ejemplo de ello. Trabajemos porque esta región sea un lugar donde podamos vivir vidas que merezcan la pena ser vividas (y contadas).
[…] su monóculo clasista (para leer sobre las miradas hacia el Sur, bichea el texto de la compañera Irene Bepop o el libro “Como vaya yo y lo encuentre”, de Mar Gallego). Sin embargo, estas líneas no vienen […]