El programa de la última edición del Festival de cine mudo de Pordenone ha incluido cine soviético, en concreto de una de sus repúblicas, la ucraniana (dedicada a cine con protagonismo infantil, pero de calado adulto y de sinfonías urbanas de los veinte), tal como ocurrió en la anterior edición con el de Uzbekistán, evidenciando la autonomía narrativa, contextos y culturas tan diversas que existían en la antigua URSS. En la programación online que se ha podido disfrutar nos hemos encontrado con Sam Sobi Robinzon (1929) de Lazar Frenkel, en la que observamos las andanzas de un pequeño lector obsesionado con libros de aventuras de Robinson Crusoe y al que su desbordada imaginación le lleva a perseguir episodios épicos reales y oníricos en los que emula al protagonista aventurero al que no le faltan desventuras entre aspas de molino y pérdida en la naturaleza. También hemos sido testigos de Narysy radianskoho mista (1929) de Dmytro Dalskyi, con clara influencia de esas sinfonías urbanas que triunfaron en la década de los veinte del pasado siglo que venían a ensalzar las ciudades, el avance de la tecnología y la arquitectura de esa etapa. En este caso el director ucraniano se adentra en zonas rurales con influencia de Dovzhenko o el montaje desenfrenado en la parte de la ciudad, incluyendo los planos en diagonal y ritmo acusado de Vertov tan conocidos.

Pero el plato fuerte ucraniano llega con Prihody poltynnyka (Пригоди полтинника, Las aventuras de un medio rublo), más emocionante y poética en cuanto a la narración visual, que refleja un relato en apariencia realizado para un público infantil (el director dedicó gran parte de su filmografía a historias infantiles), pero también destinados a adultos por el sustrato social que subyace en esas peripecias de un niño y su pandilla.
Existe en los últimos años una tendencia por desgajar las diferentes e identitarias repúblicas que conformaban la URSS bajo el concepto de cine soviético que las englobaba. La idiosincrasia antes apuntada (por más que hubiera un férreo control ideológico en pro del realismo socialista) del cine de Uzbekistán se une, por ejemplo, al cada vez más conocido cine georgiano, el armenio y, en este caso, al de Ucrania, entre otros. Y queda patente la vasta y diferenciada multiculturalidad e identidad propias de su enorme territorio que se traduce en temáticas diversas y alejadas en la medida que se podía de la política de Stalin bajo la supervisión de Moscú, a menudo censuradas o mutiladas. La película que nos ocupa también está alejada de otras de gran calado rodadas allí como la archiconocida El acorazado Potemkin de Eisenstein, El hombre de la cámara de Vertov o Tierra de Dovzhenko, tres grandes pilares del cine soviético, lo cual pone de manifiesto que, aunque el cine ucraniano se mantuvo bajo las directrices rusas desde sus orígenes en la revolución y sus líneas de propaganda, este tipo de películas menos conocidas mantienen un tono independiente y enmarcado en ese “cine poético” propio de la república ucraniana.
Obra dotada de una estética propia y cimentada en una industria importante como la del potente VUKFU (la segunda organización más importante de la URSS), que concedió una cierta independencia al cine ucraniano atrayendo a directores, algunos extranjeros, para realizar sus proyectos allí (véase el ejemplo del cine de Kavaleridze que mantuvo su autoría poética en Stormy Nihgts, siendo muy criticado por ello o con Bread, de Mykola Shpykovskyi, con un planteamiento estético diferente).

El cine soviético era considerado por Lenin como “la más importante de las artes” y, por ende, vio en él la posibilidad de un vehículo propagandístico y de educación de masas (como en muchos otros países). La inicial producción de cine bolchevique se encaminó a crear un género llamado ‘agitka’ o “cine agitacional” que llevaba en trenes hasta el último confín de su nuevo territorio la revolución y sus nuevos líderes. Ese cine de masas se fue modificando hacia la propaganda y enaltecimiento de las bondades del sistema en salas de cine, especialmente desde la muerte de Lenin y la aparición de su sucesor Stalin, que ejercería un control más estricto sobre la cuestión ideológica del cine a través del Sovkinó, un comité que regularía todo el proceso creativo cinematográfico desde los mismos guiones, hasta la producción.
Sería durante ese contexto de control sobre la producción donde surgiría la urgencia de realizar cine que formara a una generación de niños con una formación por delante bajo el comunismo y a quienes adoctrinar en modelos de conducta. Además, uno de los factores más fundamentales, como se puede leer en el catálogo que proporciona el Festival de Pordenone, sería: “En los primeros años del régimen soviético, entre 2,5 y 7 millones de niños sin hogar que habían quedado huérfanos durante la guerra y la revolución, inundaron las ciudades. Se reunían en bandas y se convirtieron en un verdadero quebradero de cabeza para el gobierno soviético”.
Las películas que ha ofrecido el festival entrarían dentro de ese cine y estarían relacionadas con la aparición de una nueva organización comunista infantil, llamada movimiento «Pionero». Películas herencia de una de las primeras superproducciones genuinamente propagandísticas como Los diablillos rojos (1923) –que seguiría a Polikhuska en su labor de exaltación del comunismo– destinada a todos los públicos, pero en especial al infantil.
Más tarde, Bondarchuk y Jutsiev, en los años 50 retomarían el tema de la orfandad infantil, en su caso por la Gran Guerra Patria con historias similares en El destino de un hombre y Los dos Fiodor, respectivamente.


Centrándonos en el director Aksel Lundin (1886-1943,) de origen sueco, destacar que comenzaría trabajando en producciones teatrales, compaginándolas con cortos propagandísticos de ideologías opuestas para comenzar después una carrera importante de cine destinados a niños, convirtiéndose así en un pionero del cine infantil encadenando varios estrenos exitosos y consolidándose como uno de los directores principales en lo que se llamó “El Hollywood del Mar Negro”.
The Adventures of a Penny (Prihody poltynnyka), a pesar del retraso de un año en su estreno desde su terminación, sería considerada la mejor película para niños hasta la fecha, estando entre las mejores del cine mudo ucraniano en la actualidad, lo que aumentó la popularidad de Lundin en la historia de cine del país. Pero, paradójicamente, también se convertiría en su último trabajo para el cine, viendo paralizado su siguiente proyecto por el poderoso VUKFU para regresar a sus comienzos teatrales.
El guion fue escrito por el futurista Mykola Bazhan y está basado ligeramente en dos cuentos del escritor modernista y político Volodimir Vinnichenko en el que el núcleo del mismo lo conforma Fedko, un niño muy inquieto, su mejor amigo Posmitiukha y la pandilla callejera que se une en sus juegos y travesuras diarias. Estamos ante una historia infantil en la que desde el inicio se realiza una distinción rápida entre pobres y ricos en la época zarista, apuntalando una clara posición ante la desigualdad social. Está rodado en localizaciones de Kiev a finales del invierno exhibiendo con maestría imágenes de personas pudientes patinando en pistas de patinaje en vistosas tomas, mientras los niños huérfanos y pobres les observan con curiosidad jugando a tirarse bolas y deslizándose por las pendientes adyacentes recordando a la primera escena de Napoléon de Abel Gance. El contraste de las ropas negras sobre el blanco níveo y las formaciones de los patinadores son realmente sugerentes, así como el comienzo del deshielo del río Dniéper en el que se forman unas grandes placas de hielo que se desplazan lentamente con el curso del agua y que aportará una de las escenas más emotivas y visualmente mejor planteadas de la película.


Uno de los grandes pilares de The Adventures of a Penny es la elección de los protagonistas, resaltando el naturalismo de su actuación y el verismo de su situación precaria y física, seguramente instalado en algunos niños huérfanos realmente o con situaciones económicas duras a juzgar por su aspecto físico, caras aviejadas, pelo rapado por las plagas, cuerpos menudos entre ropas remendadas y casas humildes. La división entre el maltrato emocional de la madre a Fedko, harta de trabajar en casa, la escena cómica de la caricatura al cuadro del zar y el contraste con el hijo mimado de un terrateniente, lleva esa carga polarizada propagandística muy definida. Pero en esta película lo interesante es la maestría en la puesta en escena de Aksel Lundin, colocando su cámara con angulaciones que elevan al protagonista, empeñado en exhibir su valentía buscando el reconocimiento del que no goza en casa. Las escenas en exteriores están muy bien rodadas y dotadas de mucha tensión, destacando el plano secuencia largo planteado con un trávelin que recoge las miradas de los habitantes que admiran la proeza del niño que pasa de una placa de hielo a otra conformando un momento de elevada carga poética. Somos testigos de un episodio aislado que cobra autonomía propia desmembrándose del total de la película por su forma de rodarlo y la libertad que insufla en ese devenir río abajo además de constituir una parte documental idiosincrásica de la gente agolpada y la arquitectura tan humilde de la parte de la ciudad que se divisa.


Otro momento destacable, con influencia traída de la vanguardia europea, lo constituye el pasaje onírico del delirio nocturno del chico traducido en formas visuales mediante unas sobreimpresiones muy poderosas, a modo de caleidoscopio alucinatorio que nos trasladan su estado febril y extremo, mientras su madre sufre por no poder curarlo al no contar con dinero.
Sin duda, de lo mejor de la oferta este año online del festival de Pordenone, dejando constancia de que el cine soviético, aparte del más conocido por su rotundidad, montaje dialéctico y contundente, contaba con productos en los que el lirismo era una de sus grandes bazas, narrando con sensibilidad y emoción, una de las particularidades de ese cine poético ucraniano.



TÍTULO: The Adventures of a Penny. (Prihody poltynnyka, Пригоди полтинника). AÑO: 1929. DIRECTOR: Aksel Lundin. PAÍS: Ucrania (URSS). DURACIÓN: 82 min. GUION: Mykola Bazhan. INTÉRPRETES: Kolya Kopelian, D. Liubchenko , E. Liubchenko, Shura Krulchak, Petia Kuryshkin, Andryusha Pashkevych, Ivan Sahatovskyi., K. Krotevich , Mark Orlov , Lukyanov. FOTOGRAFÍA: Yan Krayevsky. ASISTENTES DE DIRECCIÓN: I. Gradov, Lazar Frenkel. DISEÑO DE PRODUCCIÓN: Solomon Zarytskyi. PRODUCCIÓN: VUFKU Kyiv Kinofabryka.