En el contexto de las elecciones generales del 2021, cuando el profesor rural Pedro Castillo Terrones (de las líneas del izquierdismo) había ganado las elecciones generales, la mayoría de los peruanos habíamos asumido que en fin llegábamos a una real democracia, donde el pueblo eligió a un representante de extracción social campesina, nunca antes visto en los 200 años de vida republicana. Ohh, pero qué gran sorpresa se nos vino después. La clase gobernante tradicional clasista nunca se conformó con la derrota de su representante. El panorama político se tornó en graves contradicciones, hasta que en la actualidad estamos casi en un país ingobernable. Al continuar el status quo, y si la presidenta Dina Boluarte insiste quedarse hasta el 2026, ciertamente se ve impredecible nuestro futuro. Con mucha probabilidad de más situaciones críticas.
En este sentido, el país está al borde de una situación límite porque las respuestas estatales autoritarias sostenidas siguen intensificando la crisis política y social. No se sabe hasta cuándo el gobierno de Dina Boluarte pondrá oídos sordos al clamor de la mayoría de los peruanos: renuncia de la presidenta, la convocatoria a nuevas elecciones generales (adelanto de elecciones), y el cierre del Congreso de la República. La desaprobación a Dina Boluarte y al Congreso ya han desbordado los límites de la tolerancia.
Los peruanos son los menos satisfechos con la democracia en América Latina, según el Latinobarómetro. Además, lideramos como el país que más rechaza el funcionamiento de los partidos políticos. El descrédito en la política peruana es prácticamente total; la encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) expresa que el 81,6 % de la ciudadanía desaprueba la gestión de la presidenta Dina Boluarte y el 90,4 % afirma lo mismo para el Congreso.
Desaprobación a la gestión de la presidenta Dina Boluarte
En realidad, desde el mismo momento donde esta presidenta asumió al poder en diciembre del año pasado ya se había dado firmemente la figura de la desaprobación, se consideraba un gobierno ilegítimo, con el calificativo de “la usurpadora” del poder. Su descalificación se expandió rápidamente como reguero de pólvora. El descontento provino de la deslealtad que lo estaba demostrando Boluarte en la praxis, ¡Claro, cómo no recordarlo!, un año antes ella misma habló públicamente que si era vacado el presidente Castillo se iría del palacio sin asumir la presidencia.
Otro factor importante de su desaprobación es su alineamiento total con las esferas del poder comandadas desde la derecha “bruta y achorada”. Fue innegable las componendas que se dieron, incluyendo con el aparato congresal.
Y a la vez, se buscó su desaprobación porque no decidió con determinación el clamor popular del adelanto de elecciones. Pese a que dentro de los dos primeros meses de su gobierno lo había anunciado más de una vez, pero no pasó de ser unas palabras que luego se los llevó el viento.
Por otro lado, Boluarte se ha deslegitimado por ordenar represión indiscriminada contra las protestas generalizadas y por ello cuenta con acusaciones de culpabilidad por los 49 civiles muertos que causaron las represiones.
Desaprobación al Congreso de la República
Pues, se ve esta desaprobación a este ente democrático (entre comillas) como muy pocas veces se vio en el transcurso de la historia política peruana.
Este congreso está mereciendo la peor repulsión, por parte de la ciudadanía está desaprobado por 9 de cada 10 peruanos y peruanas.
Un factor importante de desaprobación del Congreso se debe porque desde acá no aprobaron la propuesta de adelanto de elecciones generales para octubre del 2023. Pese a que este hecho dependía de la voluntad del Congreso, no lo vieron como agenda política de prioridad.
También destaca la percepción de que los legisladores están actuando solo en defensa de intereses particulares, falta de práctica de austeridad y la relación de varios congresistas con los actos de corrupción.
Es inconcebible que una institución tan importante para la democracia concite una desaprobación alta porque ello conlleva a una crisis de representación política. Si el vínculo entre la ciudadanía y el Congreso que debería asumir su voz está roto, la viabilidad de la buena gobernanza o el diálogo llegan a un estado de insostenibilidad. ¿Y hasta cuándo?
Y por si fuera poco, en las recientes elecciones del Congreso para la nueva junta directiva, ganó la elección la lista que había juntado los “extremos enemigos”, opositores de la “derecha” e “izquierda”: el partido derechista Fuerza Popular con el partido marxista Perú Libre. Esta acción no se explicaría sin los tratos bajo la mesa, la repartija o componendas, solo intereses particulares y no ver los intereses del pueblo. Este acto que huele a “pestilencia” rápidamente lo siente el ciudadano, no deja de empeorar su hartazgo contra la clase política dominante enquistado en el gobierno peruano.
En lo concreto, el fondo es un hartazgo en general contra la clase política. Contra un gobierno claramente deslegitimado, impopular, es lógico que se está atravesando un periodo de ingobernabilidad en el Perú. La mayoría de la población peruana es consciente que el problema político es estructural, pero la situación desde que asumió Dina Boluarte cada vez es crítica. Para “volver a la gobernabilidad” lo que queremos los peruanos, por ahora, es que se vayan todos (presidenta y congresistas).