Pensaba que no había avanzado demasiado, pero al parecer era todo lo contrario, su cabecita siempre estaba igual, pensando que no daba. En su vida creía que iba como las tortugas y los caracoles, lentos, lenta, pero no se daba cuenta de que sus reflejos y actos se visibilizan en cada movimiento y en cada pensamiento, dejando su huella invisible. Subió, escaló, pensó, meditó y recordó que nunca era tarde para pensar que algo grande iba a pasar, y lo hizo mirando al cielo.