«De golpe me cayeron encima los fardos de la esclavitud, la Trata, la opresión colonial, la explotación del hombre a manos del hombre, los prejuicios racistas de los que nadie, menos Sandrino en contadas ocasiones, me hablaba jamás. Sabía, por supuesto, que los Blancos no se juntaban con los Negros. No obstante, lo atribuía, al igual que mis padres, a su imbecilidad y ceguera inconmensurables».
La primera vez que escuchó la palabra colonialismo fue con diecisiete años cuando estudiaba en París. Maryse Condé nació en 1937. La menor de ocho hermanos de una familia burguesa de la isla caribeña de Guadalupe. Sus padres no hablaban criollo y se enorgullecían de ser franceses de pura cepa, para los que Francia no era la sede del poder colonial, sino la auténtica madre patria. Pero en un viaje a París, Maryse percibió que los blancos les miraban por encima del hombro.
Con el relato de ese viaje de la todavía niña Maryse comienza Corazón que ríe, corazón que llora. Las memorias de su autora en diecisiete relatos, desde su infancia en Pointe-à-Pitre a su juventud estudiando en París. Un ejercicio de reconciliación con su pasado, su familia, su madre —a la que vio fallecer siendo ella aún muy joven—.
Maryse fue una niña mimada que vivió ajena a su propia negritud por las creencias y la condición de sus padres, creyendo lo mejor para ella. En su infancia percibía que los blancos no se juntaban con los negros, ni siquiera estaba bien jugar con las niñas blancas, pero no sabía por qué. La cuestión era tabú en casa y no obtenía respuestas, salvo algunas explicaciones todavía más desconcertantes de su hermano Sandrino que llamaba a sus padres alienados. Fue de adolescente cuando le vino de golpe la consciencia de su identidad, de sus raíces africanas a las que había vivido totalmente ajena.
«Por más que mi color me hermanase con los vulgares negritos, trabajadores de la caña, esclavos de las plantaciones, pescadores, vendedoras ambulantes, obreros de los muelles y Dios sabe qué más, me encontraba más lejos de ellos que las doncellas de piel clara que me rodeaban».
Premio Nobel Alternativo
Maryse Condé es hoy día un referente de las letras francófonas contemporáneas. La voz de mujeres raciales, la del feminismo poscolonial. Una militante que trató de ayudar a su pueblo a encontrar su propia identidad, su libertad. Formó parte del Comité por la Memoria de la Esclavitud en Francia, e impulsó la conocida Ley Taubira que reconoce la esclavitud como un crimen contra la humanidad.
Es la representante contemporánea de esa corriente de escritores antillanos de finales del siglo XVIII que utilizaban el francés, el español y el inglés mezclados con sus lenguas nativas, criollas y africanas.
Condé ha sido profesora en la Universidad de Columbia de literatura caribeña y francesa. Ha recibido el Premio Nacional de Literatura sobre la Mujer (1986), el Premio Anaïs-Ségalas de la Academia Francesa (1988) y el Putterbaugh (1993), concedido por Estados Unidos a escritores francófonos, siendo la primera mujer en recibirlo.
El pasado año recibió el Premio Nobel Alternativo. Respaldado por un grupo de más de cien personalidades del panorama literario y cultural sueco, que se bautizó como The New Academy, para sustituir durante 2018, al menos, al Premio Nobel de Literatura suspendido por un escándalo de abusos sexuales. Los votos de más de treinta mil lectores la eligieron a ella, a la autora de historias que reflexionan sobre la memoria, la raza y la identidad de las mujeres.
Entre isleños y franceses
Corazón que ríe, corazón que llora. Cuentos verdaderos de mi infancia es el subtítulo del libro, que es la mejor puerta de entrada para descubrir a Maryse Condé. Publicado en 1999, la editorial Impedimenta ha traducido ahora por primera vez al español la pieza clave de toda su obra. Una autobiografía escrita con honestidad, que nació con la idea de comparar la infancia de un niño de hoy con la de una niña de su época.
Un corazón que ríe y otro que llora porque hay alegría y tristeza. El primer amor, y el desamor, la muerte de un ser querido. Y porque son historias entre dos mundos, dos realidades. La isleña y la francesa. El descubrir de la propia identidad, la conciencia política, la vocación literaria. Las raíces, la raza, la familia, la libertad.
Desprende melancolía y nostalgia. Utiliza la ingenuidad como conducto para ahondar en temas profundos desde una perspectiva divertida, ligera. Una forma narrativa tremendamente audaz y original. Un estilo elegante, conmovedor, preciso y profundamente honesto. El resultado es un libro inspirador de la literatura femenina más allá de la cultura occidental. Una mezcla de color y sentimientos, un puzzle donde encajar el orgullo y la elegancia parisina con las raíces africanas.
Título: Corazón que ríe, corazón que llora |
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