Nunca había estado en un musical y mi cara en la puerta del teatro debió ser un poema, que supongo que algún día escribirás. Sorpresas así son las que calientan el alma y nos hacen seguir luchando en este tiempo extraño, con paso firme y el rumbo incierto. No hay sensación mejor que sentirse valorado.
Además me da para estrenarme como crítico musical, que nunca sabe uno si lo estarán leyendo de Cadena Dial y necesitan un redactor para la gira de Pablo Alborán, o Salitre de repente se convierte en una revista del corazón y por fin cobramos.
Básicamente el musical Los Miserables que pasa estas semanas por Alicante es una traducción al castellano en dos actos del exitoso musical que ha recorrido los paseos de la fama más importantes del mundo, incluida la versión cinematográfica que Hollywood llevó a la gran pantalla y a partir de la cual se vertebra el tiempo narrativo de la escenografía de la presentación española.
La obra de Víctor Hugo tiene todos los ingredientes del folletín romántico para atrapar al público con el corazón en un puño durante casi cuatro horas en las que el héroe, Jean Valjean, se enfrenta a su pasado y a su destino, entre la cárcel y los cuidados de Eufrasia, su Cosette, en medio de un alzamiento popular. Amor y revolución, triángulos amorosos, destinos imposibles y luchas entre clases en las que acaba triunfando el coraje, la valentía, y claro, el amor de los protagonistas secundarios, que dan sentido al esfuerzo y al orgullo de Valjean y su vida.
Destacar sobre todo el duelo cantarín de los protagonistas con sus agudos y sus graves, la interpretación magnífica de Fantine y el ritmo vertiginoso en la interposición de las escenas que permiten soportar con la boca abierta y los oídos bien abiertos los dos actos que conforman la tormentosa historia del héroe romántico.
Espectacular el montaje y la escenografía, el vestuario y por encima de todo la tramoya generadora de espacios tan diversos como la iglesia, el prostíbulo, las cloacas o las barricadas. LasEl juego de luz, la banda sonora en directo e incluso los efectos especiales provocaron la escenificación en el teatro de tomas cinematográficas, como el suicidio o la persecución por las cloacas de París.
La emoción contenida de quien les escribe, que ya sabía que se morían todos (no es un spoiler, es el Romanticismo), contrastaba con la desbordada pasión de quien entró en la historia y disfrutó con las lágrimas como deben disfrutar los ángeles. La noche que me recordaste que el arte levanta pasiones, la noche que nos sorprendimos llorando y me enseñaste otra vez la poética del héroe romántico, el que se enfrenta a su destino imposible. Al menos esa noche, la de Jean Valjean y la libertad guiando al pueblo, la del amor de Cosette, los besos perdidos y la revolución fracasada, esa, no la olvides, aunque no cantaran en francés.
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