Pablo Hasel cuando ¿canta? no miente, todo lo que nos cuenta es cierto. No es mi estilo musical preferido, pero como decía Clint Eastwood:
«… Las opiniones son como los culos, cada uno tiene el suyo…»
El problema que tenemos en España es que es muy probable que vaya a ir a la trena por cantar verdades…o mentiras.
En España y en 2021.
La imbécil y salvaje represión contra las opiniones de Hassel es muy grave, pero hay algo tan grave como este atropello y de lo que se habla poco en los grandes medios. Me refiero a la represión contra LA FICCIÓN, lo que implica una autocensura por puro acojono a hacer daño a los ofendidos. En estos momentos cualquier creador se reprime a la hora de llevar al papel determinados personajes y argumentos. La ficción hoy en día la censuran productores y editores y, esto es lo más grave, se autocensura el autor. Percibo un rechazo absoluto al individuo completamente libre que hace daño, escandaliza, ofende, hiere sensibilidades. Como si no hiriese mi sensibilidad salir a la calle y escuchar sandeces como:
«… Yo no soy racista, pero…» o,
«… El responsable de las residencias es Pablo Iglesias…»,
Me escandaliza encender el puto televisor y ver a Eduardo Inda mentir sin pudor en el supuesto medio «progre» de La Sexta. Cada día alguien hiere mi sensibilidad, pero yo crecí en Las Delicias, frontera con La Viudas, y no les recrimino nada, no me quejo, no lloriqueo. Estupendo, buenos días, ancha es Castilla.
Lo verdaderamente terrible es que, aparte de los habituales liberales de extremo-centro de turno y de los defensores de la democracia y la libertad de expresión, los más progres son los más dados a señalar, sacar las antorchas y hacer listas negras que acaban con personas, obras, con el disfrute de un poema, una novela, una película o un disco completamente libre, obras que ya son una rara excepción en este mundo lavado con Ariel. Nos estamos convirtiendo en un mundo de miedo, creativamente paralizado, exánime.
El cine, en un futuro muy cercano, va a tener que pasar el filtro corrector del algoritmo de Netflix o Amazon y va a ser imposible hacer las películas que se hacían antes. Peckinpah hoy sería un apestado y sus personajes misóginos, mutilados en la sala de montaje. Happiness de Todd Solondz, una película repleta de fascistas, homófobos, misóginos, machistas, racistas y pederastas, violentos, (y una de las películas de mi vida), seria hoy imposible e impensable.
La eterna pregunta de si es posible separar al autor de su obra hoy en día ya no tiene sentido. Siempre gana la Banca. Estamos ante un nuevo código Hays mucho más sutil y efectivo. Ahora cada película tiene que ser dogmática, didáctica, posicionarse ideológica y moralmente y reflejar el estatus quo de forma servil. Ya lo hacían antes la mayoría de las películas de los EEUU, pero en esta nueva “normalidad” de monopolio «cultural» de las grandes plataformas puede llegar a ser algo pavoroso.
Dejen en paz la ficción.
Si no les gusta una canción, una película o una novela, dejen de verla o escucharla, cierren el libro. Pero no señalen con el dedo o prendan sus antorchas porque por su culpa vamos a dejar a nuestras hijas un mundo esterilizado y aséptico, y quizá los más grave de todo, nuestras hijas van a heredar un mundo tremendamente aburrido. Debemos entender como sociedad libre aquella en la que una GRAN obra (literaria, cinematográfica, musical, pictórica …) pueda ofender a minorías étnicas, raciales y sexuales. Pueda herir a negros, amarillos, blancos, andaluces, catalanes, trans, pollaviejas, gordos o alopécicos. Y pueda herir a tu propia madre, tu familia, tus amigos, tu pareja, tu jefe (esto es deseable, a ser posible) e incluso a tu dentista. Y creo que si lo hace tiene bastantes más oportunidades para ser una obra que me enganche e interese. A mí, seguro.
Toda esta introducción nos sirve para explicar por qué la estupenda Yellowstone estaba hasta hace apenas quince días inédita en España.
La serie de Sheridan al estrenarse en el 2018 en el canal Paramount Network, atrajo a 2,8 millones de espectadores en el pase en directo y una audiencia acumulada de 5,3 millones.
El final de la tercera temporada, después de dejar a unos cuantos muertos por el camino, atrajo a 5,1 millones de espectadores en directo y en tres días llevaba 7,6 millones de audiencia acumulada. En una televisión de audiencias menguantes, Yellowstone no para de crecer, lo mismo que hacía Breaking Bad en su momento.
Que una serie de éxito no llegara a España, hace unos años, no era algo extraño, pero en la situación actual de sobreabundancia de plataformas, el extraño caso del NO estreno de la serie de Kevin Costner debe tener otras explicaciones.
Es tal el éxito arrollador en los EEUU, que ViacomCBS ha puesto sobre la mesa un contrato de fidelidad de cinco años de duración por el que Taylor Sheridan recibirá la nada despreciable cifra de 150 millones de dólares (convirtiéndose así en uno de los guionistas mejor pagados). A cambio, el guionista creará nuevas ficciones para ViacomCBS, Paramount Network, Paramount+ y CBS.
Sheridan es un guionista privilegiado y gran conocedor de la américa profunda. Lo demostró a lo grande en Hell or High Water, soberbio western que se preocupa no solo de narrar la historia de dos hermanos atracadores, sino que intenta mostrar una parte de la sociedad de los EEUU, precisamente la parte que hizo presidente a Donald Trump. Nos muestra un país arrasado por la crisis económica, un país sin esperanza, una sociedad repleta de reaccionarios portadores de armas con licencia.
“…La pobreza es una enfermedad que se transmite de generación en generación. Mis abuelos eran pobres, mis padres también, yo soy pobre…pero mis hijos no lo serán…” frases como esta jalonan todo el metraje. Todo un torpedo en la línea de flotación del sueño americano.
No nos engañemos, todo el cine es político, interpreta la realidad desde un punto de vista concreto y por tanto destila ideología, como en cualquier actividad humana. El problema es cuando se nos muestran valores que pretenden ser el dogma absoluto. Incluso las películas de superhéroes son intrínsecamente políticas, defienden la idea de Estados Unidos como una nación heroica y defienden la jerarquía social dominante.
El “truco” consiste en mirar a tu alrededor y cuestionar tu propia realidad, hacer cine contando lo que ves a tu alrededor. Si lo haces como Taylor Sheridan o David Simon haces un cine honesto.
Esa mirada honesta es la base de Yellowstone.
En este western tenemos a una familia de ganaderos luchando junto a los indios de una reserva limítrofe para que las grandes corporaciones no se adueñen de su tierra. En definitiva: intentan evitar juntos que su mundo se convierta en una gigantesca pista de esquí para nuevos ricos.
Concluyendo:
Puede que a primera vista el argumento de Yellowstone no nos parezca atractivo, puede parecer reaccionario o Trumpista, pero esa es la grandeza del buen cine.
El arte es libre y debe seguir siéndolo y es el espectador quien debe juzgar.
Para terminar, si nos faltaba alguna razón para amar Yellowstone, Taylor Sheridan se permite el lujo de terminar su primer capítulo de esta manera…
Da gusto leer opiniones libres que abogan por la libertad. Bravo