La Tortuga Roja, es la primera producción de Studio Ghibli fuera de Japón, pero sin perder su identidad, una película con una gran profundidad emocional, con mensajes claros, variados y al mismo tiempo para que la imaginación esté en constante movimiento.
Su director Michael Dudok de Wit ya consiguió un Oscar y un Bafta por Father and Daugter, al mejor cortometraje de animación, y ahora con ésta su primera película, consigue con su potente trabajo minimalista y profundo definir plenamente al hombre y sus ciclos de vida.
Una isla desierta acoge a un náufrago en sus arenas, ahí en ese paraíso, para algunos, y una tortura en la soledad, tendrá que intentar sobrevivir al paso de los días e ingeniar como salir de ahí. La isla está plagada de tortugas, cangrejos y aves, pero la tortuga será el animal que hará que sus días de agobio cambien por completo.
La tortuga roja regala una gran armonía en su composición narrativa, escarba con sutileza en las profundidades emocionales del ser humano, en el consciente y subconsciente, ambos planos examinados en un retrato fuera de lo común, en la soledad, y como búsqueda de la liberación pero incluso de uno mismo.
Un cuento sobre las personas, sobre los ideales, los conceptos de la felicidad y la necesidad humana de convivir en cordialidad con lo que le rodea. Sobre las responsabilidades que emanan de los actos emprendidos o no con fuerza de voluntad.
Evoca un halo de romanticismo existencial entre el hombre y la naturaleza, el respeto y la ayuda necesarios entre ambos para subsistir, todo con matices de mitología y simbología que se remarcan por las ensoñaciones que se recrean.
El director, Michael Dudok de Wit, también ha querido hacer hincapié en ciertos momentos del metraje en una denuncia al cambio climático. Imágenes que enfocan el cuidado del medioambiente junto con otras que serían el contrapunto y sus posibles desenlaces.
Un guion que induce, consiguiendo realzar, a la imaginación, al poder de la mente y sobre todo a agudizar el sentido de la vista en combinación con las emociones sin tener que pasar el filtro del oído.
La tortuga roja cautiva por la sencillez exquisita que se presenta en imágenes con sonido ambiente, con la habilidad de hacer pasar al espectador por una historia de supervivencia y de estimulación personal por medio de las trabas impuestas por las situaciones y sus distintas sensaciones.
Durante el metraje no deberíamos pararnos a pensar si lo que vemos es real, o producto de la imaginación del protagonista, solo tendremos que dejarnos llevar y disfrutar de la belleza visual que se realza en todo momento por esa combinación de colores suaves que mitifican la calidez del fondo expresivo de la trama.
Esos personajes que comparten pantalla en esa pequeña isla, nos plasman muchos sentimientos: respecto, amor, felicidad, sabiduría y amistad por partes iguales. Pero también demuestran que el ser humano puede padecer: miedos, soledad, intolerancia e incluso rabia en la misma situación. El devenir de unos sentimientos y otros son variados, e incluso en algún momento alguno puede desembocar en el contrario con los acontecimientos.
Una obra inteligente, poderosa en su formato y fondo, siendo poesía en movimiento en cada trazo, no dejará indiferente al espectador.
Ficha técnica