Tras acudir a casa de su ex novia para recoger unos antiguos cassettes, Sam se encuentra atrapado en un medio de una fiesta. Sus problemas a nivel social lo llevan a quedarse dormido en una habitación. Una vez despierte por la mañana, descubrirá que es el único superviviente de un recién desatado apocalipsis zombi.
A partir de este sencillo planteamiento argumental, el director narra cómo la persona más asocial y menos empática del mundo es la que mejor consigue adaptarse al apocalipsis. En un único espacio en el que no tendrá más remedio que acomodarse, Sam verá el derrumbe de la sociedad occidental y cómo el individuo no tiene otro remedio que pasar por un proceso de adaptación y aceptación con tal de no ser devorado o reconvertido. Es imposible no pensar en cualquier film de la Trilogía del apartamento de Polanski, donde encerrados en un edificio, la auténtica amenaza eran los propios ciudadanos. Quizá nosotros seamos los auténticos zombis y ellos nada más que un reflejo de nuestro decadencia.
Destaca la falta de diálogos, que es suplida por las acciones. Lo que el director viene a subrayar no es la superviviencia, sino la vivencia; el día a día de un personaje que se enfrenta a una situación desconocida a la que consigue aclimatarse perfectamente. Será en este encierro en el que se irá enfrentando a nuevos descubrimientos sobre sí mismo que le harán evolucionar. Por ejemplo, llegara a sentir empatía por un zombi atrapado en el ascensor, interpretado por el actor francés Denis Lavant.
Por momentos, el protagonista encarnado por el actor noruego Anders Danielsen Lie, nos recuerda a su personaje en Oslo, 31 de agosto de Joaquim Trier. En esa cinta, su personaje acaba de salir de un centro de desintoxicación y debido a sus problemas relacionados con la depresión, decide despedirse de todos aquellos que lo han acompañado en su pasado.
El uso del gore se permite ser realista, sin ocultar la violencia pero sin mostrar grandes baños de sangre. Únicamente se justifica la violencia como un elemento recurrente, pero no vamos a ver grandes escenas de acción ni desmembramientos, sino a un tipo corriente que se encuentra en una nueva situación con la que tiene que lidiar de forma cotidiana, de la que se pueden sacar muchas comparativas con la novela Soy leyenda de Richard Matheson. Lo que ahí eran vampiros, aquí son zombis, pero ninguno de ellos son al uso.
Puede que la película pierda fuerza o que muchas veces se sienta que el ritmo no termina de avanzar en el desarrollo de la trama, pero las ideas que se van presentando al espectador, sumado a un más que decente tercer acto, justifican el visionado.
Título en España: La noche devora el mundo. Título original: La nuit a dévoré le monde. Año: 2018. Duración: 93 minutos. País: Francia. Dirección: Dominique Rocher. Guión: Jérémie Guez, Guillaume Lemans, Dominique Rocher (basada en la novela de Pit Agarmen). Fotografía: Jordane Chouzenoux. Música: David Gubitsch. Reparto: Anders Danielsen Lie, Golshifteh Farahani, Denis Lavant, Sigrid Bouaziz, David Kammenos, Jean-Yves Cylly, Léo Poulet, Déborah Marique, Marie Bourjala, Jonathan Henry, Jérôme Gaspard. Productora: Haut et Court.