Los miedos no eran algo del pasado. Con habitualidad tenía el recuerdo de esas pesadillas que habían inundado sus noches de infancia, incluso sus días. Perderse en un camino, tener que andar descalzo de vuelta del colegio, no saber su rumbo o dirección o no recordar bien sus momentos felices.
Ahora en la conciencia que todo estaba asentado en el pasado, todo lo miraba con otra perspectiva, con la verdad de ver que sus sombras se iluminaban con una luna al final del túnel como una parte de su imaginación que jugaba con su mente en horas perdidas y la prefería al sol.
Por ello su dibujo más preciado se veía cada noche en sus sueños, ya fueran grises, negros o de bonitos colores. Solo quería que una luna iluminase su salida, para saber que lo que fue no era, y lo que es si está.