Comentario a JAMES, William: ¿Existe la «conciencia»?. Ediciones Tácitas, Santiago de Chile, 2017.
Es la intuición lírica de Hölderlin, sin la que no cabría una sola línea de Martin Heidegger, la que estipula que todo lo duradero lo fundan los poetas. Así sucede también en las ciencias humanas, pues ¿cómo podría entenderse mejor lo que hay de fundación para la psicología, por ejemplo, en la escritura de Freud o James, si no es por una suerte de pericia poética, aun a sabiendas de que las concepciones del mundo que ambos alientan son tan diversas, el primero bajo el lastre del pesimismo de lo ignoto y el segundo debido al optimismo de lo por saber? En este ensayo me propongo dilucidar la naturaleza retórica de ese gesto fundacional jamesiano; uno que se muestra con toda claridad precisamente cuando la gran obra psicológica de James ha quedado atrás, puesto que el artículo que individualiza Tácitas, esta pequeña y muy interesante editorial chilena, se publicó originalmente en 1904, es decir catorce años después de los monumentales Principios de Psicología, siendo también el que encabezará la colección póstuma de su Ensayos sobre el empirismo radical de 1912.
Los Principios en sí mismos ya son una colección, en la que el vocabulario neurológico y el descriptivo o fenomenológico no están nunca suficientemente soldados, algo que si tuviéramos tiempo podríamos mostrar que sucede también en el primer Freud, como si fuese inevitable en el inicio una suerte de tentativa dislexia. Gorgias Romero, el editor de este mínimo y bello libro, a cuyo efecto estético no es indiferente la elección en portada de una obra de Eduardo Chillida, señala hasta qué punto esa variación determina además un estilo en este texto: «Creemos distinguir en la escritura de James tres niveles o mejor dicho registros de expresión; lo afirmamos teniendo en mente los registros del órgano que permiten cambiar y combinar sus timbre a gusto: uno coloquial donde se expresa llanamente como el hombre norteamericano de la calle, otro «seco» o filosófico donde ocupa el inglés de modo técnico con precisión exhaustiva digna del alemán, y finalmente uno derechamente literario, metafórico y expresivo (no en balde recibió la mejor educación de su época y fue hermano de Henry James).”[1]JAMES, William: ¿Existe la «conciencia»? Ediciones Tácitas, Santiago de Chile, 2017, p. 11. Intentaré poner ahora ese buen oído musical del traductor, y no me olvido de que esta editorial cuenta entre sus autores a la muy interesante poeta Gloria Dünkler, al servicio de la elucidación de ese salto que James hace desde la psicología a la filosofía, y más precisamente, hasta su particular deconstrucción de la metafísica convencional. En este sentido, aclaro que debo el uso del término ambulatorio a una sugestión hallada en David Lapoujade, acaso el filósofo francés actual que considero más valioso, quien reescribe al filósofo americano más al lado del pluralismo de Bergson y de Deleuze que, por ejemplo, del etnocentrismo liberal de Richard Rorty.[2]LAPOUJADE, David: William James. Empirisme et pragmatisme. Les Empêcheurs de penser en rond/Seuil, Paris, 2007.
¿Por qué ambulatorio? Pues porque el empirismo radical de James piensa en relaciones sin sustancias, a través de ideas que son orientaciones, de acuerdo con una suerte de funcionalismo generalizado, que no es todavía a la manera de un mapa, de una ordenación urbanizadora, como lo será en la sociología de Talcott Parsons o en la teoría de sistemas, sino el territorio todo, como un desierto poblado de líneas de fuerza e intensidades. La pregunta del filósofo, esa que bajo la marca del pragmatismo, ha llevado a no pocos malentendidos, no es la de qué es esto, Was ist?, estereotípica de la metafísica al menos desde Aristóteles, sino las de «¿a qué sirve esto?», «¿cómo rinde?», «¿en qué medida cambia nuestra acción?» Y tampoco iba a ser yo el primero en señalar hasta qué punto se comprende mejor esta perspectiva desde el profundo ensayo de Nietzsche sobre la verdad y la mentira en sentido extramoral, que desde la encerada superficie del parqué de Wall Street. Pero no es irrelevante el que se haga sobre la conciencia, esa que Husserl, el gran arquitecto de la filosofía trascendental, juzgaba como el mayor de los misterios, y de la que Juan Arana, en un recomendable ensayo sobre la cuestión, diría, casi al modo de la mística taoísta, que obtiene su mayor virtud del vacío: «El vacío de la conciencia constituye la clave de su libertad.»[3]ARANA, Juan: ¿Qué es la conciencia? Senderos, Sevilla, 2021, p. 86. Por supuesto que esa vacuidad está sobredeterminada, hasta el punto de que el filósofo español indica que solo la conciencia humana es misteriosa, dada su condición de no naturalizable, mientras que otras conciencias, por ejemplo la animal, constituyen meros enigmas, capaces de completa explicación. En realidad el gesto de James, aunque aparentemente posee idéntico origen conduce en una dirección casi contraria, ya que parte del estado del yo trascendental en la especulación neokantiana, en el que lo espiritual (the spiritual principle) se ha atenuado «hasta llegar a una condición enteramente fantasmal (ghostly condition)» (p. 11). El paso de lo espiritual a lo espectral no puede sino recordarnos a otro clásico de desmontaje de la mente como Gilbert Ryle, quien sin embargo solo menciona a James de una manera algo sumaria: «James identificó audazmente lo sentimientos con las sensaciones corporales».[4]RYLE, Gilbert: El concepto de lo mental. Paidós, Barcelona, 2005, p. 100. Pero parece que se ha quedado atrás, como si sus intuiciones en torno a la conciencia no fueran lo suficientemente poderosas como para desarticular, al mismo tiempo, las metáforas de lo externo y lo interno o la del dualismo de sujeto y objeto. De la ghostly condition arriba la conciencia a la pure diaphaneity, aunque no hay nada reservado u oculto en lo diáfano, ya que es precisamente nada, eso que hay: «Creo que la conciencia, una vez que se ha evaporado hasta ese grado de pura diafanía, está al borde de desaparecer por completo. Es un nombre para una nulidad (no entity) y no tiene derecho a un lugar entre los primeros principios» (p. 19).
En realidad esta afirmación es el corolario de un largo proceso de pensamiento por parte del filósofo: «Hace veinte años que desconfío de la conciencia como una entidad; hace siete u ocho que he sugerido su inexistencia a mis estudiantes y he tratado de darles su equivalente pragmático en realidades de experiencia» (ibidem). I have mistrusted, he desconfiado… En otro contexto, bajo otra perspectiva, esta afirmación pecaría de arrogante. No es el caso de James, puesto que su ontología se basa en la confianza, trust. Y advertimos que el pragmatismo tal vez no sea el verdadero nombre de la filosofía de James, aunque tanto le deba a él el término. Lo pragmático es sobre todo un modo de traducción; el característico de la verdad dentro del empirismo radical: «Absoluta o no, la verdad concreta, para nosotros, siempre será aquella manera de pensar en la que se combinen de la forma más provechosa nuestras diversas experiencias.»[5]JAMES, William: El significado de la verdad. Marbot, Barcelona, 2010, p. 73.
Atención a las fechas que propone el filósofo. Esta proposición nos conduce a una conferencia de 1896, The Will to Believe, en la que, de nuevo, todo puede llamar a confusión, cuando inicia su ponencia con la apuesta pascaliana o la conversión de John Henry Newman al catolicismo, ya desde el mismo título resulta ambiguo, dado que no es de voluntad (will) sino de derecho (right) de lo que se habla, y la creencia, la belief, no tiene por qué resultar esencialmente religiosa sino asentada en la inmanencia. Creer porque se trata de oponerse al escepticismo, si bien podría pensarse que de manera contradictoria con el texto que es objeto de nuestro comentario: «Sólo hay una verdad indefectiblemente cierta y ésta es la que el pirronismo escéptico mismo dejó en pie: la verdad de que el fenómeno presente de la conciencia existe. No obstante, ése tan sólo es el desnudo punto de partida del conocimiento, la mera admisión de una materia sobre la cual poder filosofar. Las diferentes filosofías no son más que múltiples intentos de expresar en qué consiste tal fenómeno.»[6]JAMES, William: La voluntad de creer. Encuentro, Madrid, 2004, p. 26. Y lo que vendrá a decir, girándose hacia el lenguaje, es que la conciencia se trata de un nombre para una función antes que para entidad (p. 21). Esa función es la de conocer. A partir de aquí, James apunta a la conjetura de que «hay solo un material primigenio, primal stuff, en el mundo del que se componen todas las cosas, y que si lo llamamos pura experiencia, entonces el conocer puede explicarse fácilmente como un tipo particular de relación recíproca en la que pueden entrar portions of pure experience» (ibidem). Entre esas porciones o partes está la de la relación entre el sujeto que conoce y el objeto conocido. El segundo de los ensayos de la colección de Ensayos de empirismo radical se titula precisamente Un mundo de experiencia pura. En él afirma que la experiencia pura es un mosaico sin soporte, bedding: «En los mosaicos reales, las piezas se mantienen juntas gracias a su soporte, soporte cuyo lugar puede considerarse que ocupan las Sustancias, los Yos trascendentales, o los Absolutos de otras filosofías. En el empirismo radical no hay soporte; es como si las piezas se adhirieran por sus bordes, clung together by their edges y las transiciones experimentadas entre ellas formaran su cemento. Por supuesto esta metáfora es engañosa, pues en la experiencia real las partes más sustantivas y las más transitivas pasan unas dentro de otras continuamente y en general no hay ninguna separación que necesite superarse mediante un cemento externo.»[7]JAMES, William: Ensayos de empirismo radical. Cactus, Buenos Aires, 2020, p. 66.
Como nos recuerda John Kaag, este extraordinario best seller de la filosofía americana, la noción de la pure experience, en la que se funden los dualismos de la materia y la forma, del objeto y el sujeto, de la cosa y la idea, tiene que ver con la experimentación de William James con el óxido nitroso o gas de la risa, verdaderas situaciones límites perceptivas al borde de la asfixia. Hasta en esto resulta moderno, con su disposición a explorar estados alterados para mejor comprender los estados normales.[8]KAAG, John: Sick Souls, Healthy Minds. How William James Can Save Your Life. Princeton University Press, Princeton, 2020, p. 112. El melancólico filósofo se nos presenta ahora como un sujeto en proceso, al modo de Walter Benjamin, Ernst Jünger, Aldous Huxley o Henri Michaux, entre otros que decidieron conocer por descenso ad inferos. Ahora bien, si continuamos plegándonos a los plazos de tiempo que señala James, tenemos que retroceder veinte años atrás. Hasta los Principios de Psicología y sobre lo que será uno de los núcleos, de los centros de su obra mayor: «La conciencia no aparece ante sí misma desmenuzada en pedazos. Palabras como cadena o sucesión no la describen apropiadamente tal como se presenta a sí misma desde el principio. No es nada articulado; fluye. Es un río o un curso, son las metáforas mediante las cuales se lo describe del modo más natural. Al referirnos a él en lo sucesivo, lo llamaremos el curso del pensamiento, de la conciencia o de la vida subjetiva.»[9]JAMES, William: Principios de Psicología. Fondo de Cultura Económica, México. D.F., 1989, p. 192. Puede ser bien interesante comparar este planteamiento original, a la vez todavía impreciso y puede que más vinculado con la tradición psicológica de la subjetividad, con la reformulación que realizará el propio James en 1892 del capítulo IX original. Para empezar, pasará de ser The Stream of Thought, el curso o la corriente del pensamiento, a titularse The Stream of Consciousness, es decir, individualizado ya como esa cuestión psicológica que plantea una muy diferente de orden ontológico: «Cuando digo que cada estado de pensamiento es parte de una conciencia personal, conciencia personal es uno de los términos en cuestión. Su significado lo conocemos tan bien que nadie nos pide que lo definamos, pero dar cuenta del mismo es la más difícil de las tareas filosóficas.»[10]JAMES, William: Psychology. Fawcett, New York, 1963, p. 147. En cualquier caso, una vez eliminados o puestos entre paréntesis los aspectos menos comprometidos del problema, lo que sí aparece con firmeza es la naturaleza cambiante, relacional, hasta el punto que el viejo dualismo psicofísico se ha volatilizado y lo único que resta es la distinción, pero también la conmixtión entre estados mentales transitivos y sustantivos, pues «podemos decir que el uso principal de las partes transitivas es el de llevarnos a las partes sustantivas.» (Psychology, p. 153) Y así compara la corriente de conciencia con la vida de un pájaro con su alternancia de vuelos y posados (perchings), algo que, dice, se traduce incluso en nuestro uso del lenguaje, de las oraciones y de sus periodos. Lo que resta es que su posición se separa tanto del sensacionalismo, que individualiza en Hume, como del intelectualismo, que sitúa en una suerte de actus purus del pensamiento, el intelecto o la razón, porque si hablamos objetivamente, son las relaciones reales las que aparecen, y si lo hacemos subjetivamente es la corriente de conciencia la que hace coincidir cada una de ellas con un colorido interno de su propiedad. En ambos casos las relaciones son innúmeras (numberless) y no hay lenguaje que pueda hacer justicia a todos sus tonos» (Psychology, p. 155).
Que algo se escape siempre en nuestras descripciones no es motivo de melancolía para el melancólico James sino más bien al contrario.
Al principio mencionaba al poeta Freud, fundador como este otro poeta de algo perdurable. La diferencia entre ellos es abismal, sobre todo cuando se plantean el asunto de la creencia religiosa, imantado uno por la sospecha mientras que el otro en las conferencias Clifford, impartidas entre 1901 y 1902, da una lección de tolerancia y de optimismo, que no tiene nada de ingenuidad a menos que entendamos la ingenuidad como una gracia. En ese sentido no puede juzgarse Las variedades de la experiencia religiosa sin tener en cuenta que entre sus más devotos lectores está el propio Wittgenstein. James, quien recurre entre otros a Tolstoi, escribe: «Creyendo en el infinito como hace la gente normal, la vida vuelve a ser posible.»[11]JAMES, William: Las variedades de la experiencia religiosa. Península, Barcelona, 2002, p. 256. Que haya lo innumerable, que quede siempre un resto, que vivir se haga en lo abierto al modo de Rilke, es motivo de una alegría superior, pues como escribe David Lapoujade en un libro bellísimo dedicado a la conexión entre los hermanos James, Henry (el novelista) y William (el filósofo y psicólogo): «En tanto que no está determinado por un acto de la mente, el significado de un estado de cosas sigue siendo virtual. En ese sentido, el conocimiento consiste en un estado creador mediante el cual la mente introduce algo nuevo en el mundo.»[12]LAPOUJADE, David: Ficciones del pragmatismo. William y Henry James. Cactus, Buenos Aires, 2021, pp. 144-145. Lo virtual, eso que llama Lapoujade les existences moindres, es el reverso de lo inacabado, de lo que se da de un modo meliorista en lo innúmero. Preparando este ensayo tuve la oportunidad de leer sus Some problems of Philosophy, nada menos que un intento jamesiano de presentar de manera sistemática una introducción a la metafísica, al modo eso sí de su empirismo radical. No es casualidad que el capítulo dedicado al infinito y la continuidad, en el que hace una lectura bastante cuidadosa de Bertrand Russell y del cálculo transfinito cantoriano, esté precedido por uno brevísimo sobre el problema de la novedad, como si esta reclamase en la lejanía el del infinito.[13]JAMES, William: Alcuni problemi di Filosofia. Mimesis, Milano, 2021, p. 130. Y esto, ya casi al final de mi comentario, nos conduce al pluralismo, al universo pluralista tal como lo concibe James, con subuniversos de realidad, y que como señala Fred Kersten en un trabajo bien notable, puede definirse como un dualismo pluralista en el que muchas realidades son asignadas a diferentes subuniversos, sobre el fundamento de la dicotomía entre lo psíquico y lo físico, o bien, como un monismo iterativo , como la misma parte que figura más veces en diferentes subuniversos.[14]KERSTEN, Fred. Wiliam James: un trampolino per la fenomenologia, en Discipline Filosofiche X, 2, Quodlibet, Macerata, 2000, p. 126. La indagación sobre la conciencia sigue viva en la filosofía de la mente contemporánea, como demuestra Miguel Ángel Sebastián en un actualizado estudio que no dejo de recomendar.[15]SEBASTIÁN, Miguel Ángel: El problema de la consciencia. Una introducción crítica a la discusión filosófica actual. Cátedra, Madrid, 2022. Eso sí, nadie espere hallar aquí una mención a James, a lo mejor porque ya no es un contemporáneo, salvo que nos deslicemos fuera del mainstream, hasta las anomalías aberrantes de la fenomenología, del bergsonismo o de la ontología de Deleuze. No ocurre así con Kripke, cuyo argumento de los designadores rígidos y de la no identidad de mundos posibles se presenta como un sólido mentís del monismo materialista, aunque sea a costa de omitir el final de la larga nota del propio Kripke, quien también ve el problema mente- cuerpo como completamente abierto y extremadamente confuso.[16]KRIPKE, Saul A.: Naming and Necessity. Harvard University Press, Cambridge Massachusetts, p. 155 William James, con arrogancia envidiable, dirá que el flujo del pensamiento (the stream of thinking) es solo un nombre descuidado (a careless name), para lo que, una vez escudriñado, se revela como algo que consiste fundamentalmente en el flujo de mi respiración (the stream of my breath) (p. 73). PURA EXPERIENCIA: Toda lectura se anuda a lo que somos, acaba tomando un sesgo biográfico. Esta sobre la conciencia lo hace acaso con la porción más extrema de la mía, y que resumo ahora como un episodio cardiovascular gravísimo y un coma inducido del que no pude despertarme durante un largo mes y medio. Yo sé que, al menos al final de ese periodo, aunque no puedo precisar por cuanto tiempo, y mientras los médicos, con sus monitores de lectura neurológica inactivos estaban a punto de desahuciarme, yo tenía una actividad consciente. De la gris noche mental puedo decir ahora que me sacó un cuarteto de Mozart.
Título: ¿Existe la «conciencia»? |
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Referencias
↑1 | JAMES, William: ¿Existe la «conciencia»? Ediciones Tácitas, Santiago de Chile, 2017, p. 11. |
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↑2 | LAPOUJADE, David: William James. Empirisme et pragmatisme. Les Empêcheurs de penser en rond/Seuil, Paris, 2007. |
↑3 | ARANA, Juan: ¿Qué es la conciencia? Senderos, Sevilla, 2021, p. 86. |
↑4 | RYLE, Gilbert: El concepto de lo mental. Paidós, Barcelona, 2005, p. 100. |
↑5 | JAMES, William: El significado de la verdad. Marbot, Barcelona, 2010, p. 73. |
↑6 | JAMES, William: La voluntad de creer. Encuentro, Madrid, 2004, p. 26. |
↑7 | JAMES, William: Ensayos de empirismo radical. Cactus, Buenos Aires, 2020, p. 66. |
↑8 | KAAG, John: Sick Souls, Healthy Minds. How William James Can Save Your Life. Princeton University Press, Princeton, 2020, p. 112. |
↑9 | JAMES, William: Principios de Psicología. Fondo de Cultura Económica, México. D.F., 1989, p. 192. |
↑10 | JAMES, William: Psychology. Fawcett, New York, 1963, p. 147. |
↑11 | JAMES, William: Las variedades de la experiencia religiosa. Península, Barcelona, 2002, p. 256. |
↑12 | LAPOUJADE, David: Ficciones del pragmatismo. William y Henry James. Cactus, Buenos Aires, 2021, pp. 144-145. |
↑13 | JAMES, William: Alcuni problemi di Filosofia. Mimesis, Milano, 2021, p. 130. |
↑14 | KERSTEN, Fred. Wiliam James: un trampolino per la fenomenologia, en Discipline Filosofiche X, 2, Quodlibet, Macerata, 2000, p. 126. |
↑15 | SEBASTIÁN, Miguel Ángel: El problema de la consciencia. Una introducción crítica a la discusión filosófica actual. Cátedra, Madrid, 2022. |
↑16 | KRIPKE, Saul A.: Naming and Necessity. Harvard University Press, Cambridge Massachusetts, p. 155 |