Si hablamos de thriller hoy en día nos viene a la cabeza un nombre, Michael Mann. Sus trabajos suelen ser una especie de puzle narrativo, muchas veces con intenciones casi operísticas. Se puede decir que es el rey del cine negro “cool”.
Incluso en sus películas donde el protagonista es un pobre taxista, éste es alguien como Jamie Foxx (Collateral), los narcotraficantes son Javier Bardem o Luis Tosar y por supuesto todos saben manejar armas de manera profesional (incluido el pobre taxista).
Si hablamos de films de género en su variante de atracos con protagonistas “TOP”, los ejemplos son numerosos: Cómo robar un millón con Peter O’Toole y Audrey Hepburn, The Hot Rock con Robert Redford, Le llaman Bodhi con Keanu Reeves. Recientemente incluso en España tenemos un ejemplo con 100 años de Perdón y Luis Tosar de protagonista.
Solo recuerdo un ejemplo memorable por todo lo contrario y es Atraco a las tres de José María Forqué.
En la BBC cuando nos cuentan el atraco perfecto eligen de protagonista a Steven Mackintosh. El perfecto hombre normal, la antítesis de la estrella de cine. Mackintosh es nuestro vecino, es el hombre de traje desgastado que come un pincho de tortilla en el bar de al lado de casa.
La desrregulación de los mercados está trayendo una pérdida continuada, por goteo, de derechos laborales, civiles y políticos. Si algo está quedando claro durante las “soluciones” ejecutadas en esta crisis es que lo quieren todo. La lucha de clases se está dando a campo abierto y también a puerta cerrada. El capitalismo se come la democracia.
“…Desde que naces hacen que te sientas pequeño/ porque no te dan tiempo/ en lugar de dártelo todo/ hasta que estás tan loco que no puedes seguir sus reglas/ (…) Te odian si eres listo/ y desprecian al tonto/ hasta que estás tan loco que no puedes seguir/ (…) Te dicen que puedes llegar a la cima/pero antes tendrás que aprender a sonreír mientras asesinas/, si deseas triunfar como los de allá arriba/…”
John Lennon lo cantaba de manera muy gráfica en Working Class.
Inside men nos habla de cómo un día nos levantamos, miramos por la ventana y el reflejo nos revela un rostro extraño: no nos reconocemos, nos habla de los sueños incumplidos, de la incertidumbre del mañana, nos interroga preguntándonos si seremos capaces de hacer lo que haga falta para sobrevivir y sobre todo, nos golpea en la cara con el hecho de que no somos más que mercancía desechable.
La serie nos cuenta que el dinero en metálico (los billetes contantes y sonantes) se guarda en grandes fortines con medidas de seguridad exhaustivas y que en esos fortines trabajan personas como cualquiera de nosotros, seres humanos con ambiciones y deseos y con la tentación todos los días al alcance de la mano.
La serie empieza con un atraco violento, sangriento, lleno de adrenalina. Después de este prólogo apabullante nos revela en un continuo flash-back cómo hemos llegado a este punto. A nadie se le ha ocurrido nunca robar en este lugar…hasta que dos empleados de a pie se vuelven codiciosos y creen que pueden salir impunes si roban poco a poco. El “jefazo” del lugar, __un oscuro burócrata contable que lleva toda la vida recibiendo órdenes__ al descubrirlo, decide que ya está bien de aguantar, ya está bien de soportar humillaciones de la dirección. El “chupatintas” decide que le va a echar “un par de cojones” y que van a robar a lo grande, se lo van a llevar todo.
Todo este revelador entramado narrativo se apoya en unos brillantes actores que a su vez no lo parecen. Los personajes no son actores son tipos corrientes que encuentras en tu vida diaria, el compañero de curre insensato y vacilón, el típico encargado abnegado.
Este encargado modélico (el Kapo del lugar) planea y dirige el robo perfecto no por el dinero o la “fama”: lo hace para demostrar que puede hacerlo, para demostrar a todos esos “jefecillos” de área que ya está bien de aguantar.
Atención: ¡¡gran Spoiler!!.
El primer plano en contrapicado del rostro del “chupatintas” en la secuencia final cuando él mismo, en persona, y usando el mismo furgón del robo vuelve al lugar del crimen con el dinero para que le atrapen. Ese momento es su gran triunfo como ser humano.
Este final es muy similar en el fondo al de Breaking Bad. Walter White hace todo lo necesario, no por su familia. Lo hace porque está harto de soportar humillaciones.
I’m the danger!!! Dice White a su mujer en la que resulta ser la escena más reveladora en Breaking Bad.
En Inside Men la mujer de Mackintosh le dice en la cama que prefiere una noche con él, tal y como es en ese momento, antes que toda una vida con el aburrido Mackintosh de antes.
Ficha técnica |
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