El fuerte viento que, desde hace semanas, azota la ciudad ha arrancado dos letras del gran letrero que anunciaba su situación. Salieron volando hacia el este. Desde entonces las autoridades sanitarias han decidido servir vino en las comidas y los doctores han adquirido la costumbre de informar a los visitantes de los monumentos más interesantes y de los horarios de los museos. Los celadores, en lugar de camillas, arrastran maletas. Pero lo que más sorprende es la notable mejoría que han experimentado la mayoría de los pacientes.
Fotografía de Ryan Mcguire