Hace algunas semanas, mi padre entró en mi cuarto y me dijo, con voz de replicante, que una de las lejas de mi estantería estaba cediendo. <<Esa leja está cediendo por el peso>>, esas fueron exactamente sus palabras, y yo me apresuré a reorganizar mi biblioteca, porque que te caigan encima las aventuras del Hidalgo de La Mancha o que una de las esquinas de La broma infinita te abra una brecha en la cabeza mientras duermes no es comparable a que te lluevan ligeros cuadernitos de versos. Y entonces, en mitad de la mudanza interna, oh, problema: demasiado material. Me acordé inmediatamente de V. diciendo que pasa de comprar poesía porque me la puede pedir a mí. Pero es que no puedo evitarlo, ¿saben?, con esas ediciones tan cuidadas de las editoriales emergentes, con papel de buenísima calidad y una maquetación impecable… Veo esos libros y los necesito. Y luego leo y releo y marco páginas y señalo estrofas y las copio y las fotografío como buen proyecto de moderna en Instagram. Y es el paraíso.
Sin embargo converso con P. por teléfono, converso con I. por chat, y al final parece que todos estamos de acuerdo: el papel está muy bien, pero la literatura puede –debe- sacarse a la calle, a la garganta. Y lo hace. Y pueden creerlo o no, pero son muchos quienes están dispuestos a escucharla, sobre todo ahora que se disuelve despacio el calor empalagoso de una estación que lucha su permanencia. El fin de semana pasado viajé a Valencia, a un recital a cuatro voces que organizaba Luci Romero, y la Librería Bartleby estaba llena de personas que más tarde se volvieron a casa con los brazos arañados por las garras de la bestia parda que puede llegar a ser Laia López Manrique; con los ojos llenos del agua cristalina que es, aunque a veces no lo sepa, Lucía Boscá; con el eco de la voz de Laura Giordani recorriéndoles las venas como savia blanca. Y todo esto voluntariamente.
Se acaba el verano y en casi cada ciudad vuelve a organizarse una jam semanal de poesía (Alicante se ha sumado a la iniciativa hace muy poco). Se presentan nuevos títulos, de nuevo aparecen algunos carteles encabezados por el anglicismo poetry slam. Y si les parece poco, esperen, porque acaba de comenzar el curso y con él, esta misma semana, el Cosmopoética en Córdoba. Poesía y música, poesía y redes, poesía y espectáculo, poesía y calle. Pero siempre poesía. Y ya van once ediciones. Además, la primera quincena de octubre tiene lugar el Festival Internacional de Poesía de Sevilla, Perfopoesía, con, al menos, dos eventos cada jornada. Y suma y sigue. Así que quien dice que en este país no se lee, que en este país no se hace, es porque, no sé, sigue de vacaciones. Para ellos, este texto acaba aquí. Para quienes sí hemos empezado el año, que como todos sabemos se corresponde en realidad con el calendario escolar, ahí va un consejo: preparen sus mochilas y salgan, salgan, porque la poesía está presente y encontrársela de bruces es verdaderamente fácil.